Francesca dirá que ‘Después del Diluvio‘ es una novela sobre la amistad, pero yo creo que es una novela sobre el amor, aunque quizá estaremos hablando de lo mismo. Por ejemplo, ella dirá que tal personaje actúa impulsado por el resentimiento, pero yo lo defenderé alegando que solo tiene miedo al fracaso… Así hemos escrito esta novela: discutiendo mucho, incluso peleándonos, tachando y buscando puntos de encuentro. Es decir, lo mismo que hace el lector con los autores de las novelas que lee. O al menos eso es lo que un autor espera de sus lectores: que vivan sus historias, que las hagan suyas hasta el extremo de sentir con sus personajes y buscar el sentido de la trama en diálogo con la obra.
Esta es una historia escrita en los márgenes, los espacios en blanco que el autor deja a la imaginación del lector. En los míos escribió Francesca y en los suyos escribí yo, como si cada uno escribiera las notas a pie de página del otro. Y ahora están esperando el momento definitivo en el que los lectores los exploran para reescribir la historia.
Cuando uno está escribiendo, dejándose llevar por la historia, en pleno proceso de invención, piensa que lo más importante son los personajes. Cómo darles realidad, cómo conseguir que tengan forma y autonomía. Eso trae muchos quebraderos de cabeza. Uno no sabe de dónde sale un personaje o por qué hace lo que hace, pero lo que sí sabe es lo que no puede hacer o sentir si queremos que parezca de verdad. Sin embargo, una vez puesto el fin a la novela, pienso que lo importante empieza ahora, cuando el lector tiene que recrear a los personajes y reescribir la historia, que apenas se parecerá a la que nosotros imaginamos. Así me ocurre a mí como lector y esa es la magia única de la literatura. En los márgenes la novela se convierte en un espejo y allí está lo mejor.
Imagen: Al margen (E. A. 2017).