Los escritores, todos los escritores, necesitan pertenecer a algún sitio. Solo que los escritores de verdad, desgraciadamente, son socios de un club de un solo miembro.
El periodista deportivo. Richard Ford.
Yo tenía previsto leer un par de novelas muy concretas durante las vacaciones y ambas reúnen dos requisitos que las hacen adecuadas para estas fechas: son extensas –y por ello es mejor leerlas cuando disponga de tiempo libre- y son voluminosas –lo cual las hace incómodas para trasladarlas en el bolso de aquí para allá-, pero empecé “El libro y la hermandad” antes de lo previsto y ese mismo día me enteré de que las vacaciones todavía tardarían en llegar.
Como no estaba dispuesta a leer, ni a Murdoch ni a Muñoz Molina, deprisa y corriendo, decidí optar por otra novela a la que le tenía ganas y que estaba en mi lista post-vacacional: El periodista deportivo, de Richard Ford y la disfruté entre viajes de ida y vuelta al trabajo.
No hacía mucho que había leído “Mi madre” del mismo autor y ya entonces me quedé con ganas de más novelas de Ford, al que, un poco para mi vergüenza y un mucho para mi ilusión de futuros placeres lectores, no había leído nunca antes. Me tentaron con “Canadá”, pero quería conocer al Frank Bascombe de “Francamente, Frank” (necesito leer esa novela que todos consideran un tratado de literatura y sé que para disfrutarla debo antes leer la trilogía que la precede) y quise empezar por su debut como protagonista, así es que me fui directa a comprar “El periodista deportivo” – por cierto, en una versión de bolsillo excelente, traducida por alguien con quien compartí clases hace años-.
He leído a gente quejarse sobre lo engañoso del título y no me parece justo, la novela la protagoniza un periodista deportivo que es, como cualquier persona, mucho más que un hombre con una profesión. Además, que sea periodista deportivo es importante, porque en el caso de Frank Bascombe se trata de un oficio que eligió ser, de forma totalmente consciente, tras gozar de un relativo éxito como novelista. Puede que cualquier profesión hubiese servido para escribir un texto sobre la resignación ante los desencantos naturales, esos que van implícitos en el acto de vivir, y sobre la necesidad que tenemos las personas de aprender a disfrutar de los placeres mínimos, para poder así sobrevivir, pero él decide hablar de deportes no solo porque le resulta fácil escribir sobre temas intrascendentes, sino porque teme adentrarse en los otros, los que importan.
La expresión de Walter todavía se vuelve más grave, como un hombre que se replanteara los límites de las cosas. Le gustaría que yo le hiciese una pregunta significativa, algo que le permitiese contarme un montón de cosas que no quiero saber. Pero he decidido escuchar, también he decidido no preguntar. Es el único signo de la verdadera amistad del que estoy seguro: no ser curioso.
La novela nos cuenta, en solo 3 días, toda una vida, la de Frank Bascombe, un hombre esencialmente conformista, que roza la cuarentena, trabaja en algo que no le disgusta, pero tampoco le entusiasma, se ha divorciado y disfruta del sobresalto que conlleva el enamoramiento, pero añora la tranquilidad emocional que otorga el matrimonio, y compagina el dolor de la pérdida de un hijo con el amor que siente hacia los hijos que viven y le necesitan.
Frank nos explica lo que vive en esos días, los recuerdos que le evocan esas vivencias, las preguntas que se hace, los sueños que tiene y, casi lo más importante, los que le gustaría tener. Lo que ocurre y lo que él querría que ocurriese, nunca son la misma cosa. Pero los pensamientos de Frank son muy superiores a sus acciones y por eso se define y lo definen como alguien del montón, mediocre… y lo es, él es un tipo más, en el que nadie se fija, pero sus reflexiones son trascendentales, sus renuncias, sus fracasos, su apatía, son las de todos y eso, en vez de convertirlas en vulgares, las convierte en sublimes.
La novela con la que empecé el verano es magnífica, altamente recomendable y muy difícil de definir, porque más que una historia, es una radiografía de la sociedad en la que vivimos. Ford cuenta, a través del protagonista, lo que hay ahí fuera, sin frases rebuscadas, con un lenguaje que parece escrito de corrido por el narrador -¡qué complicado es hacer eso!-, como si el libro estuviese realmente escrito por Frank Bascombe y no por Richard Ford. Y el hombre corriente que describe lo que ocurre, juzga como lo que es y tanto él como nosotros sabemos que, como cualquier otro ser humano, puede equivocarse en sus juicios y, por ello, su postura ante las cosas no debe ser tenida demasiado en cuenta. Lo importante no es lo que el opina, lo realmente importante, es que nos da suficientes datos como para que nosotros, los lectores, elaboremos una opinión propia.
Desvanecerse como un susurro en el viento significa libertad. Si somos lo bastante afortunados como para ganar tal libertad, aunque la provoquen acontecimientos negativos, deberíamos utilizarla. Es el único consuelo natural que nos es dado, único y soberano, sin el apoyo ni la tolerancia de otros, entre los cuales incluyo al propio Dios, que no nos deja permanecer invisibles mucho tiempo, ya que se reserva ese estado para sí.
Dios no ayuda a los que son invisibles como él.
El periodista deportivo es un libro que incita a la reflexión. Un espécimen raro y, por ello, precioso. Una lectura, desde mi punto de vista, indispensable.
EL AUTOR
Raymond Carver escribió de él que era “el mejor escritor en activo en nuestro país” y Bernard Géniès dijo: “se está convirtiendo tranquilamente en el mejor escritor norteamericano”.
Dicho esto, probablemente lo mejor sería no decir nada más, y eso mismo es lo que voy a hacer yo hoy, ¿qué más da dónde y cuándo naciera? ¿qué importa lo que estudió o dejó de estudiar, quiénes fuesen sus padres, si se casó o no y con quién lo hizo?
Si queréis conocer mejor a Richard Ford deberíais leer sus novelas. En ellas hace una reflexión tan profunda sobre la vida y la forma en la que nos enfrentamos a ella que, honestamente, creo que no sería justo pedirle nada más.
¡Feliz otoño, socios!
Ford, Richard. El periodista deportivo. Editorial Anagrama. Colección Compactos. Sexta edición. Barcelona, 2016.
He leído varios libros de Richard Ford. Todos me gustaron, pero apenas recuerdo nada de ellos y por eso no suelo recomendarlos. Lo veo como una de esas personas con las que te llevabas bien durante un tiempo y que al pasar los años casi no lo recuerdas. Quizá lo mejor de él sea lo que no he leído: sus cuentos y esta novela, ‘El periodista deportivo’. Pensaba que era un título horrible (me daba rabia que no tratara ni de periodismo ni de deportes), pero me has hecho ver mi error y creo que tienes razón.
Ya estoy deseando leerla, me has convencido cuando has dicho que el libro parece escrito por Frank Bascombe, «un hombre corriente que describe lo que ocurre, juzga como lo que es y tanto él como nosotros sabemos que, como cualquier otro ser humano, puede equivocarse en sus juicios y, por ello, su postura ante las cosas no debe ser tenida demasiado en cuenta».
Te va a gustar, estoy segura. El periodista deportivo es de esas novelas que consiguen la complicidad del lector de forma casi inmediata y eso siempre se agradece. A mí me encantó hasta el punto de que esta mañana he empezado Canadá, todavía es pronto para opinar, pero promete.