‘El final del desfile’, una de las mejores novelas sobre la Primera Guerra Mundial, un clásico del siglo XX, etc. Mil páginas por las que el lector avanzará a duras penas, exhausto, maltratado, como si realmente estuviera en las trincheras, entre barro y explosiones, o en medio de las no menos malignas encrucijadas de una sociedad en descomposición, pero expectante ante lo que va a ocurrir, convencido de que aquí y allá el premio a tanto esfuerzo llegará en forma de una descripción luminosa, un diálogo preciso, una escena relatada con tal minuciosidad que su verdad atraviesa los años transcurridos hasta llegar a nosotros intacta y vibrante.
Tres personajes destacan por encima del resto, un hombre y dos mujeres: Christopher Tietjens, un joven brillante, aristócrata, cínico y realista en su defensa de unos valores que sabe muertos, pero íntegro, decente al modo victoriano, caballeroso, sencillo y racional; su esposa, Sylvia Tietjens, incurablemente perversa, manipuladora y de una banalidad destructiva, a quien su marido considerará un castigo del infierno, y la joven Valentine Wannop, ingenua, adorable e idealista defensora de los derechos de las mujeres, que representará la promesa de un amor puro. En ese triángulo se desarrolla una historia que apenas abarca unos pocos escenarios y un periodo muy corto entre el comienzo y el fin de la Gran Guerra, que servirá de catalizador de unas vidas atrapadas en el cataclismo de una época.
Lo mejor, sin duda, es el retrato de personajes y la capacidad del narrador para extraer toda una vida de un puñado de escenas gracias a la meticulosidad de sus descripciones, la captación del detalle revelador y la arriesgada mezcla de pensamientos, sensaciones y deseos con los que conforma los diferentes puntos de vista que hacen avanzar la acción. Todo es visto a través de la conciencia herida (por el deseo, la venganza o la resignación) de cada uno de los personajes, de modo que la narración transmite, sin ningún tipo de concesiones, la sensación de confusión y vacío de un mundo en el que no habrá más gloria ni esperanza, donde no habrá más desfiles.
Y para intensificar esa sensación de realidad hecha pedazos, el narrador, perdido en la desquiciada conciencia de los personajes o sin terminar de encontrar el mejor ángulo de visión para contar las escenas, parece llegar tarde a las situaciones, de modo que empieza a contar las cosas siempre por la mitad, por ejemplo en medio de una conversación. Como lector sientes todo el rato que no entiendes nada, que no has prestado atención y algo se te ha escapado, hasta que en el párrafo siguiente es el propio narrador quien te advierte de que no te lo ha contado todo todavía, pero que lo va a hacer ahora. Con este efecto se mantiene la tensión y tiene la extraña virtud de hacerte creer que las cosas se muestran como ocurrieron exactamente en la realidad: la lectura es agotadora, pero estimulante.
“Ella y Sylvia eran las dos únicas personas con las que se había topado en muchos años a las que pudiera respetar: a la una por su absoluta eficacia a la hora de matar; a la otra por su deseo constructivo y por saber cómo ponerlo en práctica. ¡Matar o curar! Las dos funciones del hombre. Si querías matar algo, podías acudir a Sylvia Tietjens con la seguridad de que lo mataría: una emoción, una esperanza, un ideal; lo mataría rápidamente y sin dudarlo. Si querías conservar algo con vida podías acudir a Valentine y seguro que se le ocurriría cómo hacerlo… Los dos tipos de personalidad: ¡enemigo implacable, compañero fiable… daga, escudo!”.
EL AUTOR Y A OBRA
Ford Madox Ford (1873-1939) había publicado antes de la guerra su novela ‘El buen soldado’, una obra de madurez en la que demuestra toda su sabiduría narrativa. ‘El final del desfile’ recoge ya su experiencia de la guerra mundial en la que participó como soldado y resultó herido. Se publicó en cuatro partes en años sucesivos entre 1924 y 1928, y en un solo volumen en 1950, aunque en España no fue traducida hasta 2009 (Miguel Temprano García para la editorial Lumen). Ahora también está disponible en Debolsillo.
La BBC y HBO produjeron con la novela una serie de televisión dirigida por Susanna White con guión del dramaturgo británico Tom Stoppard y protagonizada por Benedict Cumberbatch, Rebecca Hall y Adelaide Clemens (en la foto). Tiene cinco episodios y se estrenó en 2012.