Pascal Vuylsteker. Angel in Bronte Cemetery. Con licencia CC.

Quería dejarme la lectura del último libro publicado de John Connolly, “Los amantes”, para hoy. Planificaba un encierro voluntario y dulce. Lo he hecho otras veces: un día que preveo solitario, preparo mi comida con antelación, compruebo las reservas de té y me sumerjo hasta acabar la lectura, de un tirón, sin desconcentrarme apenas. El libro debe ser bueno, el día apacible. La experiencia acostumbra a ser magnífica.
No pude esperar. Lo abrí y me prometí leer solamente las primeras líneas, pero caí atrapada en la red literaria de Connolly. Nunca infravalores a alguien inteligente cuando hace lo que mejor sabe hacer e, intuyo, lo que más le gusta.
El caso es que hoy me encuentro en condiciones de hablar por fin de este autor, como prometí que haría y aunque ya os he ido dejando algún retazo de lo que pienso de él, como perdido entre otros temas, intentaré que este post contenga una reflexión más profunda.
Para empezar os diré que reúne las dos características que más admiro en un escritor de novela negra: a) sus argumentos no se limitan a analizar los hechos, sino que ahondan en las emociones que estos generan y b) plantea la novela como individual en su trama principal, pero también como parte de una serie, poniendo especial cuidado en que tanto escenario, como protagonistas, no permanezcan estáticos, sino que evolucionen coherentemente en cada uno de los libros.
En el primer aspecto me recuerda al mejor Chandler de “El sueño eterno”, con un protagonista que exhibe un talante bronco y una fina ironía (personalmente, una de las combinaciones que más me gusta… y no solo en la ficción literaria).
En el segundo, Connolly sigue el camino recorrido antes por Sue Grafton y consigue que Charlie, Louis y Ángel, compongan una referencia para el lector, de manera similar al triángulo formado por Kinsey, Henry y Rosie en «el alfabeto del crimen” graftoniano que tanto me gusta.
Esa solidez de los personajes, sospecho que facilita el que, tanto Grafton como Connolly, se crezcan a medida que avanzan las respectivas series, concentrándose en las tramas, una vez asegurada la identificación del lector con el entorno emocional de unos protagonistas espléndidamente construidos.
Pero ser capaz de seguir la estela de dos de los grandes no es suficiente para formar parte de ese selecto club; debe añadirse un ingrediente propio, que distinga al autor entre la avalancha de escritores del género que se publican actualmente y aquí es donde Connolly da el toque maestro con una incursión profunda en el género fantástico. Nada de notas tangenciales, lo sobrenatural forma parte del argumento y me atrevo a decir que lo sostiene con mano férrea. Debe ser difícil, porque Fred Vargas, a pesar de los años de oficio que acarrea, apenas consiguió mantener una coherencia argumental titubeante, la última vez que intentó la hibridación de ambos géneros. Sin embargo Connolly se mete en vericuetos casi litúrgicos y sale más que airoso de ellos.
Al final de “Los amantes” uno se encuentra ante lo que se prevé constituirá un nuevo entorno para Charlie Parker, con la posible incorporación de un personaje femenino a la altura de los masculinos (que ya se echaba de menos, porque reconozco que era ahí donde no dejaba de ver «el cuadro torcido» cuando intentaba analizar las 8 novelas en su conjunto). Pero lo que más me ha sorprendido es el hecho de haber pensado, nada más acabar el libro, en la posibilidad de volver a empezar la serie a partir de «Todo lo que muere», convencida de que la lectura sería muy distinta a la que hice la primera vez, sabiendo ahora cosas que desconocía entonces… no lo descarto… podría ser una experiencia interesante, si el verano se presenta especialmente caluroso.
Tengo que deciros que, como lectora, agradecería que sólo se publicasen libros con una calidad literaria equivalente. Me da pena ver esos escaparates de novedades, repletos de autores que apenas saben desenredar una madeja confusa y anodina, supuestamente misteriosa. Las editoriales aquí deberían hacer mejor su trabajo y publicar con un criterio más riguroso.
En definitiva, por si no ha quedado claro, os recomiendo la lectura de Connolly sin ningún género de dudas, con la única limitación de vuestra personal aversión a los temas truculentos (yo, leyendo ficción, debo reconocer que gasto poca).
¡Feliz domingo!
www.elclubdelosdomingos.com