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Velero. E.A. (2011) Somewhere out there. S. Morgann, M. Goldstein |
En realidad pasé media mañana relajada, contenta, escribiendo; pero cometí una torpeza de principiante, perdí lo escrito y me enfadé como solo me enfado cuando el enemigo soy yo misma. Fue una rabieta infantil, sin modales, que a veces me permito porque sé que voy a perdonarme, que aceptaré mis excusas y no quedará sombra de rencor. Esa es la parte buena, perder las formas y con ellas ese estoicismo callado que finjo a veces, cuando quiero ocultar la impaciencia y me paseo por la casa como si todo estuviese bajo control.
Me sentí desvalida ante mi propia torpeza, por no haber sabido conservar unas palabras que seguramente solo el olvido ha hecho bellas. Ocurre a veces que el hueco que dejan algunas cosas (y algunas personas), es mejor que lo que antes lo ocupaba, aunque desconozco si eso depende de las virtudes ocultas del recordado o de alguna extraña habilidad del que recuerda. El caso es que el vacío asusta al equilibrista y uno tiende redes ahí abajo, no para salvar la vida si cae, sino para evitar el miedo que le lleva a caer mientras hace volatines y malabares aquí arriba, en el alambre en el que vivimos los que pensamos que una vida segura es menos vida.
Escribir al amanecer es un poco como soñar las palabras, dejar que lleguen solas y se posen como el rocío sobre las teclas obedientes. En mi caso, también es la luz eléctrica y una rebeca vieja, blanca, tan cedida que no necesito desabotonarla para pasarla por la cabeza. El primer jersey del año. Me he preparado un té y unas galletas de naranja, no hay tiempo para más si quiero que desayunéis conmigo (yo el segundo café, vosotros el primero).
Amanece ya, pero aún hay luna. Y yo sigo sin palabras. Me acurruco estremecida en el sillón frente a la ventana y sujeto la taza de té humeante cómo si de un salvavidas se tratase. Y recuerdo el mar y una foto que compartieron conmigo este verano y que en su día me pareció otoñal, no sé porqué, tal vez fue esa luz tan blanca, tan fría, que irradiaba la que me hizo pensarlo. Esa foto ha traído de la mano el verso que anoté junto a ella un día que parece ya lejano, aunque haga tan poco. Es Pacheco otra vez. La fiebre.
Entonces recuerdo el porqué amo tanto esta estación y la siguiente ¡es esto!, es encender la lámpara de mesa y hacerme un ovillo en el sillón, es el té humeante y el jersey de lana, son estas minúsculas gafas, el portaminas, la libreta de papel reciclado, la manta sobre los pies y un buen libro. Me reencuentro en otoño con la parte de mí que me acompaña siempre, la que vive historias imposibles con mucha más intensidad que en tiempos cálidos.
Pero ayer perdí todo lo escrito y vais a tener que perdonarme, por no tener nada que contar, excepto que estoy contenta porque hoy al despertar me ha parecido atisbar el otoño tras la ventana y he pensado que se avecinan tardes de cielo encapotado y novela negra, mañanas de lluvia y Mansfield tal vez… y se me ha pasado el tiempo sin sentir otra cosa que alegría.
…………..
Coloco los libros recién comprados en mesillas, no los quiero guardar en la biblioteca hasta leerlos. Tengo muchos montones repartidos por la casa, pero el viernes empecé a construir uno nuevo, otro más. Apilé Seda de Baricco, Las olas de Woolf, Iluminación y fulgor nocturno de McCullers y Libertad de Franzen.
Hojeé Seda y la leí del tirón. Enseguida noté que era una historia para leer en voz alta. Pocas cosas hay que me gusten más en el mundo. Siempre se me ha dado bien leer en voz alta, pero lo hago poco, porque necesitas a otro, con las mismas ganas que tú de conocer la trama y que acepte saberla de tus labios, a tu ritmo, entregándose a tus pausas, tus carraspeos, tus paradas para tomar un sorbo de agua. A veces tus lágrimas o tus suspiros. Alguien que renuncie a su independencia lectora, cierre los ojos y se sume a tu emoción y la recoja del aire como si fuese suya.
Alguien que sepa escuchar. Un tesoro.
¡Feliz domingo, socios!
Es curiós, jo crec que a la tardor i a l'hivern vivim més en passat que en present, recordem moments, fets de la nostra infantesa, de la nostra joventut: els Nadals amb els avis que ja no hi són, les escapades amb els pares que ja no fem, … La primavera i l'estiu, en canvi, són per nosaltres, per l'ara: les terrassetes amb els amics, l'escapada amb la parella, … És curiosament així o només m'ho sembla?
M'ha vingut aquest pensament al cap 🙂 Bon dia, Francesca.
Me encantaría que alguien me leyese libros …. me gusta la gente que es capaz de leer como si en ese momento se lo estuviese inventando ….
Me gusta el otoño, aunque creo que lo que me gusta en realidad es el cambio de paisaje que supone una estación detrás de otra ….
@Ferran. Je, je, doncs ara «fliparas»: jo vaig passar el darrer diumenge (just ara fa una setmana) al Boston de 1918-1919, amb un poli sindicalista, un negre discriminat, una criada que reivindica els seus drets a ser tractada com a una persona lliure, uns quants delinquents… el que Lehane va voler… quan un llegeix viu allà on vol l'autor 🙂
Però entenc el que dius, tot i que crec que tu penses en la tardor i l'hivern de Berlín… a Barcelona és diferent, menys fred, més terrassetes (es pot, aquí es pot… ).
Gràcies per passar-te per aquí, Ferran. Petons!
@Juana. No hace mucho leí enterita, en voz alta, «Criadas y señoras» para alguien que convalecía y a pesar de la afonía que empecé a arrastrar al segundo día de lectura, fue lo mejor de aquellas semanas. Y lo que recordaré.
El cambio de estación es lo mejor, pero me sobran 10 grados de calor en verano, que estaría dispuesta a rebajar en invierno si el pacto fuese posible. Del frío puedes esconderte, del calor húmedo que nos gastamos por estas latitudes, no.
¡Un abrazo!
Me ha entrado añoranza de despertarme “como si naciese, sin palabras todavía” ¡Un lujo!
Es cierto que a las palabras, las cosas e incluso a las personas, a veces las hace bellas el olvido, pero lo importante es la belleza de la vivencia y los sentimientos, los de “durante” y los que permanecen después. Sólo por eso, siempre merece la pena…
Me gusta lo que dice Juana, hay personas que tienen auténtica maestría leyendo “como si en ese momento se lo estuviese inventando”.
Francesca, parece que las palabras con las que no te despertaste se han ido colando dulcemente, como la canción que las acompaña, en tu amanecer 🙂
Feliz domingo!
@Isabel. A veces, cuando sé que voy a vivir algo que puede ser desagradable y que espero o deseo que sea irrepetible, me obligo a pensar que debo esforzarme porque al menos en parte sea también bello y así poder después aferrarme a ese recuerdo. Puesto que siempre queda algo, que ese algo sea dulce.
Las palabras, si las dejas a su aire, acaban llegando y sí, colándose, como tú bien dices, en nuestro amanecer.
Gracias, Isabel. Un abrazo.
D'acord, d'acord, però no puc estar gaire equivocat! Tu també ets de les que viatges quan els dies s'escurcen, no m'ho neguis, que n'estic segur 🙂
Bona resta de diumenge, i un petó!
Feliz día Francesca!! No te preocupes, mi antiguo maridito el Turco siempre decía que pasaba porque Ala así lo quería y como me gusta quedarme con lo bueno me lo aplico, pasó, tenía que ser así.
Besos, besos, besos, y me encanta lo que te he leido hoy.
@Ferran. Sí… tens raó… no nego res… 😉
@alondra. Yo lo de resignarme lo llevo regular, pero la verdad es que esta mañana he disfrutado escribiendo esta entrada… y he olvidado completamente lo que decía en la otra. Era verdad, eso sí lo recuerdo, así que retomaré esas ideas y esas emociones cuando menos me lo espere. 🙂
¡Mil besos y mil gracias!
Yo celebro que hayas perdido lo que escribiste, porque a cambio nos has dejado esa bella reflexión sobre el hueco que dejan las cosas que perdemos.
En Móstoles parece que este año no hay otoño por la crisis, y yo ya lo voy echando de menos. Echo de menos los colores del otoño. Y el mar, como el de la foto.
Te acepto una taza de ese té humeante, gracias.
Ug
@Tío Eugenio. Pues sí, Ug, hay que sacar lo bueno de las cosas… ayer me dio mucha rabia, pero mira, hoy ha servido para volver a verte por aquí 🙂
La semana pasada hablaba con una amiga de Madrid precisamente de los colores que adquiere esa zona en otoño y es cierto, son preciosos, pero llegarán pronto… igual ya están llegando…
¡Marchando una de té para el caballero! Gracias a ti por venir. Un abrazo.
Francesca,
prenc la tassa de te i m'hi aferro per tal de manllevar-li tota l'escalfor… i me'l prenc molt calent, fumejant encara… per veure si així aconsegueixo conservar l'escalforeta dins meu…
fa temps que no m'endinso en cap història i em deixo portar, tinc els ulls saturats de paraules exactes i mil·limètriques que descriuen sintèticament fets observats i els transformen en ciència sense cap concessió a la poesia ni a la imaginació… així que, àvida d'aquestes dolçaines lectores que imagino, sóc la candidata perfecta per tancar els ulls i viure històries i emocions a través dels ulls d'algú altre… ja estic arraulida en un sofà, amb la manta i el te… comencem?
petons!
(acabo de publicar un post que du per títol un tresor també… i ara me n'adono que el teu també es titula així… mira, m'ha fet gràcia la coincidència…)
@mar. Hola Mar!
Si què és casualitat!…o no… potser la intuïció de tardor que vivim aquests dies ens ha fet pensar a totes dues en tresors amagats, en terres inexplorades, en històries encara desconegudes. El fred porta aquestes coses: records, ganes de compartir secrets, té fumejant…
M'ha donat alegria veure't per aquí, Mar, cuido tan poc les amistats darrerament… jo no he renunciat a la ficció… i potser deuria, però, com diu un amic meu: «què seria de nosaltres sense la literatura!».
Mil petons!