Me llega desde Facebook una idea de Chris Pinchen, explicar lo que hacíamos el 11M de hace 5 años.
Estaba en Barcelona, había llegado al despacho con bastante antelación y conecté la radio. Recuerdo cuando dieron la noticia, todavía confusa, sobre la primera bomba… las informaciones eran cada vez peores, mientras tanto encendí el ordenador y al cabo de lo que me parecieron pocos minutos, recibí un correo de la gerencia del hospital a todos los trabajadores: se necesitaba sangre para Madrid y se iba a enviar toda la disponible, nos rogaban que pasásemos a donar sangre para poder realizar las intervenciones diarias del hospital.
Telefoneé a mi familia en Madrid, una de mis sobrinas estaba camino de la Universidad… al llegar se enteró de lo que había sucedido y avisó de que estaba bien. Otros no tuvieron la misma suerte.
Las noticias se iban clarificando y agravándose… al cabo de una hora, recibí otro correo de la gerencia, había sido tal la avalancha de gente a donar sangre (no sólo trabajadores, sino gente de la calle que espontáneamente se acercó al hospital con esa intención), que nos rogaban que no acudiésemos y nos reservásemos para el día siguiente, se temía que, dado el tipo de heridos, en Madrid se necesitase sangre durante los próximos días.
Dejé encendida la radio, bajito, no había problemas para oírla… lo que más recuerdo de ese día es que la gente no hablaba, el bullicio habitual se transformó en el silencio que acompaña al estupor.
5 años ya…. pues yo, como tantos otros, estaba en un tren de Cercanías en Madrid. Acababa de subir al tren. Quedaban 2 o 3 paradas para Atocha, y avisaron de que el tren no iba a continuar y había que bajar, todos pensamos en una avería, pero recuerdo a los vigilantes corriendo por el andén. Yo me agobié porque acababa de empezar un trabajo nuevo, en la taquilla me dieron un justificante de avería y cuando me iba a meter en el Metro para intentar llegar por otro camino, mi madre me llamó diciendo que había estallado un AVE en Atocha. Las informaciones eran confusas, y yo sólo pensaba que tenía que llegar a trabajar. El Metro estaba hasta arriba, y por una vez, todos hablábamos con los demás, de los comentarios que nos iban llegando: un accidente, una bomba… nadie sabía. Llegué a Plaza de Castilla, para intentar coger un autobús, y allí era impresionante la cantidad de gente que había, todos los móviles sonando a la vez, las conversaciones de la gente… empecé a ser consciente de lo que había pasado. Mi padre me fue informando por teléfono de lo que iban diciendo por la radio. No me hacía a la idea de que en un lugar por el que pasé a diario durante años, donde se concentran tantos miles de personas a esa hora, hubiese pasado algo así. Pensé que tenía que tranquilizar a mi gente. Cogí el teléfono: “creo que ha pasado algo en Atocha, no sé el qué, pero que sepas que estoy bien”. Empezaron los rumores de que también había bombas en los autobuses, y en el metro… Yo conseguí coger el autobús, sin que mi teléfono dejase de sonar. Cuando llegué, como una ingenua me disculpé y le di el justificante de avería a mi responsable, que me dijo “quédatelo”. El resto de la mañana pasó entre llamadas de teléfono. Me llamó gente a la que llevaba años sin ver, y empecé a darme cuenta del alcance de lo que había pasado. Me llamaron también de otros países, y comprobé que por ejemplo en Francia a esas horas ya tenían más información de lo sucedido que nosotros, aunque en ese momento aún no me di cuenta de por qué. Alguien de la oficina no conseguía localizar a un ser querido, el resto comentábamos dónde estábamos a esa hora, o si conocíamos a alguien que había estado cerca. Aún no nos lo creíamos. Yo no me convencí de que era real hasta que no vi una foto en prensa al día siguiente. El horror… sabes que existe, pero es tan difícil hacerte a una idea de que no sólo está en lugares lejanos, sino que también puede aparecer en el lugar más cotidiano y familiar… Recuerdo que una de las primeras cosas que pensé fue que era día 11.
Esa noche, unas amigas que se iban una temporada a Australia habían planeado una fiesta de despedida. Estuvimos discutiendo qué hacer, ya no teníamos ganas, pero una idea fue más fuerte: “Quieren que vivamos con miedo, que no nos atrevamos ni a salir de casa. No lo van a conseguir.” Fuimos, no hubo fiesta, pero el hecho de ir fue un acto de rebeldía. No fue una falta de respeto a los muertos, sino una forma de gritar que no nos habían vencido. Para mí fue importante. Y me impresionó ver desiertas las calles, los autobuses, el metro, todo era silencio. Aquella noche, todos estaban en casa intentando digerirlo.
Personalmente creo que ese día tomé la decisión de irme a París sin billete de vuelta. Pero eso es otra historia.
Irene, ¡es de ti de quien hablo en el el post!… hablé con tu padre y me dijo que estabas en camino… ya ves… gracias por tu comentario. Un beso muy fuerte.
Jo era a la uni. Acabava d’arribar-hi (o feia poca estona), i algú va dir alguna cosa d’una boma a Madrid, que després van ser dos, i tres… Matí estrany, tan com els tres dies que el van succeir.
Va ser un dia horrible. Tinc força coneguts a Madrid, un amic força proper de qui de seguida vaig saber alguna cosa, però d’altres persones no sabia on eren, què feien i el cap va començar a donar voltes i voltes.
Van ser realment dies molt estranys, increïbles diria jo. I crec que tots teníem al cap un esdeveniment aleshores encara molt proper i que també havia succeït el dia 11.
Esperem no viure mai més cap dia com aquells!
I gràcies per la teva narració tan propera i el testimoni tan directe, Irene. Realment m’ho imaginava així: horrorós!