… como becaria «tira que te va», pero como diplomática no tengo precio. Después de pelearme con el vendedor, el técnico y el jefe de almacén, tengo el horno definitivo (eso sí, puesto con muy poca gracia, tan poca que mañana vienen para rematar la faena… o eso dicen, que mañana es Nochebuena y no sé yo…) y una placa de cocción provisional de dos fuegos (a la vieja todavía le funcionaban 3 cuando me la desconectaron ayer, así que hemos hecho el negocio de Roberto y las cabras), porque «la buena» no les ha llegado todavía… dejo aquí constancia de que ni la licenciatura, ni el master, ni sospecho que el doctorado si en su día lo tengo, han evitado que los supuestos técnicos me mirasen con cara de superioridad, como si por el hecho de ser mujer, mi «cabecita» no fuese capaz de entender las pobres excusas que me daban.
Que conste que no me he resignado fácilmente y he batallado hasta el final… justo cuando mi «costillo» ha entrado por la puerta y los instaladores han decidido que por fin llegaba alguien con quien podrían entenderse a la primera… total, que el horno está sobre las guías que no tocan y mañana (Dios lo quiera) vendrán a arreglarlo… fum, fum, fum…
No creáis que ha sido cualquier cosa, que he estado a dos palmos de separarme de mi marido, desheredar al niño, y dejarle todos mis bienes a un asilo de gatos, porque justo cuando estaba intentando cocinar algo con dos fogones birriáticos, quejándome sin parar (lógico, ¿no?) el padre y el hijo han estado de acuerdo en que yo exagero y la cocina no queda tan mal con un horno mal colocado, una vitrocerámica enana con instalación provisional y una tabla tapando el hueco de los dos fuegos que faltan…
De momento, le acabo de hacer la prueba del 9, con un pastel de naranja amarga que será la opción al turrón y los polvorones de mañana por la noche, y todo parece indicar que ha salido bien.
Ya sé que os he deseado feliz Navidad y todo eso, de verdad que no pensaba entrar aquí hasta después de San Esteban, pero necesitaba contarlo. Ahora ya me he quedado más tranquila 😉
¡Hasta la vista, socios!
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