El amor campa a sus anchas entre las mesas del bar El Tío Nelo, como se dice en el primero de estos cuentos y podemos comprobar en los que le siguen, donde se cruzan historias de deseo y promesas con, en algunos casos, final feliz. Historias que, además del escenario, comparten la fugacidad de unas vidas que se vislumbran en el fragor de lo cotidiano, entre desayunos y salidas del trabajo, a través del tiempo. Historias contadas con la mirada amable y ligera de un testigo que parece atesorar la paciencia de quien ha visto mucha vida, conoce las vueltas que puede dar y asiste, entre curioso y divertido, a los caprichos del corazón.

Ese tono ligero con buenas dosis de humor no oculta una visión del amor que nunca es intrascendente o frívolo, sino que muestra muchas de sus aristas, tanto las luminosas como las amargas. A veces el amor que prende en ese rincón de la ciudad es solo una ilusión, otras una esperanza de nuevas vidas, y no es solo amor porque está a menudo anclado al tiempo, de donde surge sin saber bien de dónde viene o dónde permanece sepultado hasta que emerge por la magia de las palabras. Este es uno de los aspectos más apreciables del libro: la capacidad de fabulación de su autora, en cuyo estilo resuenan los ecos de los grandes cuentos que enlazan las historias individuales con la memoria compartida, como ocurre en el capítulo en el que la imagen del manto del hilo rojo sirve para trenzar un puñado de historias cuyo nudo es el amor y el lugar donde acontece: el bar de El Tío Nelo.

Hombres que huyen del amor, mujeres que huyen del pasado, amores que se apagan despacio o que crecen en silencio, historias que se truncan, amores rotos que solo sirven para dignificar el dolor, amores que despiertan fantasmas… Todo está aquí, en historias breves y relacionadas entre sí que la autora ha estructurado, con acierto, desde el presente hacia el pasado. De este modo, el interés que despierta en el lector es creciente y no se detiene hasta el final.

Así, no es hasta el séptimo y último cuento que conocemos en toda su dimensión a Nelo, el personaje que da nombre al bar. Este último capítulo se lee en un suspiro y con el corazón encogido. Es trepidante en su acción y tiene la intensidad de las leyendas. Amparo Rico se muestra aquí con toda la fuerza de los contadores de historias. Todo suena auténtico. Lo que se cuenta es profundo, amargo y terrible, y la distancia que la narradora pone con respecto a los hechos intensifica la emoción. Conocemos a Nelo, y con él la historia colectiva de la que fue una víctima entre muchas, cuando recuerda a Doloretes, la mujer que, en plena Guerra Civil, era demasiado valiente para estar sola:

“Cuando la última puerta se cerró, cuando la lista de personas respetables a las que acudir se llenó de cruces, cuando ya no le quedaba dónde ir, Nelo se sentó sobre un banco de piedra y lloró. Lloró tan amargamente que las lágrimas rellenaban los agujeros de metralla que mostraba orgullosa la piedra…”

Y junto a Nelo, aparece aquí un personaje, Paquita, que protagoniza las escenas que a mí me han parecido más llenas de verdad de todo el libro. Por ejemplo, cuando entra en el bar para desatar el combate final entre los fantasmas del pasado, los restos del odio del presente y un futuro de amor. “Ninguna lo decimos. No podemos hablar de lo que nos hicieron. Eso ellos lo saben. Esa es la siguiente tortura. Todo el mundo lo imagina y te miran para intentar averiguar a través de tus ojos, de las heridas de tu cuerpo, de tu forma de caminar. Lo imaginan hasta con curiosidad malsana. Pero nadie habla. Solo te miran. Y tú no puedes contar…”

Pero finalmente sí se cuenta. Lo hace Paquita, con todo su cuerpo y sus palabras, con su dolor y su esperanza. Y lo hace también este libro, cuyas historias cobran todo su sentido y unidad en este capítulo final cuando se nos permite comprender por qué el amor, sea dulce o amargo, y tantos años después, campea a sus anchas en el bar de El Tío Nelo.

SOBRE LA AUTORA

Esta es la primera obra de ficción publicada por Amparo Rico Beltrán (Valencia, 1967), aunque antes habían aparecido relatos y microrrelatos suyos en varias antologías. Es filóloga y especialista en el Romancero y la literatura de tradición oral. Acompañada de pandero -o pandereta- lleva años contando cuentos y recitando romances para niños en bibliotecas, colegios, teatros y cafés. Y no se casa con nadie.