Es muy fácil malinterpretar esta novela porque es una gran novela imperfecta. Así ocurrió al principio, cuando fue publicada en los años 60. Según cuenta la autora en su autobiografía, uno de sus editores le confesó que cuando leyó ‘El cuaderno dorado’ se enfureció tanto que lo arrojó al otro extremo de la habitación. Leída hoy, la novela no ha perdido nada de su originalidad ni de su atrevimiento y sigue despertando fuertes y contradictorias emociones en el lector. Y me temo que, etiquetada como obra feminista, propiciará lecturas tan dispares como entonces. Por mi parte, también he sentido el impulso de lanzar el libro por la ventana varias veces. Y cuando lo cerré tras leer la última página me sentía perplejo, conmovido, asqueado y fascinado. He necesitado varias semanas para poner en orden mis sentimientos, pues a pesar de ser una novela intelectual las ideas vienen envueltas en un torrente de emociones, como ocurre en la mejor literatura. “Voy a escribir una reseña, a ver si he entendido algo”, me dije.

Lo que me fascina de la novela es su radical búsqueda de la verdad en medio de una crisis personal tan honda que convierte esa búsqueda en una aventura intelectual y emocional muy cercana a la destrucción. Y lo que le da un especial valor es que esa búsqueda trasciende lo subjetivo para trazar el retrato de toda una época y de una generación cuyos descubrimientos sobre la vida social, las elecciones vitales y las relaciones entre los sexos alumbrarían, y oscurecerían también, el mundo que a partir de los años sesenta nos encontraríamos las generaciones posteriores. La propia autora calificaba su novela como “una narración honesta, verdadera y fiable de cómo éramos en aquel tiempo”. Su imperfección deriva de su desmesura. La narración emerge del caos con la verdad, pero luego no sabe qué hacer con ella. Su premio es haber evitado la locura.

La novela comienza con una larga conversación entre dos mujeres: Molly y su amiga Ana Wulf, la narradora, una escritora que atraviesa un periodo de bloqueo. Ambas están divorciadas, tienen hijos y pertenecen al Partido Comunista. Es un día de verano de 1957 en Londres. Hablan de la soledad, del desamor, de política, de la búsqueda de una libertad nueva para las mujeres.

A esta escena le sigue el contenido de los cuatro cuadernos que escribe Ana. El cuaderno negro incluye reflexiones sobre su vocación como escritora y sus recuerdos de juventud en África durante la Segunda Guerra Mundial, cuando “todo era siniestro, erróneo y desgraciado y estaba teñido de cinismo, pero nada era trágico” y el amor iba unido al sufrimiento, el ardor y la ausencia de futuro. El cuaderno rojo empieza en 1950 y trata sobre su experiencia como militante comunista en Inglaterra y su paulatina desilusión ante el descubrimiento de los crímenes de la URSS y de la falsedad del compromiso político. El cuaderno amarillo es el manuscrito de una novela sobre una mujer divorciada, madre de un niño, y sus relaciones con un amante que finalmente la abandona. El cuaderno azul es un diario de su vida cotidiana en los años 50.

Esta estructura se repite en las cuatro partes que componen la novela, que culmina con el cuaderno dorado, donde la narradora intenta recomponer los fragmentos y verse como una unidad.

Ana dice que trata de escribir la verdad, pero no puede. En plena crisis de identidad, despojada del sostén de la militancia y emocionalmente empobrecida tras una serie de fracasos amorosos, sus esfuerzos por frenar el caos de su vida son inútiles y la novela se torna asfixiante, con una sucesión de escenas que captan de forma descarnada la soledad, la desesperación y el fatídico desencuentro entre hombres y mujeres.

“Cada vez que abres una puerta te encuentras con alguien hecho pedazos”.

Fragmento a fragmento, entre diálogos y recuerdos, el lector asiste al desvelamiento del alma de una mujer escindida entre los impulsos de solidaridad y el cinismo de la ideología, entre la crueldad de sus relaciones íntimas y la fuerza de sus sueños. Ambos niveles, la vida íntima y el compromiso político, se alternan en la novela hasta fundirse como síntomas de una misma enfermedad moral: la falta de libertad para asumir la verdad de uno mismo y de valentía para expresarla una vez se han derribado las barreras interiores.

La novela se atreve a decirlo todo. En el plano político, responde a la reacción de Ana contra el adoctrinamiento comunista para mostrarse con plena libertad creativa. En el plano personal, la novela destaca por la penetración psicológica, la descripción de sensaciones y la captación de los matices del comportamiento y los sentimientos para ofrecer la aventura emocional de una mujer hacia su libertad. Los cuadernos servirán para descubrir que la verdad se escribe desde la sinceridad con uno mismo. En la vida y también en la ficción, pues solo desde una “emoción íntima y repentina” surge la verdad en la literatura.

“Cada palabra que veo u oigo es como una pequeña balsa flotando sobre un enorme mar de imágenes”

Así he leído ‘El cuaderno dorado’, como una balsa muy frágil flotando a la deriva, con un mensaje de locura y extraña esperanza, en una travesía repleta de crueldad y abismos emocionales, a merced de las olas en medio de la tormenta.

 

Imagen: Let be me great 01 / Domingo Arroyas 2018

  • Título: El cuaderno dorado
  • Autor: Doris Lessing
  • Traductor: Helena Valenti
  • Editorial: Lumen. Año: 2019