Captura de pantalla 2016-05-19 a la(s) 20.53.48Las olas están demasiado lejos para romper el silencio. Su luz, sin embargo, se extiende lentamente hasta el extremo de la bahía, donde la arena se cubre de arbustos al pie de la colina. El sol ya no calienta cuando volvemos de la playa al caer la tarde. Las voces desaparecen al otro lado de la carretera y en lo alto de la cuesta que lleva a la casa el aire se vuelve más fresco. Desde allí, se ve a los chicos que juegan alrededor de la piscina como sombras proyectadas sobre una sábana. Los veo mover los brazos, empujarse, perseguirse y hacer equilibrios sobre la hierba. Deben de estar gritando, pero no los oigo. Parecen actores de una película muda. Dentro de un rato subirán, descalzos, con el pelo pegado a la cara, los labios morados y la piel erizada, hambrientos. Pero ahora, si los miro moverse, el silencio que los envuelve aumenta la distancia, como si los apartara hacia un lugar sin tiempo, un lugar que no es presente ni pasado, un lugar como el de las olas que se suceden también mudas.

Está a punto de anochecer y abajo se han encendido las farolas. Del agua azul emerge una luz difusa que envuelve la piscina en una quietud perfecta. La colina al fondo de la bahía está completamente a oscuras. Las olas ya solo marcan la orilla con un destello intermitente. Pronto subirán. Iba a escribir que la oscuridad ha ocultado también las sombras de la piscina, pero no, no es verdad. Apenas puedo distinguir nada desde aquí arriba, pero ellos siguen allí y estoy seguro de que subirán, porque para eso estoy contemplando el paisaje, procurando no descuidarme, vigilando la caída del sol. Esta vez llegarán las voces antes que sus cuerpos, aunque en un instante todo volverá a estar unido. Y al final del día, después del baño, se encenderá la luz de la terraza y los chicos se sentarán exhaustos, con la piel fresca, los ojos ardientes. El estruendo de las fichas sobre la mesa traerá de vuelta, al azar, una de tantas noches de verano que se han ido acumulando con los años, muchas olvidadas, ninguna perdida.

El verano nunca promete lo que no puede ofrecer. No engaña. Solo tenemos que saber llegar hasta él. A veces parece imposible, como si estuviera muy lejos, como si lo hubiéramos extraviado. Pero solo es una ilusión. Lo llevamos dentro.

Imagen: Mar Serena, 2016, E. A.

Artículo publicado el 12 de mayo de 2016 en el periódico La Opinión de Murcia.