En el prefacio que escribió para ‘La musa trágica’, Henry James explica que su propósito era hacer una novela que abordara el tema de la naturaleza del arte y sus conflictos con el mundo a través de un retrato dramatizado de la vida del artista y las dificultades que encuentra para tener una relación normal con la sociedad.
Dick, un joven inteligente, de buena familia y muy bien dotado para la oratoria política, se debate entre una prometedora carrera como diputado y su vocación por la pintura. Junto a él, y atrapado igualmente en un dilema vital, su primo Peter se ve tentado a arriesgar su ascenso como diplomático por su amor al teatro. En las peripecias de ambos, entre París y Londres, desarrolladas a través de conversaciones en cafés y jardines, paseos por los bulevares tras largas veladas nocturnas o encuentros en los entreactos del teatro, se representa el conflicto entre el arte y la vida social.
Renunciar al dinero y la reputación desafiando las presiones familiares y sociales para encerrarse en un cuarto a pintar o para adentrarse en el marginal mundo del teatro, con la incertidumbre de que el resultado compense alguna vez el sacrificio, es una decisión suficientemente dura como para colocar a los dos protagonistas de esta novela ante una situación que marcará sus vidas. Pero, además, como no podía ser de otro modo, llegará el amor para complicar las cosas. Y aquí hacen su aparición los dos personajes femeninos: Julia, la mujer que custodia la puerta del poder político, y, sobre todo, Miriam, la actriz, la musa trágica del título, que cohesiona toda la obra actuando como desencadenante de la transformación personal de todos aquellos con quienes se cruza. Ya no tendrán que elegir solo entre el arte y el mundo, sino también entre su vocación y el amor. ¿Puede sobrevivir el amor cuando entre los amantes hay diferencias de temperamento, ambiciones e ideales de vida? ¿Puede Julia, que no aprecia el arte sino la política, amar a Nick sin amar al pintor que hay en él? ¿Qué clase de amor lleva a Peter a pedir a Miriam que abandone sus sueños de convertirse en actriz?
Cuando se ama a una persona… La frase de Peter queda interrumpida y en esos puntos suspensivos se debatirá durante toda la novela entre el amor y la ambición. A través de la belleza de la actriz podrá vislumbrar lo más sublime que hay en la vida, pero ese ofrecimiento tiene un precio. A idéntico desafío se enfrenta Dick y también en su caso será la belleza de Miriam la que le hará ver en la fría luz de su estudio “la desnuda y absurda verdad”.
La figura de Miriam no solo sirve para enlazar las peripecias de los dos personajes masculinos sino que adquiere tal complejidad y misterio que termina convirtiéndose ella misma en protagonista. Eso lo consigue el autor gracias a la forma indirecta con la que presenta al personaje, a quien sólo vemos envuelta en el velo del artificio teatral o a través de los ojos del resto de personajes, que arrastran al lector detrás de sus conjeturas. Ella es, finalmente, quien, como rara encarnación de la belleza, se muestra tocada por la locura del arte. A su lado, sus altivos compañeros resultan atolondrados y frívolos (“eres todo lo que finges que no eres”, le dicen en algún momento a Dick), aunque también gracias a su actitud llena de pasión, comprenderán algo de la verdad del arte. Como cuando posa para Dick y le dice:
“Pínteme fuertemente caracterizada y auténtica, pínteme de modo que la vida, con todas sus horribles hechos y verdades, rebose de mí”.
Sin eludir el lado más sórdido del teatro, Henry James logra con ‘La musa trágica’ expresar el temperamento artístico y la entrega a un ideal de belleza como un camino tan épico como oscuro e inaprensible.
“Me refiero al modo como inflamamos el espíritu de las personas. Oh, ahí es donde la vida puede ayudarnos , ahí es donde las relaciones humanas y los afectos pueden ayudarnos: el amor, y la fe, y la alegría, y el sufrimiento, y la experiencia… ¡no sé cómo llamarlos! Sugieren cosas, las alumbran y santifican, como diría usted: las hacen parecer merecedoras de ser hechas.- Ella se volvió radiante por unos momentos, como en presencia de una visión espléndida…”.
APUNTE SOBRE EL AUTOR
Esta novela fue publicada por entregas en la revista literaria The Atlantic Monthly durante más de un año a partir de enero de 1889. Es la última novela de la primera etapa de la obra de Henry James (Nueva York, 1843-Londres, 1916) y con ella interrumpiría la escritura de novelas durante seis años para dedicarse al teatro y el ensayo. Al cabo de ese tiempo iniciaría la serie de novelas de su etapa de madurez. Fue una novela incomprendida y fracasada. Una incomprensión que parece que se extiende a lo largo del tiempo hasta hoy. Sigue siendo una de las novelas menos conocidas y leídas de James. De hecho, en España por ejemplo, no se ha reeditado desde 1993 y hoy la edición de Seix Barral, con traducción de Fernando Jadraque, es difícil de encontrar en las librerías. A Henry James, sin embargo, le gustaba mucho, según dijo veinte años después de escribirla, cuando la releyó para una reedición. Y todavía se emocionaba al evocar los días que pasó escribiendo la novela en el cuarto de un hotel de París: “la delicada belleza de un momento que nunca volverá”.
Más información:
El arte contra la vida, de José María Guelbenzu
Libro con ensayos de Henry James
Dos novelas con Henry James de protagonista.