
Un debut en la vida
A sus cuarenta años, la doctora Weiss comprendió que la literatura le había destrozado la vida.
Según su costumbre reflexiva y académica, lo atribuyó a que había recibido una educación moral deficiente, pues las fuerzas antagónicas de su padre y de su madre se aliaron en este caso para exigirle que considerase la trayectoria de Anna Karenina y Emma Bovary pero emulara la de David Copperfield y la Pequeña Dorrit.
En realidad todo había empezado mucho antes, cuando, en algún momento ya olvidado de su primera infancia, se quedo dormida, embelesada, mientras su niñera susurraba: «Cenicienta podrá ir al baile».
Un debut en la vida. Anita Bookner.
Prólogo de Julian Barnes.
Traducción de Catalina Martínez Muñoz.
Editorial Libros del Asteroide, 2018.
Un debut en la vida es la historia de una lectora, Ruth, y la forma en la que la literatura influye en su vida. La protagonista lee para protegerse de los que tienen la obligación de protegerla. Hija de unos padres que no han abandonado el egoísmo infantil, lo único en lo que puede apoyarse para no acabar ella también con un maravilloso complejo de Peter Pan es, curiosamente, la fantasía, especialmente la que atañe a los personajes de las novelas de Balzac sobre el que está escribiendo su tesis doctoral. La literatura en suma, en el referente máximo de la vida de la protagonista. Ese hecho convierte a esta historia en la que, todos los que caímos en las garras de la lectura en la infancia, deberíamos leer.
Uno puede obsesionarse con la lectura por muchas y diversas causas, pero nunca sin motivo. Los de Ruth Weiss son sencillos: no tiene otro remedio, no conoce otro refugio ni se le ocurre mejor forma de huir de la realidad y mejorarla. Dicho así parece que estemos hablando sobre una novela triste y sin duda lo es: triste y a la vez increíblemente divertida. De repente, lo que parece imposible sucede, gracias a la madurez de la escritura de Anita Brookner: los personajes rozan el patetismo y por eso mismo consigue arrancarnos una sonrisa gracias a la ironía con la que nos los describe, pero, en paralelo, despliega sobre sus cabezas una especie de velo de indulgencia que nos obliga a perdonarlos.
Los niños que leen suelen devenir en adultos capaces de analizar lo que les rodea con una cierta distancia escéptica y recurren a menudo al sentido del humor para no caer en el cinismo o simplemente para sobrellevar las etapas más duras, que sin duda coinciden con las de renuncia.
Un debut en la vida es una novela magnífica que de una forma liviana nos incita a reflexionar sobre temas fundamentales en la vida: la necesidad de aceptarnos tal y como somos con independencia de lo que eso les parezca a los demás, la importancia de saber distinguir entre los verdaderos y los falsos amigos, la sobrevaloración de la astucia y, sobre todo, el corrosivo poder del desengaño ante lo que era un axioma de vida para Ruth. Su entrega a los demás no solo no es recompensada sino que la obliga a echar por tierra sus propios proyectos, sin obtener a cambio ni el más mínimo atisbo de reconocimiento a su responsabilidad y lealtad.
Pero al final siempre aparece alguien que nos salva y normalmente ese alguien somos nosotros mismos. Para Ruth, finalmente, también existe una oportunidad, un debut en la vida.
«En silencio, algunas tardes, con la cabeza apoyada en la mano, dejaba que el atardecer invadiera poco a poco su salita de estar y pensaba una vez más en la obra en la que se la había confiado un papel tan exigente».
Y, si todavía no os he convencido para leerla, pensad que buena parte transcurre en París, que resulta ser –una vez más- la ciudad del amor y, como dice uno de los personajes de la novela, «sin amor no había ninguna razón para la esperanza».
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Nacida en 1926 en Londres, doctorada en Arte, Anita Brookner fue la primera mujer que consiguió la cátedra Slade en la Universidad de Cambridge. Tras la publicación de múltiples estudios académicos, probablemente responsables de la madurez que manifiesta en su primera novela, apareció A Start in Life, en 1979. Su tardío debut como novelista -como tardío es el debut en la vida de la protagonista de la novela-, no trajo consigo, como algunos vaticinaban, una carrera efímera. A esta le siguieron veintitrés novelas más, entre las que cabe destacar Hôtel du Lac, que en 1984 ganó el Booker Price.
El extraordinario prólogo de Julian Barnes corresponde a un texto publicado el 18 de marzo de 2016 en el periódico The Guardian, 8 días después de la muerte de la escritora.