The Stove_Duncan Grant Abrió la puerta de la habitación y allí estaba la cama pintada de verde, a sus pies la alfombra de bambú, al lado, el palanganero de madera sobre el que se mantenía en equilibrio una reproducción de un cuadro de Magritte con una esquina rota; enfrente, el piano de pared, y encima un suéter de lana que, cerrando los ojos, acarició en silencio. Se sentía agotado. La larga conversación en el café había removido sus recuerdos, separando capas de silencio y de distancia, como si las preguntas y los “te acuerdas” y los “qué pensaste” y los “y si…” hubieran ido recortando los años hasta dejarlo a la intemperie, desamparado, como calado hasta los huesos por emociones olvidadas.

Habían pasado tantas cosas en una sola tarde… Y solo había habido una conversación de palabras pronunciadas con temor, frases entrecortadas, fantasías, deseos que se mantenían intactos como una pregunta sin respuesta. Se sentía como si hubiera hecho un viaje de ida y vuelta a su pasado a través de la mente de otra persona. Ella había aparecido por sorpresa, como salida de la nada, y lo había envuelto en una red de palabras que, por olvidadas, tenían tal poder revelador que él pensó que la hipnosis debía ser algo parecido. Y ahora la habitación, que permanecía tal cual había sido una vez.

Se preguntó si lo que estaba viendo ahora le pertenecía a él o a ella. Si era un recuerdo suyo o de ella. Si era una visión inducida por ella o los restos del deseo que la conversación había hecho renacer en él. ¡La habitación no existía ya! Eso lo sabía, sin ninguna duda. Hacía mucho tiempo que había desaparecido todo aquello. Y, sin embargo, allí estaba. Abrió la ventana y la cortina palpitó suavemente esparciendo el aroma nocturno del jardín. La habitación iba quedándose a oscuras, pero él no se atrevía a encender la luz. Solo se oía su respiración.

Se acercó al cuadro de Magritte y tocó con los dedos la esquina rota. Las astillas de la tabla que le servía de soporte estaban frescas, como si se hubiera roto ayer mismo. Nunca pensó que podría encontrar algo así. Las notas del piano sonaron muy lentamente. Ella acariciaba las teclas, se daba la vuelta y le sonreía. Se interrumpía y volvía a empezar.

Imagen: Duncan Grant (1885-1978). The Stove, Fitzroy Square.

Artículo publicado el 2 de julio de 2015 en el periódico La Opinión de Murcia.