
Todo lo que ocurre en esta historia parece banal. Y, sin embargo, las insignificantes peripecias que van cubriendo las páginas poco a poco se diluyen como una espuma para al final de su recorrido revelar un fondo trágico. La banalidad en una novela tan larga (600 páginas) es un riesgo muy alto que asume la autora porque, efectivamente, a ratos al lector le asaltará el aburrimiento y la duda sobre si vale la pena dedicar tantas horas a una historia que durante gran parte se consume entre diálogos triviales, comportamientos dislocados sin mucho sentido y reacciones histriónicas. Una tentación que se vence por el prestigio de la autora, ganado con muchas otras novelas, y las esporádicas intervenciones del narrador-protagonista que, en medio del relato de los hechos, reflexiona sobre las implicaciones morales de la historia y sobre la propia forma literaria con la que está contada.
No obstante, creo que la trivialidad de la acción se explica por tres motivos. El primero está relacionado con un rasgo característico del proceder imaginativo de Murdoch, habitual en sus novelas, que es la representación de la vida como tragicomedia en la que el sufrimiento va unido a lo ridículo. El espectáculo de la vida cotidiana en las relaciones humanas suele aproximarse más a lo absurdo que a lo sublime. El segundo motivo es la elección de Murdoch del género novelístico como la forma de arte más humana por su imperfección e impureza, su falta de pretensiones, su flexibilidad para ajustarse a las vidas humanas tal como las experimentamos en la realidad. El tercer motivo es intrínseco a ‘El príncipe negro’, a su trama y propósito, una muestra de los estragos que puede causar una visión de trascendencia en los momentos más prosaicos, de la verdad que surge de lo horrible.
La novela avanza al ritmo endiablado de una comedia de enredo con extensos diálogos que, como es marca de la casa, son el sostén de una trama en la que se van desvelando las inquietudes, temores y deseos de los personajes, sugeridos a través de pequeños acontecimientos y de la parte invisible de las emociones. Con estos recursos, Iris Murdoch es capaz de levantar un espectáculo tan ridículo como trágico y, sobre todo, profundo y conmovedor sobre la condición humana bajo el influjo de las pasiones.
Además de la profunda reflexión que plantea sobre el arte de la escritura y su relación con las debilidades humanas, el valor de esta novela y lo que la hará siempre interesante es la gracia con la que se enredan las personas entre sí cuando caen bajo el hechizo del amor y el deseo. Entonces, bajo la espuma puede verse el turbio mar de implicaciones morales que obliga a mujeres y hombres, en el momento menos esperado, a hacerse dueños de sus vidas y asumir sus responsabilidades. Se convierte así la literatura en gran arte cuando, sin saber muy bien cómo, ilumina la insignificancia.
“El arte dice la única verdad que en definitiva importa. Es la luz por la cual las cosas humanas pueden ser enmendadas»

- ‘El príncipe negro’ es la decimoquinta novela de la irlandesa Iris Murdoch (1919-1999). Publicada en 1973 está considerada, junto a ‘El mar, el mar’, una de sus obras más perfectas.
- En español puede encontrarse en Debolsillo, con traducción de Camila Batlles, y recién reeditado por Lumen.
- Imagen: Iris Murdoch. Foto: Anthea Sieveking