
Esta es la historia de una vida ordenada… hasta que se desordena. Su protagonista es un hombre racional, desapasionado, sereno, a quien le gusta tenerlo todo bajo control, cada cosa en su sitio, en perfecto orden. Sin embargo, ya desde su infancia, cuando empieza el relato de su vida, ocurren cosas por debajo de ese orden, sucesos que parecen insignificantes, pequeños, pero enigmáticos, emociones que no se atreve a racionalizar, efectos imprevistos que le irán poniendo cada vez más difícil la colocación de las piezas en orden.
En la infancia atraviesa el mundo subterráneo con naturalidad, sin necesidad de hacer preguntas, pero al crecer y convertirse en un joven bien situado que va integrándose en la sociedad pronto se va poniendo en evidencia que ordenar puede derivar en una falsificación, el aparente control que da poner etiquetas para eludir el riesgo de comprender. Tras una falsificación cae otra como fichas de dominó hasta que le cuesta reconocer su propia vida. A costa del orden, solo le va quedando una visión parcial de las cosas, como quien mira de soslayo, sin fijarse mucho, apenas una ojeada, porque carece de la fuerza necesaria para mirar de frente.
Hacerse consciente de su vivir a medias resultará letal para un hombre acostumbrado al perfil nítido de las cosas, el orden perfectamente racional, la claridad de pensamiento. Entonces, se le presenta la posibilidad de cambiar,
“algo que nunca había imaginado hasta el momento: la posibilidad de una vida muy diferente a la suya… Hasta el cambio de otro carril se hizo concebible e incluso, de una extraña manera, real”.
¿Y qué vendrá después del desorden?
Todo está contado con fría delicadeza, impasible orden, con la seguridad de que el narrador conoce todas las estaciones, e incluso la terminal, por las que pasará el protagonista, como si se burlara de su ceguera, pero sin llegar a ridiculizarlo. Las extraordinarias descripciones del paisaje sirven para sondear las turbulencias de su alma, su extrañeza ante las caminos que la nueva realidad le va abriendo. Escenas perfectamente construidas, llenas de matices reveladores (“Conrad bebió champán y bailó con aquella pelirroja que colgaba en sus brazos como un haz de luz de paja perfumada”), colocan al lector en una posición de privilegio para percibir la magia del momento, la intensidad emocional de lo que se vive, en contraste con la frialdad de un personaje que no logra tocar ni entender la verdad del instante.
El narrador cuenta la historia de Conrad Castiletz, un tipo gris, pero hermético y con facilidad para abrirse paso en el mundo, desde su infancia en la Alemania de los años veinte, en estricto orden cronológico, hasta su madurez, manteniendo al lector en vilo, con pasajes de gran belleza y profundidad reflexiva, para relatar un viaje de descubrimiento interior en el que se fusionarán la vida con una forma de entender la escritura como
“el sacrificio más grande que pueda realizarse en el espíritu: ver el mundo tal como es y no como debe ser. Y declaran nulas y sin valor todas las reivindicaciones de un mundo diferente que todavía se mantienen en el fondo de los corazones y que duermen en una cuna hecha de sueños. Para dichos espíritus solo existe una única realidad y no hay otra a la que uno pueda huir, aunque sea bajo el pretexto de que algún día pueda realizarse”
El rigor de la vida se impone cuando su pureza penetra con toda su intensidad justo en el momento en que, consciente por primera vez del pasado y del presente, descubre que todo es provisional y, por lo tanto, se puede abandonar. Saldrá a flote finalmente el desorden perfectamente etiquetado de su vida, lleno de cosas que creía haber visto, pero que solo ahora contempla con lucidez. Lo que queda es llenar el vacío sin rechazar nada, con entera libertad, “en el momento de la miseria más profunda y gélida de su corazón”.
El autor escribió que “una obra narrativa lo es tanto más cuando menos idea puede hacerse uno de ella por su contenido”, una idea puede aplicarse muy bien a esta novela, donde lo que asoma es solo la parte mínima de una realidad imaginada que permanece escondida, inaccesible de una forma inmediata, pero que nos incita a la reflexión, porque en ella, en las cosas insignificantes que solo vimos a medias, descubrimos que la vida nos sobrepasa. Los personajes siempre caen de ese otro lado. Y del lector depende seguirlos hasta donde pueda o le lleve su interés, su esfuerzo y su imaginación.

- Título: Un asesinato que todos cometemos
- Autor: Heimito von Doderer (1896 – 1966)
- Traductor: Adan Kovacsics
- Editorial: Acantilado. Año: 2011