Ahora ya era tarde, lo sabía. Ahora que por fin comprendía su mirada, era una mirada sin tiempo, como si fuera una invitación recibida con retraso. Y lo peor era que saber que ya era imposible hacía más dolorosa la convicción de que, de repente, había encontrado la forma de combinar los horarios de trenes y las palabras que le diría. ¿Por qué no lo había hecho unos años antes, cuando todo habría sido posible aún?

Si un domingo cualquiera, cuando todavía los días eran largos, hubiera cogido el primer tren de la mañana habríamos tenido seis horas para nosotros, lo que era toda una vida, aunque entonces nos parecía un segundo de nada. Pero entonces no sabía que un beso podía durar una eternidad. Cuando eres joven puedes sentirlo todo y no saber nada… Ahora me sabía de memoria los horarios de los trenes y lo que podía durar un beso.

Nada más bajar del tren habría buscado una cabina y y la habría telefoneado para proponerle que me llevara al jardín botánico que ella tan bien conocía. Hacia las dos, casi a la sombra de los árboles del jardín, habríamos comido algo juntos en la terraza de un restaurante del que tantas veces me había hablado. Allí nos habríamos demorado un poco al sol, con el café y alguna copa, y después habríamos dado un paseo fingiendo que no le hacíamos caso al reloj, pues tendríamos todavía tiempo de sobra.

Para el regreso había un tren a las ocho. Ella me habría acompañado hasta el andén y yo habría visto en su mirada el miedo a la soledad y al vacío de los días que vendrían. Y habría notado entonces la urgencia del beso porque puede que al final se hubiera hecho un poco tarde. Después ella se habría apoyado en la pared, junto a la máquina de refrescos, ahora ya confiada, como si supiera que ese día no acabaría nunca, y no se movería hasta mucho después, cuando el tren, conmigo dentro, se iba alejando a toda velocidad, cada vez más deprisa, como si fuera posible llenar de tiempo el futuro abierto por el beso.

Imagen: John Henry Twachtman. Trees in a Nursery, 1889.

Artículo publicado el 26 de diciembre de 2014 en el periódico La Opinión de Murcia.