OLYMPUS DIGITAL CAMERA A Susan Sontag le encantaba hacer listas. Las tenía de todo tipo: libros por leer, películas preferidas, cosas en las que creía y en las que había dejado de creer, sus defectos (“esperar que el amor incluya -y excluya- todo”), palabras que encontraba, ideas sobre las que pensar, etc. Sus diarios están repletos de ellas. Yo soy pésimo haciendo listas, quizá porque si me atreviera con una sobre mis cualidades, la de metódico y ordenado no aparecería. Las que peor me salen son las de propósitos o tareas, soy incapaz de imaginar el tiempo como una extensión continua en la que se pueden ir alineando intenciones como si ordenáramos la despensa. Para Sontag, las listas formaban parte de su método de transformación. Los psicólogos dicen que, además de ayudarnos a conseguir objetivos, hacer listas revela la coherencia de una persona. Las cosas que queremos hacer se ajustan a una pauta y de esa forma cobran sentido. Creo que los psicólogos exageran, aunque sí es cierto que una lista bien pensada nos hace creer que tenemos las cosas bajo control.

No me gusta hacer listas, pero sí leer las de otros. La lista que más me ha intrigado entre las que conozco de Susan Sontag es la que anotó cuando su hijo cumplió siete años: diez normas para educar a un niño. Es una lástima que las leyera cuando ya era tarde, aunque eso es propio de las listas, nunca las tienes a mano cuando las necesitas. Eran diez normas. Algunas son de puro sentido común, pero otras solo se aprenden con la experiencia. “Hacer que sea consciente de que existe un mundo adulto que no es asunto suyo; No desalentar sus fantasías infantiles; Hablar siempre bien de su padre (sin malas caras, suspiros, impaciencia, etc…); No suponer que lo que no te gusta hacer, a él no le gustará tampoco”… ¿A quién no le hubiera gustado tener esa lista pegada a tiempo en la puerta del frigorífico? Al menos para poder incumplirla conscientemente. Me pregunto si hacer una lista de esas tiene de verdad efectos positivos y es capaz de darnos algún tipo de control y orden sobre esas cuestiones que son pura e imprevisible vida. Para empezar, la primera norma ya resulta bastante desalentadora: “Ser coherente”. Si yo tuviera que hacer una lista así ¿qué pondría? Solo se me ocurre un consejo: deja el reverso de la lista en blanco, que lo vas a necesitar.

Imagen: Albufera (2016), E.A.

Artículo publicado el 9 de junio de 2016 en el periódico La Opinión de Murcia.