El placer es mucho más profundo que el dolor, porque quiere permanecer.
Friedrich Nietzsche

Leer un buen libro es un placer y -de vez en cuando conviene escuchar a Nietzsche-, como tal resulta más profundo que el dolor. Si, además, al probarlo una descubre que es el remedio que alivia sus aflicciones (no a todos nos calma la misma medicina), busca repetir la experiencia una y otra vez. Por eso existen personas que, como yo, se hacen mil veces el juramento de no comprar ni un libro más mientras no lean todos los que tienen en casa y otras mil veces lo rompen ante una estantería que no esperaban en una librería escondida. Lo que no suele sucederme últimamente es que me salte esa regla ante un expositor de libros un día como hoy. Será que todos tienen los mismos autores, será que acostumbran a ser novedades editoriales, será que una es cándida y si por ella fuese llenaría esas enormes mesas con pilas de clásicos, de autores reeditados, de noveles prometedores, de ediciones cuidadas… en fin, ¡yo que sé! El caso es que hoy saldré a la calle con una lista de libros que ni siquiera espero encontrar -con alguna excepción, que una se informa y según quien lo recomiende, vale la pena arriesgarse-.

Esta es mi lista de este año:

La solterona, de Edith Wharton. Enrique opina que exagero cuando digo que es su mejor novela y bien podría estar en lo cierto, porque cada vez que leo a esta autora me gusta más… pero el jueves acabé esta novela corta, en una maravillosa edición de Impedimenta y con un postfacio de Lale González-Cotta, con el que no puedo estar más de acuerdo y concluí que en La solterona cabe todo lo bueno de La edad de la inocencia y de La casa de la alegría junto, ¡que no es poco! Nada más cerrar las tapas ya me entraron ganas de regalárselo a alguien querido.

Nocturnos, de Kazuo Ishiguro. ¡Adoro a este autor! ¿por qué? pues porque sus libros siempre, siempre, me obligan a replantearme asuntos importantes… y ¡porque hace que escribir parezca taaaaaan fácil! Compré Los restos del día en una librería que hace tiempo que cerró. Tuve que pedírselo al librero porque a Ishiguro entonces no lo conocía casi nadie por aquí -aunque es verdad que eso duró poco tiempo. El librero la acababa de leer y me miró con respeto cuando se la pedí. Él sabía mejor que yo que se trataba de una joya escrita con maestría y elegancia. Espero mucho de esta recopilación de 5 relatos del autor.

El año del pensamiento mágico, de Joan Didion. Simplemente, creo que ha llegado el momento de ahondar en el proceso del duelo y en lo que la vida pasa a representar para los supervivientes. Lo que he leído de esta autora me hace esperar reflexiones honestas, que tal vez -solo tal vez- confirmen lo que siempre he creído: que frente a la enfermedad y a la pérdida no somos tan distintos como las formas que tenemos de exorcizarlas nos hacen aparentar. Lo leeré con la esperanza de que, sobre todo, me ayude a ayudar.

Lo que queda de nuestras vidas, Zeruya Shalev. Este libro está en la lista porque me encanta la autora, injustamente desconocida para el gran público en nuestro país. En este caso, dejaré que las razones para leerla las dé ella misma, creo que con este pequeño fragmento queda todo dicho.

¿Era acaso que el cuarto había aumentado su tamaño o por el contrario era ella la que había encogido? En todo caso se trataba de la habitación más pequeña de ese minúsculo apartamento y ahora que yacía en la cama de la mañana hasta la noche le parecía que sus dimensiones se habían agigantado: llegar hasta la ventana habría requerido de ella dar cientos de pasos, decenas de horas, y quién sabe si le alcanzaría la vida para lograrlo.

Reloj sin manecillas, de Carson McCullers. Porque McCullers es una de mis autoras favoritas desde que leí El corazón es un cazador solitario. Porque para celebrar el centenario de su nacimiento, Seix Barral ha reeditado su obra y lo ha hecho con el cuidado que la escritora se merece. Pero, sobre todo, porque hay quien dice que justamente esta, su última novela, es la más impresionante de cuantas escribió y eso, tratándose de McCullers, es decir mucho.

Y, naturalmente -con esto acabo, lo prometo-, en mis listas no puede faltar una novela negra. Esta vez apostaré por John Banville, perdón, por Benjamin Black y Órdenes sagradas. Me fastidia que las novelas, especialmente cuando están encuadradas en una serie, se publiquen desordenadas, pero es justo lo que pasó con esta y La rubia de ojos negros, que apareció antes, habiendo sido escrita a posteriori… pero qué le vamos a hacer. ¿Por qué esta especialmente? pues porque Banville, perdón, Black, siempre, pero siempre, siempre, es una buena elección.

¡Feliz Sant Jordi, socios!