Moscú

«¿Entonces es cierto lo que dicen, que no se puede comunicar, que nadie entiende a nadie?, se preguntó Nicole.

Miraba a André, sentado en el sofá de Masha, con un vaso de vodka en la mano, y pensaba que tenía que revisar todo su pasado juntos.»

Es difícil para mí confesar que no había leído Malentendido en Moscú de Simone de Beauvoir, pero… ¿No os pasa a veces que os sentís agradecidos de vuestra ignorancia? A mí me ocurre, mucho menos de lo que desearía, pero me ocurre. Soy una auténtica adicta a la lectura, devoré primero la biblioteca del colegio de monjas y más tarde la del colegio laico en los que estudié.

Cuando eso pasó, me lancé sobre las novelas de la antigua biblioteca del barrio -hoy reconvertida en oficina bancaria- y en ninguna de ellas se me ocurrió leer un relato de Simone de Beauvoir. Nunca. Ni siquiera Malentendido en Moscú, que ha sido ahora como encontrar un tesoro.

Para mí Simone de Beauvoir era la pareja de Sartre, los cafés llenos de humo, el negro, la charla inteligente y el pastís. También era la autora de “El segundo sexo”, pero ni siquiera así sospeché.

El caso es que tenía muchas ganas de ver a T., necesitaba conocer su opinión sobre el giro vital que deseo darle a mi vida -nadie me conoce mejor que ella- y reservé en nuestro restaurante preferido. Tras los abrazos -enmascarados todavía, vete tú a saber por cuánto tiempo-, nos acompañaron a una mesa junto a una de las ventanas que dan al jardín y me entregó un paquete “te he traído un regalito”.

Que era un libro era evidente, que al desenvolverlo me encontraría con una novela corta de Simone de Beauvoir, no me lo imaginaba ni remotamente. Y, sin embargo, era lo más apropiado para aquella tarde y aquel reencuentro.

Lo primero que hice al llegar a casa fue lavarme las manos, cambiarme de ropa y de zapatos, encender el flexo junto al sillón de lectura y hacer lo propio. Lo acabé en dos días, que fue mucho más de lo esperable en mí, porque ya os digo que no es muy largo, pero posee una cualidad que solo encuentras en los grandes escritores: sus frases contienen más mensajes que palabras, son puertas abiertas a tus propias emociones. No pude resistirme a atravesarlas.

Leía un párrafo y -además de verla a ella y a Sartre, jamás imaginé a Nicole y André con otros rostros- me veía a mí misma en esas circunstancias.

El Moscú de la novela puede ser cualquier sitio, el temor de Nicole a descubrir que sus sueños juveniles quedaron en el olvido, justo ahora, que ya no cree tener tiempo para alcanzarlos, es un temor que he sentido. Cabe decir que no lo comparto, para mí esos sueños han sido la cuerda a la que me he sujetado para no perecer en el naufragio, pero esa es otra historia.

La trama es sencilla, una pareja de intelectuales, jubilados y parisinos, sin más obligaciones que las autoimpuestas, viaja a Moscú para encontrarse con la hija que tuvo él en un primer matrimonio. Para ambos es el segundo viaje a una ciudad que no ceja en su empeño de decepcionarles.

André ya no es el referente intelectual de la hija que emigró y que no se ha convertido en lo que imaginaron que se convertiría la primera vez que la visitaron.

Nicole se siente invisible por primera vez ¿cuánto hace que nadie la mira con deseo? Imposible saberlo en París, entre sus antiguos alumnos y sus viejos admiradores. En Moscú, sin embargo, Nicole es solo una mujer que busca con la mirada un banco donde sentarse a descansar. Y lo encuentra y se pregunta cuánto tiempo lleva ahí, si estaba ya cuando fue por primera vez, si lo único que ha cambiado es que entonces ella no necesitaba sentarse tan a menudo.

En medio de las dos crisis de los personajes, surge un malentendido, que a nosotros se nos deja contemplar desde los dos lados de esa luna que se interpone entre ellos. Lo resuelven con sabiduría ¡no podía ser de otra manera!

Nicole y André, Simone y Jean Paul, ha sido un auténtico placer pasear por Moscú en vuestra compañía.

(*) Si decidís leer esta novela, vale la pena buscar la edición que realizó editorial Navona con motivo del 30 aniversario de la muerte de la autora, con un prólogo de Rosa Regàs que indaga en la parte biográfica de la novela y, por tanto, en una de las relaciones de pareja más polémicas de la literatura.

Imagen: Artem Beliaikin en Pexels

Malentendido en Moscú

Título: Malentendido en Moscú
Autora: Simone de Beauvoir
Traducción: Joachim De Nys
Año de publicación: 2018
Páginas: 179
Editorial: Navona