Aunque son dos libros muy diferentes es una buena idea leerlos juntos. Eso es lo que han debido pensar las editoriales Períférica y Errata naturae al lanzarlos con portadas similares y proponiendo una lectura como si uno fuera la continuación del otro. Entre ambos abarcan un largo y convulso periodo de la historia de Alemania dividido en varias etapas cuya difícil comprensión exige que se observe desde el pasado y el futuro. Hay algunas preguntas que uno (el lector, pero también los propios personajes) no deja de hacerse durante la lectura: ¿cómo pudo ocurrir? ¿qué pasará después? ¿cómo se asimila la desaparición del mundo conocido? ¿cómo se puede vivir después de haber sufrido lo peor?
‘Tú no eres como otras madres’ es un relato autobiográfico de una mujer nacida en 1927 en Alemania que cuenta la historia de su familia desde los años previos a la Gran Guerra y hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. A través de la reconstrucción de la vida de su madre, la autora ofrece una historia íntima de relaciones personales que conforme se ve envuelta en los grandes acontecimientos del mundo adquiere los tintes trágicos que la convierten en una gran historia que sirve como representación de un momento crucial de la historia de la humanidad.
Hay dos aspectos que le dan a esta novela una dimensión especial y, en mi opinión, hacen de ella una obra profunda y auténtica. En primer lugar, la personalidad de su protagonista, la madre de la autora, Else, una mujer temperamental y apasionada, cuyas ansias de vivir y su capacidad de amar la llevarán a abrir caminos de libertad sorprendentes para una mujer de su tiempo y que encuentra en el Berlín de los locos años veinte el ambiente idóneo para disfrutar de una juventud alegre y despreocupada. Una época plena de dicha y belleza que marcará para siempre su sentido de la vida, para bien y para mal porque cuando llegan las sombras y ese mundo de esplendor empieza a difuminarse como un espejismo, la vida le advertirá de que el tiempo no se detiene y que no transita solo por la felicidad. Cuando llega Hitler al poder en los años treinta, Elsa se pregunta si los castillos en el aire pueden durar sin derrumbarse. El lector ya sabe la respuesta y sus peores temores se confirmarán en la segunda parte de la novela, que hasta el final avanzará entre el asombro, la incredulidad y la pena, mientras que la protagonista iniciará también una nueva vida en la que su eterna disputa entre el deber y la pasión le planteará nuevos retos. Y aquí encontramos el segundo aspecto destacable: la narradora y la perspectiva desde la que escribe.
Mediante una doble mirada: objetiva para la reconstrucción de los hechos y subjetiva para el relato de sus relaciones con la protagonista, primero como niña y luego como adolescente; la narradora consigue dar consistencia y continuidad a los personajes con toda la profundidad y complejidad que exigen los trágicos acontecimientos a los que tienen que enfrentarse. La capacidad para captar las emociones y, sobre todo, la sinceridad del tono, siempre alejado de la simplicidad o la autocomplacencia, consiguen lo más difícil de la ficción: la creación de un personaje complejo que crece a través de sus transformaciones interiores hasta convertirse en algo inagotable e inmortal.
La novela termina en 1949, cuando en medio de las ruinas de un país destruido y de una humanidad herida para siempre, y tras una vida en la que no puede caber más dicha, pero tampoco más sufrimiento, la protagonista escribe una carta en la que hay una frase que sirve como título al último capítulo: “Y sin embargo la vida ha sido bella”.
Una frase que, convertida en pregunta, se puede considerar como punto de partida de la segunda novela que nos ocupa en esta doble reseña: ‘Regreso a Berlín’. Esta es una novela quizá más esquemática e incluso didáctica que, sin el carácter torrencial de la primera, nos ayuda a comprender una época tan importante de Europa y, sobre todo, de la Alemania contemporánea y también, con múltiples respuestas, a responder a esa pregunta inicial sobre el sentido del mundo a la que Else daba un sí rotundo, pero frente a la que otros muchos optaron por la sentencia de Adorno que negó la posibilidad de la poesía después del Holocausto.
Quien regresa a Berlín es un hombre de mediana edad atormentado por su pasado y cuya crisis de identidad le ha llevado tras muchos años de exilio a renegar de su nacionalidad alemana. Acompañado de su mujer y de una amiga estadounidense, que ejercerá de testigo y narradora, volverá a la ciudad que abandonó huyendo del nazismo para reencontrarse con los fantasmas de su pasado entre las ruinas de la guerra y el milagroso renacer alemán. Durante su viaje tendrá que enfrentarse a sus propios prejuicios y creencias sobre lo que cada uno de sus familiares y amigos hizo frente a los crímenes nazis y al gran debate sobre el que la nueva Alemania iba a reconstruirse: la culpa individual y colectiva de una nación que causó la mayor de las barbaries contra la humanidad. Será por lo tanto un viaje de reconocimiento de las propias responsabilidades y de descubrimiento de las debilidades y cobardías, pero también sacrificios y heroicidades, de todos los participantes en el drama.
Destacan en la novela las descripciones de las ciudades todavía en gran parte reducidas a escombros y la caracterización psicológica de los personajes a través de extensos diálogos en una trama cuya sencillez y orden ayudan a contemplar el gradual desvelamiento de cada uno de los personajes como en un escenario teatral, de modo que el lector acompaña al protagonista con las mismas dudas y la misma mezcla de miedo y necesidad de saber lo que pasó. Las escenas del paseo por las ruinas de Berlín y la visita al campo de concentración de Bergen-Belsen son estremecedoras. Empujado por esa irrevocable búsqueda de la verdad, que será amarga, el protagonista combatirá con sus demonios interiores en una lucha entre la desesperanza y la esperanza que por desigual parece abocada a la derrota. Nada puede deshacer el pasado, pero ¿se pueden curar las heridas? ¿y perdonar o ser perdonados cuando el daño causado es el más atroz? Cada personaje deberá responder en su conciencia a estas preguntas fundamentales y seguramente le llevará toda una vida. En el tiempo que abarca la novela, 1956-1958, no puede haber respuestas definitivas. Lo que sí hay es la valiente y compasiva lucidez de la mirada de la narradora, cuya sensibilidad y sutileza en la captación de emociones sinceras y compartidas consigue llenar de vida el espacio de la desesperanza.
Si con la primera novela se podía rescatar la belleza del pasado, a pesar de todo, con esta se nos ofrece la posibilidad de que el futuro todavía puede ser bello.
SOBRE LAS AUTORAS
Angelika Schrobsdorff (1927-2016) es una prestigiosa escritora alemana, autora de diez novelas y dos libros de cuentos, pero desconocida en España hasta la publicación el año pasado de ‘Tú no eres como otras madres’, un bestseller en Alemania y una revelación en nuestro país. Tras vivir largo tiempo en Israel y otros países, regresó hace unos años a Berlín, la ciudad donde transcurrió su infancia hasta que con la llegada al poder de los nazis en 1938 tuvo que exiliarse junto a su familia a Sofía (Bulgaria). Estuvo casada con el cineasta Claude Lanzmann, director de Shoah. Murió el año pasado, aunque curiosamente ningún periódico español dio la noticia. Incluso en las notas biográficas y reseñas escritas después se sigue hablando de ella como si todavía estuviera viva, hasta tal punto que empecé a pensar que podía ser un error de wikipedia. Mercedes Montmany, experta en literatura alemana, sí da el dato.
Verna B. Carleton (1914-1967) es una periodista y escritora estadounidense de ascendencia alemana que trabajó en el New Yorker y otras revistas. Vivió en París, donde fue amiga de Sylvia Beach, y en México, donde frecuentó los círculos artísticos de Frida Kahlo. ‘Regreso a Berlín’ está basado en la experiencia real de un viaje que realizó a Alemania en 1957 junto a Gisèle Freund, fotógrafa exiliada debido al nazismo.
En España, las editoriales encargadas de rescatar a estas dos autoras han sido, de forma conjunta, Errata naturae y Periférica.
Imagen: Angelika Schrobsdorff y Verna B. Carleton.