«Visualizo a mi padre encorvado junto a la puerta trasera, atándose los cordones de las botas de seguridad para luego enfundarse los guantes de soldador en las manos encallecidas. El autobús escolar pasa por la carretera sin detenerse.
Aunque solo tengo siete años, sé que ese hecho, más que ningún otro, diferencia a mi familia: nosotros no vamos a la escuela.
»

Un buen libro siempre merece distintas reseñas, tantas como lectores, aunque la mayoría de ellos se abstenga de comentarlo. Leí Una educación y creo que ni siquiera esperé a acabarlo para recomendárselo a Enrique, pero curiosamente, eran tantas reflexiones las que me provocó esa historia, necesitaría tanto tiempo para pensar en todos los mensajes cifrados que encontré entre sus líneas, que enseguida desdeñé escribir sobre ella, ni siquiera en este blog. También creo que me sentía depositaria de un secreto que Tara Westover me había contado y yo no debía traicionar. En cierto modo sigo creyéndolo y por eso no voy a ahondar en un argumento del que ya ha hablado Enrique. Él me sugirió la idea de esta segunda reseña y aquí estoy, dispuesta a contaros lo que pasó entre ese libro y yo.

Me puse a leer Una educación sin saber siquiera que no era una novela, solo tras algo más de cincuenta páginas paseándome por la grandiosa naturaleza de las montañas de Idaho, el desamparo de la protagonista y lo extremo de su vida, se me ocurrió que aquello no podía ser ficción, al menos no del todo, ¿cómo inventar algo así? Fue entonces cuando me informé sobre la autora y descubrí que estaba leyendo un libro de memorias.

Poco puedo aportar sobre un libro que ha sido alabado y recomendado por The New York Times, BBC News, Daily Express, Library Journal y Entertainment Weekly, entre otros y que ha figurado desde su publicación en las listas de más vendidos. Pero poco no es nada, algo sí que os puedo asegurar: cuando empiezas a leer Una educación no puedes parar, estás condenado a conocer esa historia hasta el final. No solo por lo que Westover cuenta, sino por cómo lo hace; sin los recursos literarios propios de la ficción, con un lenguaje pulcro, sin florituras ni trucos, la autora logra conquistar al lector, arrastrarlo hasta un terreno desconocido en el que, como por arte de magia, transforma una historia personal y cruel en otra universal de la que todos podemos aprender algo.

Me atrevo a decir que Una educación es en esencia la historia de una obsesión, la que siente la autora por el conocimiento que acaba dotándola de las herramientas necesarias para desenmascarar su pasado y de la fuerza para enfrentarse con honestidad e indulgencia -sobre todo, indulgencia- a su propia realidad.

«Podéis llamarlo transformación. Metamorfosis. Falsedad. Traición. Yo lo llamo una educación.»

Así justifica Tara Westover el título de sus memorias y lo hace al final del libro, porque intuye que el lector está buscando una forma de definir y dar sentido a lo que acaba de leer y a lo que acaba de pasarle; porque sí, pasan cosas dentro de uno cuando lee ese texto… y siguen pasando cosas muchos días después de leerlo.

Imagen: Foto de Julia Volk en Pexels

TARA WESTOVER nació en Idaho en 1986. Inició sus estudios en la Brigham Young University con diecisiete años y se graduó en Arte en 2008. Obtuvo un posgrado en el Trinity College, Cambridge, en 2009. Consiguió una maestría en Filosofía y se graduó en Historia en 2014, después de una estancia en la universidad de Harvard. Actualmente reside en Londres.