Paper boats. D. Merrigan
Un beso de esos. Zenet (Spotify)

 

Massimo Cacciari dijo una vez que la literatura era un manantial inagotable de soledad acogedora y creativa. Estoy de acuerdo, pero para mí leer también representa poder vivir otras vidas, a veces bulliciosas y aventureras, otras reflexivas y profundas, diferentes a la mía. Esas otras vidas han sido a menudo mi complemento, mi huida, mi camino a la felicidad.
Siempre me pareció que leer era, es, como navegar al atardecer rodeada de flores y luces de colores, en compañía de personas y personajes que me hablan al oído y me cuentan sus pensamientos más íntimos. Viejos conocidos a los que yo ofrezco queso y vino, mientras que ellos llenan mi vida de emoción.
Y es que leer es vivir en soledad, a resguardo del dolor, pero leer es, también, surcar en velero los mares de China…

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¿Cuándo empezó su afición a la lectura?

No sé con exactitud cuándo empezó todo, pero me recuerdo (y me recuerdan) siempre leyendo. Una imagen recurrente de mi niñez, es la de una pequeña con trenzas sentada en el suelo de una habitación minúscula, pero que no compartía con nadie, leyendo tan concentrada que no oía a mi madre llamándome para cenar. En otro de esos recuerdos me veo a mí misma, en el comedor del colegio, con un libro oculto y abierto bajo el sobre de la mesa… imposible dejar de leer a Agatha Christie (edición de Editorial Molino; todavía conservo los libros) para hacer algo tan trivial como comer. ¡Cuántos castigos escolares tuvieron su origen en alguna novela interesante!
Ya he explicado en este club en lo que consistían los castigos en esa época, de manera que constituían una suerte de venganza poética de los autores para con las monjas, por la injusticia cometida.
¿De dónde saca tiempo para leer tanto?

Esta se responde rápido: no veo la televisión… a lo tonto a lo tonto, la tele es un cometiempo impresionante. Calculo que entre el telediario (con Internet, pa’ qué) y alguna tontería por la noche, dispongo de 2 buenas horas diarias para hacer lo que me venga en gana. Y no se las robo a nadie, ni familia, ni amigos, ni trabajo, salen perjudicados por ello… Estos últimos años, además, me ahorro 3 horas de viajes cada día para ir al trabajo. Aunque, sinceramente, no tengo la sensación de leer demasiado; en un día normal (luego están esos otros en los que me preparo para una inmersión literaria especial, pero son los menos), no suelo leer más de dos horas; eso sí, absolutamente concentrada en lo que estoy haciendo; continúo sin oír ni ver nada de lo que ocurre a mi alrededor cuando estoy metida en una historia.
¿Cómo elige los libros que decide leer?

De diversas formas: a) Si ya conozco al autor y sé que me gusta… allá que voy; b) Los clásicos nunca fallan y son un recurso cuando no tienes claro cuál deseas que sea el siguiente libro; c) Los libros que les gustan a los autores que, a su vez, me gustan a mí son otra opción; d) Me fío de la experiencia que he ido acumulando y me arriesgo… a veces compro un libro por la portada, no os digo más; e) Con el tiempo he generado una auténtica red de gente experta en algún estilo de literatura, a ellos recurro cuando quiero hacer una inmersión en un género; f) Todo el que me conoce sabe que me gusta leer y acaba recomendándome libros que le han gustado… no los leo todos, pero me llegan muchas referencias interesantes; g) Equivocándome mucho y aprendiendo de los errores (esta es la forma que se impone sobre las demás con diferencia).

Pero quiero que quede claro que eso es ahora… yo empecé a leer sin criterio ninguno: lo que caía en mis manos, lo que me prestaban o me recomendaban. No empecé a comprar libros hasta los 17 ó 18 años y, de forma casi compulsiva, a partir de los 22, que fue cuando empecé a trabajar y a manejar, por lo tanto, un presupuesto un poco más alto para mis caprichos.
He comprado y he leído muchos libros malos… aún lo hago (aunque ahora no me impongo el castigo de acabarlos si no me gustan), pero también he descubierto autores que nunca me hubiesen recomendado y que no suelen estar presentes en ningún fondo de biblioteca.
Este año ha comentado varias veces que tienes mucho interés en releer libros, ¿por qué lo hace? ¿no le desmotiva conocer ya la trama, el final?
Siempre que leo un libro que me parece extraordinario (no sólo bueno, ¡mucho más que eso!), siento una enorme tristeza al acabarlo. Porque la historia ya ha perdido la capacidad de sorprenderme, de hechizarme. Pero creo en el olvido y en el recuerdo. Cuando ha pasado ya mucho tiempo y otras historias se han ido superponiendo a las que leí hace años, siento que puedo volver a leer novelas que, en algunos casos, marcaron mi vida, si bien no con la misma frescura que la primera vez, sí con unos ojos más maduros… y normalmente una cosa compensa la otra. Suplo con una mayor experiencia lectora esa capacidad de sorprenderme que el autor ha perdido y detecto cosas nuevas, que la primera vez no supe ver, de forma que, al final, la relectura resulta ser igual o mejor incluso de lo que fue el descubrimiento del libro.
¿Le gustan las librerías?

Me encanta pasar tardes enteras entre estanterías llenas de libros, pero sólo cuando “voy de caza” a la búsqueda de nuevo material de lectura. A pesar de lo que digo, llevo siempre una lista de libros que creo pueden ser una buena elección… y al final regreso con alguno del listado inicial, más otros con los que no contaba, pero que el azar ha puesto en mi camino.

Me gustan esas librerías con una cafetería donde tomarte un café y hojear los ejemplares que te acabas de comprar. Sé que son escenografías montadas de manera artificial y que carecen de la pátina que tendría una auténtica librería antigua con una vieja máquina de café y un experto librero que reconociera los libros con la única orientación de cuatro balbucientes palabras del futuro lector… pero no me cuesta demasiado imaginarme que lo que me rodea es cierto, que todo cuanto alcanza a ver mi vista lleva un siglo esperando que yo lo contemple… la ficción es una gran mentira, que aceptamos de manera conciente, convirtiéndola así en la representación de una ilusión privada… ¿por qué no imaginar un entorno amigable… un pequeño teatro donde desarrollar nuestras fantasías de lectores impenitentes?
¿Cuál es su género preferido?

No creo demasiado en los géneros. Hay buenos y malos escritores, como hay buenas y malas novelas, poemas, ensayos… y me gustan todos, con predilección por la novela negra (para evadirme) y reticencias para con la novela romántica que, salvo excepciones escasas y sublimes, no me gusta nada. La poesía siempre la he identificado con mi época juvenil, pero este año estoy retomando su lectura y me está gustando lo que aparece ante mis ojos adultos… sin duda, mi reencuentro con la poesía está siendo el gran descubrimiento de esta época de mi vida.
¿Por qué le gusta tanto la novela negra?

La novela de misterio en general siempre ha sido mi evasión favorita. La novela negra en concreto, me gusta mucho, porque añade a la mera distracción un toque de escepticismo, con esos personajes generalmente perdedores, que ni siquiera dejan de serlo cuando desenmascaran al mal y lo vencen… ese escepticismo sombrío, esa mirada a nuestra zona más oscura, le da un punto de decadencia que me encanta.

De todas formas, siempre realizo inmersiones intensas, pero temporales. He empezado el año con una de ellas, he leído dos sagas casi seguidas (acabé 2009 con Grafton y empecé 2010 con Connolly) y ahora necesito descansar un tiempo, porque la novela negra que he abordado después no me ha gustado y en parte culpo a la saturación del momento. Creo que tardaré un poco tiempo en volver a sumergirme en ella, pero volveré… siempre vuelvo.

Últimamente ha recomendado “Drácula” de Stocker, ¿por qué cree que es un clásico?

Yo destacaría una norma básica para saber si un libro es un “clásico” o no: la atemporalidad en su lectura. Siempre es actual aunque sus referencias sean antiguas. Otra de las claves es que suele generar arquetipos, modelos de personaje que posteriormente se emulan o directamente son utilizados por otros autores en escenarios diferentes. “Drácula” además es representativo de una época y trabaja con unos elementos que me interesan: ciencia, religión, superstición… A mí particularmente, me gusta mucho. Pero vamos, hay otros clásicos, no tiene a uno por qué gustarle este en especial.

¿Es verdad eso que dicen de que leer mucho genera ganas de escribir?

No lo sé. A mí siempre me han gustado las dos cosas. De niña y adolescente (y hay lectoras de este blog que lo pueden corroborar) escribía relatos por fascículos que les leía a las amigas, sobre cosas que me contaban o que nos preocupaban entonces, y debo decir que tenía “suscriptoras” que esperaban ansiosas que llegase con un nuevo capítulo. Siempre he escrito cuentos y supongo que por eso mantengo el blog activo después de tanto tiempo, aunque reconozco que no me atrevo a colgar aquí relatos de ficción. Pero creo que se puede ser un buen lector sin sentir ganas de escribir y sospecho que el caso contrario también es posible.
Continuará…
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