Gloria, de Vladimir Nabokov.  Novela de juventud y sobre la juventud: el descubrimiento del amor, los años universitarios, los sueños y ambiciones, las decepciones. Todo ello en el escenario de la ciudad de Cambridge y con la visión romántica, sensitiva y soñadora, siempre en busca de la belleza en su fugaz plenitud, de Vladimir Nabokov.

Después del diluvio, de Francesca Cañas y Enrique Arroyas. Esta novela no puede faltar en nuestra maleta por razones obvias: creemos en ella. “El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido”; con esta cita de ‘El libro de los amores ridículos’, de Milán Kundera, arranca la primera parte de esta historia sobre la amistad y el amor a lo largo del tiempo, que tantas alegrías nos está dando. Hablamos tanto de los libros que escriben los demás que, por una vez, nos vais a dejar que hablemos del nuestro… ¡a nosotros nos encanta!

Todo lo que no te conté. Celeste Ng.

Todo lo que no te conté, de Celeste Ng. Las razones para leer esta novela os las conté en esta entrada de hace apenas unas semanas. Lo que entonces no sabía era que la segunda obra de esta autora, Pequeños fuegos por todas partes, me parecería igualmente impresionante, adictiva y digna de ocupar un lugar en cualquier maleta de libros que se precie, como esta. Celeste Ng nos va a dar muchas alegrías, estoy segura, por eso creo que debemos ir conociendo su evolución poco a poco y empezar por su primera novela, la más premiada, la que supuso su irrupción en un mundo en el que, sin ninguna duda, faltaba una voz como la suya.

Nada se opone a la noche, de Delphine de Vigan. Hacía mucho tiempo que deseaba leer este libro que es un intento de reconstruir la vida de la madre de la autora, tras morir esta en unas circunstancias difíciles de entender (¿no lo es siempre la pérdida de nuestros padres? personas que siempre estuvieron ahí de pronto desaparecen de nuestra vida y nos dejan aturdidos, perdidos entre las sombras de una realidad que ya nunca será la misma). Cuando la compré pensé que la reservaría para el invierno, que el calor no casaría bien con una historia que sin duda será intensa, con todo lo que eso conlleva. Promete ternura y promete desgarro. Cuanto más lo pienso más siento que debería esperar a la lluvia y al frío, pero no puedo, me atrae como un faro… ¡a la maleta que va!

Todo es posible, de Elizabeth Strout. Me quedé con ganas de leer más obras suyas, tras la extraordinaria «Me llamo Lucy Barton«, por eso no faltará en mi maleta; por eso y por una frase que alguien ha escrito en la portada «Un retrato único y compasivo de las debilidades y pasiones humanas», somos pocos los que apelamos a la compasión en estos tiempos y cuando la vi en la estantería no pude sustraerme a su llamada. Estoy convencida de que no me decepcionará pero, tanto si lo hace como si no, prometo contarlo aquí.

Tiempos de swing, de Zadie Smith. La historia de dos chicas desde que se conocen en una clase de danza a los siete años hasta varias décadas después, contada en tono confesional y desde el recuerdo por una de ellas. Como en otras novelas de la autora, la atención se pone en los dilemas vitales de personajes de fuerte personalidad y las relaciones personales, con sus sutiles juegos de poder, aunque aquí cobran importancia las diferencias de clase, la inmigración y la conciencia racial. “Vi pasar todos los años de mi vida de golpe, pero no asentados uno sobre otro, experiencia tras experiencia, forjando algo con sustancia… Todo lo contrario. Se me estaba revelando una certeza: que siempre había intentado arrimarme a la luz de los otros, que nunca había brillado con luz propia. Me vi a mí misma como una especie de sombra…”

A la deriva, de Penélope Fitzgerald.  Las penalidades de la existencia contadas con la sensibilidad propia de la autora de ‘La librería’ en el escenario precario de las barcazas amarradas como casas flotantes a orillas del Támesis. Esta novela, rescatada por Impedimenta, fue la tercera novela que escribió Penélope Fitzgerald, justo después de ‘La librería’, y con la que se consagró gracias al Booker Prize en 1979. Está inspirada en su experiencia personal, pues ella misma vivió en esas mismas barcas amarradas al muelle de Battersea en los años sesenta. Como diría Zadie Smith, «todo es autobiográfico: hablas de lo que amas y de lo que te importa».

Pekín en coma, de Ma Jian.
Metí esta novela en la maleta sin pensarlo mucho (y siguiendo la sensata recomendación de Francesca de no prestar atención a la solapa, aunque sí influyó el gorrión de la portada) cuando leí esta reseña. Dai Wei, un estudiante universitario que está en coma tras haber recibido un disparo en la plaza de Tiananmen, cuenta los trágicos acontecimientos del verano de 1989 en China. Está considerada la primera gran obra de ficción sobre la masacre. Aunque tiene vocación de denuncia, los personajes solo tienen de realidad que están inspirados en las entrevistas que el autor hizo a los protagonistas de la protesta. Hay fragmentos intimistas en los que el autor explora su conciencia junto a otros que documentan a modo de crónica los días de la matanza y, finalmente, el relato de los diez años precedentes de la vida del protagonista que sirve como contexto histórico y político.

Inmersión, de Lidia Chukóvskaia. Le dije a Francesca que este iba a ser el descubrimiento del año. Conocí el libro a través de su traductora, Marta Rebón, y he retrasado la lectura hasta ahora. Cuando Francesca lo leyó me escribió con urgencia: «Tenías razón, es el descubrimiento de este año, a pesar de Anita Brookner, o junto con ella. Un clásico. Uno de mis amados rusos. Hacía muchos años que no leía esa prosa capaz de contar lo más duro como si fuese poesía. La nieve lo envuelve todo, fría y bella, como las palabras de la autora… si todavía no la has leído lánzate ya a leerla».

La otra casa, de Henry James. ¿Por qué? Pues porque es de las pocas novelas de Henry James que todavía no he leído, porque acabo de leer la reseña que hace de ella Antonio Muñoz Molina en Babelia, porque tengo ganas de un clásico tras tanta (y buena) novela contemporánea… En realidad nunca he necesitado un motivo para leer a este autor, la prueba son las tres novelas suyas que ya hemos recomendado aquí. Cierro así mis aportaciones a esa maleta de libros del verano con una obra que estoy segura de que os gustará a aquellos de vosotros que os decidáis por leerla. El calor ha llegado y la tinta está fresca…

¡Hasta septiembre, socios!