convivir.

(Del lat. convivĕre).

1. intr. Vivir en compañía de otro u otros.
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Recuerdo lo que me sorprendía que mi hijo, al empezar a colaborar en casa poniendo la mesa los días festivos, utilizase platos y copas diferentes, cuando le hubiese sido mucho más fácil cogerlos de la misma vajilla, al estar apilados juntos. Nunca le llamé la atención, esperaba que él mismo corrigiese su actitud, al vernos a los demás hacerlo correctamente. Pero el tiempo pasaba y su manera de proceder no cambiaba, de manera que observé y reflexioné.
Tengo cierta obsesión por separar lo que son las leyes biológicas de las normas artificiales que nos hemos impuesto como sociedad. Esto no significa que piense que estas últimas sean inútiles o que las primeras sean maravillosas… Sencillamente me gusta distinguirlas y no sacralizar lo que en su origen fueron acuerdos, producto de un pacto que, tal vez (sólo tal vez), ya no sea necesario mantener.
La uniformidad que con tanto ahínco perseguimos los seres humanos, es una exigencia social probablemente enraizada en nuestro afán de estabilidad, en ese creer que todo puede desmoronarse ante una nota discordante… ante una persona diferente… ante una idea transgresora.
Probablemente haya quien piense que fui una madre descuidada. Todavía hoy, la mesa parece un mercadillo callejero cuando es él quien la pone, pero la realidad es que J. nunca se ha asustado ante aquello o aquellos que no se parecían a las cosas que le rodeaban habitualmente o a las personas que poblaban su entorno cotidiano. Y esa ausencia de miedo ante lo diferente, probablemente le haya protegido contra la intolerancia y le haya permitido convivir con algunas personas que se asemejan a esas piezas que no acaban de encajar del todo, pero que son necesarias para hacernos más fácil este oficio (¡a veces tan duro!) de vivir.

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