Tal vez porque ayer me fui a dormir más tarde lo habitual en mí (salimos, y cuando salimos nunca nos acostamos sin comentar antes la jugada, mi cómplice y yo); como digo, tal vez por eso, porque la fiesta fue buena y la conversación posterior se alargó hasta esas horas en las que se piensa con un pellizco de lucidez, en el último momento, pensé que hoy debía hacer una lista de mis amores; no de los normales, no; de los que han podido, pueden y/o podrían si quisieran, acabar conmigo… y yo tan contenta.
Ahí van:
El café solo de la mañana y el capuchino de media tarde. Caminar hasta romperme. Este blog y el otro. Trabajar y pensar (mejor a la vez). Que me lleven en coche (y que me traigan, por favor). Los bombones de licor. Hablar y escuchar a alguien que merezca ambas cosas. El té frío. Mis padres y mi hijo. Soñar despierta. Mi cómplice. Mis amigos pasados, presentes y futuros. Los buenos recuerdos. Las pipas de girasol. La honestidad y la valentía. Algunos besos. La novela negra. El sushi. Los vasos a medio llenar. Cantar (malamente) y bailar (mejor). Y sobre todo, más que nada en el mundo, la gente que se deja ver, que se entrega y que se arriesga, porque confía en ti.
Seguro que hay más, pero por esos amores podría morir, porque me limpian el alma.