Una mujer reflexiona durante toda su vida sobre un error que cometió cuando era una niña. Desde la vejez mira el pasado, repasando una y otra vez el día que marcó su vida, y llena de remordimientos busca el perdón. Pero no hay expiación posible para ella. Todo lo que puede hacer es reconocer el mal cometido e intentar ser mejor. Solo puede aspirar a perdonarse a sí misma y entregar su vida a aquellas personas a las que falló. Al final, ella, con su imaginación, les dará la felicidad que se merecen. Este es el tema de la novela Expiación, de Ian McEwan.
Me he acordado de ella al leer un artículo de Gustavo Martín Garzo sobre la última película de Almodóvar, que al parecer trata también de una mujer atormentada por la culpa. Según cuenta, la película habla de lo que perdemos al vivir, de cómo las personas acaban abandonándose unas a otras, incluso las que se aman, porque el amor es un engaño que promete lo que no puede cumplir, al hacernos creer que en la vida puede haber unidad, cuando en realidad “no hay ningún todo, ningún misterio, todo está roto”. Era un artículo extrañamente pesimista para ser de Martín Garzo, que incluso llega a señalar lo forzado que resulta el final feliz de la película.
La posibilidad de un final feliz es también la clave de la novela de McEwan. Hay un final real, que es la imposibilidad del perdón, la vida entera como expiación. Pero, como en la película, hay otros finales posibles que incluyen la reconciliación. Esos finales alternativos son fruto de la imaginación, es decir, de la literatura, que es el reino de la infancia, donde pervive “la magia en el corazón del que llora”, el reino del amor, que es el anhelo de repetir, el reino de la lectura, donde nada se pierde.
Es muy fácil no entender nada. No hace falta ser muy lúcido para ver que todo está roto. Quizá nuestra época no acepte ya los finales felices. Sin embargo, la literatura ve lo que no se ve, como el amor. Quizá el amor sea un engaño, quizá no haya perdón, pero lo seguimos intentando. Como se dice en la novela, ese afán por unir no es debilidad sino “un postrer acto de bondad, una resistencia contra el olvido y la desesperación”.
Imagen: Cometa, R.A. (2016).
Artículo publicado el 26 de mayo de 2016 en el periódico La Opinión de Murcia.