¡Qué a gusto se te ve tomándote ese capuchino en el café que queda cerca de la Piazza Navona! Sabía que te gustaría. Espero que no te quejes mucho por haberte hecho venir aquí en pleno mes de agosto… es la única época en la que se puede pasear por esta ciudad, hace tanto calor que los romanos huyen, mientras que los turistas no se atreven a pisar el asfalto a medio derretir. Por eso he quedado contigo por la tarde, el calor se hace más llevadero.
Me he puesto el vestido de flores amarillas y rosas que me compré en París hace ya muchos años, pero he decidido que esta es mi historia y ¡lo que son las cosas! me continúa sentando divinamente… también llevo unas sandalias blancas, de tiras, con tacón, que me compré en Milán en un viaje del que ellas son el mejor recuerdo. No te preocupes, no me cansaré. Mira que te gusta criticar… yo voy con tacones y tú cargas una mochila con libros… ¿me he quejado yo acaso?…
Anda, no te entretengas y acábate eso, que nos vamos de paseo. ¿Dónde?… ¿no te he dicho que voy a enseñarte mi Roma?… déjate llevar, vamos a ir a la iglesia más bonita del mundo y veremos la escultura más maravillosa que has visto nunca. “San Pietro in Vincoli”… ¿qué ya has estado?… pero no conmigo… conmigo te va a gustar ya verás, fíate anda, no te quejes tanto… piensa que yo tendré que subir las escaleras con estos taconazos que me he puesto, solo para estar 0’01 puntos más guapa… Coge la mochila y la cámara y levántate de una vez, que he preparado un programa extenso y ni siquiera el tiempo literario dura eternamente.
Iremos andando, ya, ya sé que está lejos, pero quiero que paseemos, así tendremos tiempo de hablar y veremos el Coliseo al atardecer. Sí, a mí también me parece un sitio muy triste… Apenas hay coches por la calle ¡qué bonita es Roma en agosto!, he estado en Florencia sí, pero me gusta menos; Florencia es la sonrisa y Roma la carcajada, y ya ves, yo soy más de sonreír y sin embargo… cuánta vida se esconde en una de esas risotadas, tan poco educadas y tan impropias de una señorita… Venecia es otra cosa, de día no me gusta, parece una postal barata, pero de noche todo cambia… si el cielo existiese, debería ser como Venecia de noche…
Estamos solos en San Pietro in Vincoli, como cuando vine por primera vez. Subir estas escaleras, con tanto calor, asusta a los turistas, pero dentro está el Moisés, la mejor escultura de Miguel Ángel… y no me lo discutas, eso no… ¿has visto qué fuerza? Espera un momento, voy a poner una vela. Vale, sí, ya lo sé, ¡te quejas por todo, hay que ver!, no, no soy creyente, pero me gustan las iglesias y pongo velas… “una contradicción con patas”… ¡qué poco galante que eres, hijo mío!
Ni se te ocurra hacerme una foto… ¡ni hablar! ¡mira que me enfado!… anda, deja eso ya, que nos vamos al Trastévere a cenar. Pues sí, bullicio hay mucho, pero esta es mi historia y he reservado mesa en una terraza, donde vamos a poder hablar tranquilamente y me vas a contar la historia esa que me debes… ¿qué me la has contado ya? ¿tú te crees que yo soy tonta?, quiero la historia de verdad, la que empezó justo esa noche en la que acababa la que me contaste ayer, quiero conocer cómo cambio su vida y la tuya, y lo que sentiste al cabo de tanto tiempo, cuando volvisteis a veros… ¡qué no quiero fotos, te he dicho!, ¡para ya, haz el favor!… sí hombre, posar… ¡vas tu listo, yo posando!…
¡Qué tonto eres! ¿tú no tienes amigos?… ¿ah, no?… ¿y me quieres explicar qué hago yo en Roma, paseando con estas sandalias que me están matando?… además no me hacen más guapa… no me riñas encima, que bastante me arrepiento de habérmelas puesto, ya sé que no hacía falta… ¿qué quieres? ¡nos educan para ser idiotas! ¡bastante lista he salido!… mira, como es mi historia, las calles van a estar limpias y relucientes… me descalzo y a tomar viento… pues si no me ves la cara cuando te hablo te agachas, chaval, si es que la cuestión es quejarse…
Mira, ya estamos llegando… es bonito el sitio ¿verdad?… ¿qué pedimos? Va, cosas diferentes y así probamos varios platos… un poco de vino tomaría, pero escoge tú que yo de eso no entiendo. Me encantan los camareros romanos, tan guapos y siempre sonrientes… bueno, pues a mí me sonríen… anda pide tú, para mí un plato de esos de pastas con salsas distintas, pero me ayudas ¿eh? que son enormes… ¿has visto que buenos están los bastoncillos?…. oye, esto de tener la imaginación muy viva va de miedo… anda, busca que seguro que en esa mochila tuya llevas un chal blanco que me compré en Viena en un viaje de trabajo y que se me quemó unas Navidades hace ya años… es que refresca… ¿lo ves? ¡nuevo cómo el primer día!… se agradece, me estaba quedando helada… igual hasta hay una chaqueta para ti… mira a ver si hay una corbata también, que me gustan los señores con corbata… corre y cuéntame esa historia, que la quiero saber ya mismo…
¿Ahora?… ahora vamos a la Fontana… ¿ya te he dicho que eres tonto, verdad?… pues sí, vamos a hacer el guiri… ¡somos guiris! iremos a la Fontana de Trevi y pienso meter los pies en la fuente… no, no tengo previsto estornudar en esta historia… no te quejes, te puedes fumar un cigarrito mientras yo hago la cabra loca metida en el agua hasta los tobillos… ¡es que si no lo hago no me parecerá que he estado aquí!… además las calles que llevan a la Fontana son tan bonitas… ¿oyes esa canción?… ¿cómo que no bailas?… ¡eso te has creído tú!… es mi historia y en mi historia bailas si a mí me da la gana… bueeeeno, vaaaaale, hay que ver hijo, cómo te pones… pues no bailamos… pero te hubiese gustado, yo bailo bastante bien… dejo aquí las sandalias, recuérdame que no me las olvide, que soy capaz… anda que has tardado en encender el cigarro… pues que sepas que fumar no es bueno.
¿De verdad no te vas a mojar los pies, ni un poco siquiera?… ¡qué soso eres hijo!… ¡y te he visto hacer la foto, que lo sepas, que no soy tonta!… pero te dejo, porque con esta luz no se va a ver un pimiento… uy… pero si está amaneciendo… oye, que no me puedo quedar más, lo siento, mañana tengo una de esas reuniones en las que, según tú, todos se postran a mis pies; tú quédate hasta que acabes el cigarro, pero no te entretengas demasiado, que tienes que madrugar.
(continuará… 
o no…)
……..
Como veis, después de publicar la entrevista me he envalentonado y me atrevo a publicar ficción. Porque la historia de hoy no ha pasado nunca… aunque mientras lo escribía, pasaba… es decir, no es verdad, pero tampoco es mentira… es otra cosa… ¡es un cuento!
Sé que en mi vida «real», en la que se contaría si alguien escribiese un día mi biografía, me he mojado los pies en la Fontana di Trevi; también sé que en Viena me compré un chal blanco, de seda, que un idiota me quemó con un cigarro en una pista de baile unas Navidades… pero no recuerdo que nadie me haya esperado nunca en el Caffè della Pace y menos con una mochila cargada de libros… bueno sí, lo recuerdo, pero creo que eso pasó hace mucho tiempo o tal vez esta misma madrugada… mientras yo estaba en esta casa que todavía huele un poco a pintura y está llena de cajas por recoger…
¡Feliz domingo, socios!