
«Resulta poco frecuente que la juventud se permita una felicidad perfecta. Da la impresión de que deben realizarse demasiadas operaciones de selección y rechazo como para poder ponerse al alcance del subyugante despertar de la vida.»
Estamos ante una de las primeras novelas de Edith Wharton. Cuando publica Santuario, ya es una mujer adulta, pero todavía no ha alcanzado la madurez como escritora, en realidad, aún faltan 17 años para que su más aclamada novela, La edad de la inocencia, vea la luz y la consagre al ganar el Premio Púlitzer en 1921. Santuario es, por lo tanto, casi, casi, una novela de iniciación y, sin embargo, ya contiene todo lo que va a darnos Wharton en el futuro: una historia enraizada en la ética, en la que no se escabulle a la hora de optar por un bando y que enfoca desde una perspectiva casi de socióloga moral, analizando la vida de la clase alta de su época con una ironía casi fotográfica.
En Santuario, Edith Wharton noa presenta un tema que será recurrente en su obra: la hipocresía de la alta sociedad de la época a la hora de salvaguardar el poder y la hegemonía de las familias más pudientes. Gesto audaz y valiente por su parte, dado que ella misma pertenecía a la clase social cuyos hábitos criticaba. A medida que la autora madure como escritora, ese análisis costumbrista se hará más complejo, más elaborado, más sutil; sin embargo, hay un encanto en la sencillez de la forma en la que aborda el problema en Santuario. La historia se basa aquí en los motivos y la manera en la que los poderosos esconden los trapos sucios y en cómo se intenta esquivar la responsabilidad individual de las acciones más mezquinas con la justificación de enmendar las consecuencias que estas tengan en el futuro.
Ni puedo ni quiero negar que me gusta el estilo de Edith Wharton y el modo en el que disecciona una manera de vivir que penaliza la bondad del individuo. En Santuario falta la sofisticación de la prosa que la autora exhibirá en sus novelas posteriores, pero ya encontramos la perfecta técnica en la narración, que se hace comprensible incluso en los momentos de más complejidad argumental y, sobre todo, la maestría con la que integra los diálogos en el texto y la potencia dramática de la trama, que crece a medida que se acerca el final de la novela.
Como siempre en Impedimenta, la edición es impecable, aunque debo ponerle una pega en esta ocasión: en mi opinión sobra el prólogo de Marta Sanz, escrito más bien como un epílogo para alguien que ya ha leído la obra. Personalmente, opino que aporta muy poco, pero que si deseáis leerlo, lo hagáis al final y no al principio, porque Santuario no tiene un argumento predecible y Sanz -como tantas veces ocurre en los prólogos de las novelas clásicas, que parecen escritos dando por sentado que siempre se trata de relecturas- no duda en contárselo al lector con todo lujo de detalle.
Por lo demás, Santuario es valiosa por sí misma y, sobre todo, como iniciación a una lectura más profunda de Wharton, de la que todos conocemos La edad de la inocencia, pero pocos La casa de la alegría, para mí la mejor de sus obras.
Animaros y leed a Wharton, ¡no os arrepentireis!
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Título: Santuario
Autora: Edith Wharton
Traductora: Pilar Adón
Año de publicación: 2007
Prólogo: Marta Sanz
Editorial: Impedimenta