Orson Welles dijo una vez que “lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude”… y es verdad… estos días de tanta alegría, fraternidad, alcohol y dispendio me tienen abizcochadas las neuronas (si, ya sé, esto no ha hecho más que empezar, ¡pero tiene una pinta…!). El caso es que parece que ayer no escribí, faltando así a mi deber primigenio de acudir a este club cada domingo (si no vengo yo que lo fundé, ya me explicareis quien va a venir); lo cierto es que sí lo hice (escribir), escribí algunas cosillas sobre M., una amiga mía ciertamente curiosa, pero la historia no me pareció adecuada para estas fechas (vaya, que no tiene nada que ver) y pensé que, si bien ayer era domingo, hoy es Navidad, y todavía es más de “friqui” escribir en Navidad que en domingo, ¿no?.
Lo malo es que no sé qué decir, así que en esta ocasión utilizaré este foro para hacer una confesión (en plan Diario): no me gusta nada, pero nada, la Navidad; me parece que la gente que está sola se siente más sola, los pobres son más pobres y los enfermos están más cerca de la vida eterna; todo se magnifica, la tristeza y las ausencias también… O tal vez no me gusta la Navidad porque me gustaba más la de antes, cuando yo era pequeña y los villancicos se escuchaban en casa y no en la puerta del Corte Inglés, cuando únicamente se iluminaba el centro de la ciudad y, sobre todo, ¡cuando no habían cenas de empresa!, esos inventos maquiavélicos que, por un momento (sólo por un momento) te hacen dudar de la dignidad de tus compañeros (¿el del gorrito torcido que canta “El tamborilero” con la botella de Carta Nevada en la mano, no es el jefe de compras?), te obligan a soportar bromitas estúpidas (en este país, haberse pasado de copas es un eximente, ¡hala, ya me está dando otro abrazo el del puro!) y leer la notita del “amigo invisible”… ahí he pinchado en hueso, ¡el amigo invisible!, si no te conoce de nada, bien, porque te regala el llavero de turno y vas que te matas, pero si te conoce y pretende hacerse el gracioso… en fin, que después del desastre de la cena de empresa, necesitas todo un año para recomponer el ambiente plácido de la oficina (eso si era plácido, que si ya de entrada no era bueno… ni te cuento).
Por cosas así no me gusta la Navidad… y por eso os deseo, de todo corazón que las paséis fantásticamente bien, ¡porque sé los peligros que se corren en estas fiestas! (y es que donde digo “cena de empresa” también podría decir “comida familiar”, “copa con los amigos”, o cualquiera de esas reuniones que nos sentimos obligados a hacer con gente en la que, a veces, no volvemos a pensar en todo un año, ¡justo hasta la siguiente Navidad!)
¡Qué os sea leve, amigos!
El Mindundi strikes back!!
Ya sabía que nos ibas a regalar alguna de tus narraciones para Navidad.
Coincido en el hecho de que en las ‘cenas de empresa’ o en las de celebración familiar de estas fiestas, siempre acabas compartiendo mesa con algunos personajes con los que ni por asomo se te hubiese ocurrido compartir ni una aceituna… pero, qué le vamos a hacer!!
¡Ay Mindundi!, ¡si sólo fuera en las cenas!, con los de la aceituna, a veces, hay que compartir hasta despacho… (vaya, vaya, así que te ha cambiado la cara ¿eh?)