Me alegra que a Joan Margarit le hayan dado el Premio Nacional de Poesía, porque se lo merece, pero también porque vive en el mismo pueblo que yo y, como arquitecto, participó en el cálculo de estructuras de mi edificio… pero, sobre todo, porque ha hecho ese difícil trayecto, de ser un arquitecto que escribía poesía a un poeta que estudió arquitectura, con sencillez y sin sobresaltos. ¡Enhorabuena!

Y, para muestra de que se lo merece más que nadie, aquí dejo este poema:

No tires las cartas de amor
(«Aguafuertes». Sevilla. Ed. Renacimiento, 1998)

Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.