Ayer por la noche me sorprendía la noticia de la muerte de la hija de unos buenos amigos. La conocía desde niña; una melena rubia correteando por el edificio donde vivíamos.
La adolescencia la recibió con la noticia de su enfermedad y fue valiente, escogió enfrentarse a ella sin renunciar a sus ilusiones, estudió medicina, se especializó, se enamoró… puede que la enfermedad decidiese en última instancia el tiempo que duraría su vida, pero sobre la intensidad con la que transcurriese, sólo ella iba a decidir. Tomó las riendas y optó por vivir sin miedo.
Me cuentan que luchó con todas sus fuerzas y que, conocedora del pronto final, lo aceptó, se despidió de los que amaba y se dejó ir serenamente.
Dicen que las personas no morimos de verdad, hasta que muere nuestro recuerdo. Mientras los que la quisimos conservemos un aliento de vida, Sara vivirá.