¿Cómo podemos imaginar cómo debería ser nuestra vida sin la iluminación que nos procura la vida de otros?
Años Luz. James Salter
Este es uno de los libros más tristes y deprimentes que he leído en mi vida. Es la historia de un matrimonio con dos hijos, contada por un narrador que apenas se hace visible aunque tiene un conocimiento profundo de los sentimientos de los personajes. Empieza cuando los niños son pequeños y los dos protagonistas, Viri y Nedra, tienen cada uno un amante. Nada más comenzar, el narrador expresa así una de las claves de la novela:
No hay una vida completa. Hay solo fragmentos. Hemos nacido para no tener nada, para que todo se nos escurra entre los dedos… Y sin embargo, esta pérdida, este diluvio de encuentros, luchas, sueños… hay que ser irreflexivo, como una tortuga. Hay que ser resuelto, ciego. Porque cualquier cosa que hagamos, incluso que no hagamos, nos impide hacer la cosa opuesta. La vida, por tanto, consiste en elecciones, cada cual definitiva y de poca trascendencia, como tirar piedras al mar».
Este párrafo sintetiza la crisis existencial que atormenta a los protagonistas y vacía de sentido su matrimonio. Los dos parecen perplejos ante la vida que han elegido.
¿Eres feliz?, le pregunta ella a su marido. Están atrapados en medio de un atasco, que ella aprovecha para pintarse las uñas. Y la conversación a la que da pie esa pregunta ilustra también la impotencia de los personajes ante la confusa y aparente ligereza de la vida. Ninguno de los dos sabe lo que es la felicidad, lo cual no sería grave, pues ¿quién lo sabe?: lo que los paraliza es la sensación de la inutilidad de pensar en ella.
Nedra quiere sentirse viva, pero en su imaginación solo ve cosas: una habitación agradable, una maleta recién abierta, un baño, una cena, ropa nueva. Puede imaginar otro estilo de vida, pero no cree que conseguir cosas lleve a la felicidad, lo único que puede asegurar es que «no conseguir lo que quieres es ciertamente la infelicidad».
En la página 253 se divorcian. «Yo hubiera deseado que no sucediera», dice el narrador.
En la solapa del libro se dice que Salter se asoma al interior de un matrimonio para reflejar «el amor difuminado por el paso del tiempo». A mí no me parece que sea el tiempo quien difumine el amor en esta historia que, por otra parte, tampoco trata de contar la ruptura de un matrimonio. Por el contrario, todo lo que vemos desde el principio es la ausencia del amor y del matrimonio.
Lo que desea Nedra es cambiar de vida y, sin embargo, es su terror a los cambios de la vida lo que la incapacita para el amor y el matrimonio. Y cuando alcanza esa edad en la que uno siente que puede rozar alguna certeza que nos sitúe en la propia vida, que nos haga creer que «el mundo se torna súbitamente más hermoso» al revelarse «en cada detalle, lecho y pared, en las hojas de los árboles que se agitan levemente antes de la lluvia…», él, sin embargo, en ese momento, odia el futuro. Cuando ella cree que está a punto de atravesar esa línea invisible que todo lo transforma, él siente que lo que marca esa línea es «el momento de pavor inconfesable en que uno comprende que su vida no es nada».
Ese es el panorama que nos traza James Salter, que no en vano tituló su última novela, su testamento literario se podría decir, ‘Todo lo que hay’, y lo que uno descubre cuando lo lee es que lo que hay es nada. Entonces ¿Por qué leer a Salter y en especial esta novela, la mejor de las suyas? Porque cuando es bueno es sublime, sobre todo por su talento para captar la confusión emocional que palpita en cada gesto de los personajes, por las descripciones de lugares, estancias pequeñas y claustrofóbicas, o paisajes llenos de sugerencias que crean una atmósfera de desasosiego y fatalidad que envuelve el sentido de sus historias. Con Salter podemos ver el lado más sombrío y desesperanzado de la vida, una parte de lo que hay y, como se dice en la cita que abre este post, una forma de imaginar lo que falta.
EL AUTOR
James Salter (su nombre para la literatura) nació en 1925 en Nueva York y murió en la misma ciudad en 1915. ‘Años Luz’ fue publicada en 1975. Antes había escrito ‘Juego y distracción’’ (1967). ‘Todo lo que hay’ (2013), su última novela, salió a la luz cuando su autor contaba 87 años y tras un intervalo de 35 años en el que solo escribió colecciones de relatos, ‘Anochecer’ (1988) y ‘La última noche’ (2005), y sus memorias, ‘Quemar los días’ (1997). En todas sus obras podemos encontrar una visión fatalista y desencantada de la vida. La felicidad no es más que un espejismo que dura poco, pues no parece haber salida al encierro de soledad en que viven las personas. Su experiencia como piloto de combate en la guerra de Corea también le inspiró algunas de sus mejores páginas. Casi toda su obra ha sido publicada en España por la editorial Salamandra.
En este enlace, Muñoz Molina cuenta cómo descubrió a Salter y qué le fascinó de su escritura.