Fairy Places. Lolaleeloo2
We’ll meet again. Johnny Cash (Spotify)

La vida del escritor de blogs es extraña. El viernes por la mañana monté el armazón de un post que debía publicar hoy; suelo hacerlo así, un día cualquiera de la semana se me ocurre la idea y construyo un esquema que voy completando y que el mismo domingo, antes de publicar, modifico, porque el vértigo de mostrar lo escrito me hace quitar algunas frases y darle un giro a otras. Y a veces, de esos cambios de última hora, obtengo aquello que más me gusta.

Hoy iba a hacer eso, ayer tuve trabajo y no repasé la entrada, pero no me preocupé porque pensaba que estaba ya prácticamente lista. Entonces recibí una carta llena de frases maravillosas, que se me quedaron enganchadas en la piel y han revivido esta mañana, con el café… porque al sentarme ante el teclado, beber el primer sorbo y aspirar profundamente para llenar mis pulmones de energía antes de atacar el texto… en ese corto trayecto que recorren las palabras, desde nuestro cerebro hasta las yemas de los dedos, prestos ya a trotar sobre las teclas, el viejo post se ha perdido y han empezado a brotar libros danzarines, pequeñas hadas correteando por calles de baldosas luminiscentes, señores con chaleco y bigotito, damiselas lánguidas, terrazas llenas de alhelíes y ponis con crines plateadas y centelleantes. De mis manos ha goteado una vida muy distinta a la mía, que sin duda esa carta encerraba y que, al yo leerla, se ha desparramado sobre la pantalla, como una mancha líquida, imposible de controlar.
Hay gente que cuando escribe es como si sembrase las palabras. Las deja en ti para que crezcan; ahora o más tarde; tal vez nunca, si no te las mereces. Hay personas que, sencillamente, han nacido para escribir. A veces no lo saben, no se lo creen, o no se atreven a enseñarle al mundo de lo que son capaces… y entonces se ponen a escribirle una carta a una amiga y bajan la guardia, se permiten decir lo que quieren decir, como lo quieren decir, empiezan con un “¿Puedo hablarte de otra cosa?” y acaban convirtiendo, tras un paseo por su corazón, una tarde hermosa en una hermosa tarde… que no es lo mismo, ¡algunos lo sabemos y distinguir eso nos colma de felicidad!
Al final no he hablado de cosas tan distintas, porque lo que venía a decir el viejo post descartado, era que, tener un blog, es un privilegio para aquellos a los que escribir nos reconforta, y que nunca antes fue tan fácil como lo es ahora, alojar nuestras palabras en corazones ajenos y acercarlos así al propio. Por eso, cuando conozco a alguien con esa capacidad, le insisto para que escriba (aunque a veces no me hacen, no me hacéis, caso), porque creo que, algunas personas privilegiadas, viven la vida en forma de pequeñas historias que deben contarnos, para que nosotros, al escucharlas, cambiemos de orden los adjetivos que nos rodean.

Siempre he pensado que ellos, los adjetivos, son lo más importante de la existencia, los que la hacen singular, los únicos que obligan a la biología a doblegarse, porque en su mano está que una vida hermosa, se convierta en una hermosa vida… ¡y eso es importante!… en realidad ¡eso es lo más importante!

¡Feliz domingo!
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Esta ha sido una semana dominada por el trabajo. Por el buen trabajo, diría yo. Por ese que te acerca a personas que un día se cruzaron en tu camino y te hicieron pensar que valdría la pena intentar hacer cosas juntos. Hacer es un bonito verbo. En estos tiempos se habla mucho de diseñar, parametrizar, crear, idear, analizar, estudiar… son verbos que están bien, me gustan, pero sigo pensando que HACER es el más bonito de todos, el que más nos acerca a la realidad de las cosas sencillas, el que nos ayuda a convertir los sueños en materia y, sin ninguna duda, la mejor manera de aprender.
Sí, definitivamente, ha sido esta una gran semana.
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