«Amanecer», Fusky (en Flickr)

Escoger un tema para empezar el año es complicado; yo hoy tenía dos opciones en mente, una era comentar el libro que acabo de leer y que me tiene bajo su hechizo y otra hablar de esa absurda carrera que noto en los ambientes de Internet por acumular visitas, seguidores o hipotéticos amigos… y que me parece (lo siento) una solemne estupidez. Si nunca coleccioné cosas… ¡como para ponerme ahora a coleccionar personas!
Pero, obviamente, esta segunda opción tenía pocas oportunidades, porque se enfrentaba a Drácula de Bram Stoker, novela recomendada por D. y Arati encarecidamente (con ellos disfruté del preoperatorio, en el postoperatorio me ha acompañado Dampyr, todos buena compañía… pudiendo escoger –Internet es lo que tiene-, tampoco me voy a quedar con los más tontos, vamos, ¡digo yo!).
Sorbo de café y concentración. Allá voy. No es una novela de miedo. Lo aviso. Si hay una persona miedosa sobre la faz de la tierra, esa soy yo. Vergüenza me da, porque representa que esas cosas me las creo y se supone que no debería.
Como me da pavor destriparle un buen libro a alguien, sólo os diré que no sólo es una novela, es un tratado sobre el enfrentamiento ciencia-religión-superstición, sobre la reivindicación de la inmortalidad del cuerpo y no sólo del alma, sobre la emancipación de la mujer (con esa Mina que va haciéndose más y más poderosa a medida que avanza la novela)… en fin, un poco de todo y todo interesante. Da para más de una tertulia.
Desde luego, ha sido un libro fantástico para empezar el año. Para no ser una amante de la novela gótica me quedé enganchada con Frankenstein y ahora voy por el mismo camino con Drácula (¡es que Stoker lo pinta tan byroniano que no se puede una resistir!).
¡Pena que haya leído Cumbres Borrascosas que es lo que –vete a saber tú porqué- me apetecería leer ahora!
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