Domingo, 16.00 h. Estoy sola en casa. Aprovecharé para trabajar. Enciendo el ordenador, abro mi gmail en una ventana y lo controlo mientras trabajo. Van entrando twitts, que veo gracias al TwitterFox… hay amigos que también están en casa, twitteando, estoy al tanto de leer lo que va apareciendo en pantalla e incluso hago algunos RT. Por supuesto también conecto Spotify y pongo en marcha la lista que tengo para estos casos: Streisand en estado puro. Suena la campanita que me avisa de una conversación en el chat de gmail, I. me manda un saludo, está mal, acaba de romperse su relación de pareja (20 años compartidos, 2 hijos en común), leo “I. está escribiendo” y aprovecho para bajar a la cocina a hacerme un te, de vuelta, contesto. Todo esto lo hago con el documento en el que pensaba trabajar esta tarde abierto, “multitarea” lo llaman. Se me van ocurriendo ideas y las escribo a cada nuevo “I. está escribiendo”, pienso que ya lo repasaré más tarde, ahora la que importa es ella, aunque tampoco quiero que se me escape alguna idea buena que me venga a la mente. Acabamos el chat. Sigo trabajando. Entra un mail, es de D. con más correcciones a la última versión que le envié de la memoria. Descargo el archivo, lo revisaré más adelante. Acaba de entrar un twitt de L. con un enlace que puede interesarme para el trabajo que estoy haciendo, lo abro y lo dejo en espera, tengo curiosidad por leer con atención lo que D. desea que arregle. Me estoy tomando el te… Barbara canta “Somewhere”, mi canción preferida… leo el link de L., como sospechaba, me aporta información nueva que reutilizaré en el trabajo.
Lunes, 09.00 h. Desayuno con la familia y ordeno un poco la casa tras el segundo café. Reviso mails, doy una última lectura a las correcciones de la memoria y se las envío a D., leo los twitts que se han generado desde que me desconecté ayer y me dispongo a ponerme las pinturas de guerra (así le llamo yo, desde tiempos inmemoriales, a arreglarme un poco para salir extramuros). Apago el ordenador y meto el móvil en el bolso. Compruebo que he cogido las llaves. He quedado a comer con T., después iremos al cine, a ver una peli que me recomendó H. en un twitt, pero antes de entrar comprobaré el correo electrónico, por si hay alguna cosa urgente. Efectivamente, hay un correo de C. su operación ha ido bien y está de vuelta en casa. Entro contenta en el cine. Cuando regrese a casa, encenderé el ordenador y trabajaré un rato, también contestaré el correo de C. y le intentaré transmitir mi alegría por éxito de su intervención.
Doy gracias a mi actual trabajo que me permite diluir los días festivos entre los laborales, facilitando la práctica desaparición de mis anteriores niveles de stress, mientras compruebo que, por fin, Internet me permite descompartimentar mi vida y aceptar que la separación entre vida profesional y personal es y siempre ha sido un recurso artificial, además de una equivocada estrategia empresarial.
¡Feliz domingo, socios!
 
(Este post es una remezcla de situaciones diversas que no siempre coincidien en tiempo y lugar con las reales, pero la historia de I. es dolorosamente cierta. )