«Andar un poco más playa arriba, significaba hundirse a cada paso.
La arena mojada y las piedras se desmoronaban como si no
estuvieran dispuestas a soportar su poco peso, y luego se elevaban
de nuevo rezumando, para llenar las pisadas de agua resplandeciente.
Dejar una huella de cualquier tipo constituía un logro exultante.»
La librería. Penélope Fitzgerald
Lo he dicho aquí antes: en primavera hago muchas tonterías. Soy consciente, y es por eso que este año me he prometido a mí misma evitarlas mientras sea posible. El caso es que andaba yo dándole vueltas, a cuál sería la mejor manera de resistir la tentación de revolver emociones, en ese bolso desordenado en el que a veces se me transforma el alma, cuando se me ocurrió que lo mejor sería mantenerme distraída haciendo las cosas que más me gustan, de manera que, si se asoma a mi vida algo o alguien con la palabra «locura» escrita en la frente, yo ni me entere… a resguardo como estaré, leyendo.
Por eso ayer me hice socia de la biblioteca del pueblo.
Hasta ahora lo único que había hecho aquí era dormir y acercarme a votar al Centro Cívico. Ese día aprovecho siempre para desayunar en su cafetería, pequeña, coqueta, agradable y llena de personas a las que no he visto nunca, pero que se conocen… y se les nota; o a lo mejor lo que se les nota es que a quien no conocen es a mí.
Han sido muchos años de ver amanecer, medio sonámbula, en la parada del autobús de debajo de casa a las 6.40 de la madrugada y de regresar cansada ya, casi nunca antes de que hubiese anochecido. Eso los días laborables. Los festivos: comidas con amigos, sesiones de cine, cumpleaños infantiles, compras, visitas familiares… todo, sin excepción, en Barcelona; tranquilas tardes de lectura, tertulias con la cena como excusa, dolores de cabeza que requieren silencio y poca luz… en el edificio donde vivo, que es como otro minúsculo pueblo dentro del pequeño pueblo original.
Lo que quiero decir es que cuando me entregaron el carnet de la biblioteca me sentí, por primera vez, habitante de un lugar en el mundo. Fue como si me entregasen un pasaporte para entrar en un castillo mágico y luminoso, donde me recibió con entusiasmo una bibliotecaria joven, que se alegraba de poder contestar afirmativamente mis esperanzadas preguntas; yo decía «¿tenéis…?», y ella sonreía… «¡tenemos!». Y la conversación discurría como uno de esos bailes en los que nadie pierde el paso y nos da la sensación de haber nacido para eso… ¡para bailar!
Pero lo mejor de todo es que el camino que conduce de mi casa a la biblioteca está poblado de árboles y sentiré la brisa de la primavera mientras lo recorro, que tienen una pequeña cafetería donde reponerme con un té caliente cuando llegue el otoño y que los servicios que ofrecen son casi tan modernos como antiguo el edificio en el que está ubicada. Sucede también, que algunas de las mesas de lectura se encuentran junto a un ventanal desde el que se ven los macizos de flores que cubren el jardín, que a partir de ahora y gracias a ese trocito de papel plastificado, será también un poco mío.
Ayer pedí “
El simple arte de escribir” de Raymond Chandler y “
La flor azul” de Penélope Fitzgerald, y hoy me siento feliz e ilusionada… y me acuerdo de
Dorothy y de los zapatitos rojos que le regaló la bruja del Este y que, tras un ligero golpe de tacón, la conducían siempre, alegremente, a su verdadero hogar.
¡Feliz domingo!
…………..
Leí
«El Túnel», como casi todo, demasiado pronto para entender su grandeza, pero cuando todavía las lecturas penetraban en mí por un proceso casi osmótico que me ayudaba a madurar, sin apenas necesidad de reflexión por mi parte. Crecí pues, con
Sábato, su ironía y su amargura. Repetí, lo recuerdo perfectamente, las lecturas adolescentes se recuerdan siempre, con
«Sobre héroes y tumbas» y, probablemente por culpa enteramente mía, con ella no fue todo tan fácil como con la primera… y lo abandoné.
Ernesto Sábato murió ayer, en primavera, cuando todo renace, y a mí me entraron unas ganas locas de releer el libro con estos ojos míos de ahora, un poco más adultos y algo menos ignorantes. Los Vidal Olmos seguirán sin duda a Chandler y a Fitzgerald, en una bonita procesión primaveral.
www.elclubdelosdomingos.com
Este verano estuve en la Biblioteca del pueblo de mis padres cada mañana, un ratito de lectura y ordenador, han hecho un edificio nuevo con grandes cristaleras, mucha luz y muchisimos libros, un sitio silencioso y tranquilo donde leer y pensar …. con tus palabras me he acordado de lo mucho que me gustó.
Me gusta que la primavera me altere, la dejo hacer, seguramente porque es lo que intento hacer con la propia Vida …. dejarla hacer sin interrumpir mucho ….
También leí a Sabato en mi adolescencia, seguramente no comprendí intelectualmente su obra, pero dió para muchas reflexiones con los amigos ….
¡Buen domingo guapa!
¡Y que trabajo cuesto poner orden en el bolso… digo en el alma!
Buenos días Francesca!
Casi he sentido que recorría contigo el camino poblado de árboles y la brisa de primavera. Y qué decir de ese ventanal y sus macizos de flores… Se intuye una locura más propia, mas lúcida, más… elegida. Llena de conversaciones que discurren “como uno de esos bailes en los que nadie pierde el paso y nos da la sensación de haber nacido para eso… ¡para bailar!”. Da que pensar
Feliz domingo! 🙂
¡Joía, has logrado que las semanas se me hagan largas, esperando tu hermoso regalo dominical!
Besos.
A mí este post no me da que pensar… me da que vivir, que es mucho mejor. Llega en un buen momento. Me voy a buscar unos zapatos rojos como esos, y a recordar que yo también tengo una ventana como esa. Gracias. Feliz primavera.
@Juana. Esta biblioteca es preciosa y está en un sitio único, que además se encuentra a una distancia de mi casa en la que resulta absurdo coger el autobús… 20 minutos andando por un paseo arbolado… ¡un auténtico regalo!
Es curioso que no fuese socia, porque yo me nutrí de las bibliotecas escolares hasta que empecé a trabajar… y fue una ventaja, porque leí libros maravillosos que jamás me hubiese comprado.
Feliz domingo, Juana. Gracias por venir y quedarte a hablar un ratito.
@Isabel. ¿Sabes que tienes razón? una locura elegida es la mejor de todas… a ver si va a ser eso, que no quiero hacer tonterías al tuntún, ¡qué lo que quiero es disfrutarlas! 🙂
Me gusta que te quedes siempre con las frases a las que más cariño les tengo… de verdad, te fijas en esas cosas que escribo como de pasada, pero que en realidad son aquellas con las que más me identifico.
Gracias, Isabel, es un placer tenerte por aquí. Un abrazo.
@Andrés. ¿Qué te digo a eso?… pues nada ¡qué te quiero!… y que ahora te llamo. Un beso.
@Enrique. ¡Hala, pues ya está! Si te da que pensar ya me quedo contenta… que me sé yo la gente que te hace pensar a ti y estar en ese grupo (aunque sea llevándoles los cafés) es un honor.
Gracias, Enrique. Sé feliz ¡es una orden!
Egunon, muy buenos días!!
¿Tú crees que el chico de Fnac y la chica de este post se conocerán? Deberíamos reclutarlos para la Sociedad Literaria!!
Me han entrado unas ganas terribles de volver a Barcelona… y de volver mañana a trabajar a mi castillo!! Francesca, te has superado.
Fdo.: otra bibliotecaria feliz de poder ayudar.
Sobre El túnel:
Acabo de comentar con una amiga sobre la relectura de El túnel. Yo tenía 24 años cuando cayó en mis manos, no fue inocuo que la recomendación viniera de un compañero enamorado que echaba tremendamente de menos a una muchacha en un momento donde ambos estuvimos durante un periodo largo, ausentes de nuestro entorno habitual.
Creo que se ha de ser joven para leer esta novela y poder identificar como propias las emociones del protagonista [invención del otro, los celos…]. El pasaje que le da el título a la novela llama a la empatía en un momento de la vida donde el amor flota en un caldo emocional tumultuoso. En mi caso, no quiero releerla ahora justamente para no perder, en el recuerdo de esta obra la perspectiva emocional que le dio mi juventud. Pero esto, entiendo que es muy personal…
En cambio creo que me voy a agenciar un ejemplar de Informe sobre ciegos, como homenaje a un autor de estos que te dividen el tiempo en un antes y un después.
Feliz domingo!
@Karmele. Pues mira, lo dudo… ¡pero deberían conocerse! 🙂
No te contengas las ganas, Karmele, ¡ven que te enseñaré mi castillo!
Me alegro mucho, pero mucho mucho, de que te haya gustado. Te dedicas a uno de los oficios más bonitos del mundo, cuidas de que gente como yo tenga un rincón al que ir… y al que volver. Un abrazo, Karmele.
@cumClavis. ¡Hola Manel! Estoy totalmente de acuerdo contigo sobre la lectura de “El túnel”. No debo haberme expresado bien, seguramente tiene otra lectura en la madurez, pero la disfruté mucho en esa primerísima juventud en la que cayó en mis manos; la que quiero releer es “Sobre héroes y tumbas”, entre otras cosas, para disfrutar de “Informe sobre ciegos” como se merece. Es uno de los “sueltos” (¿recuerdas? antes se llamaba así –al menos yo- a los capítulos que podían leerse por separado, me acabo de acordar según te contestaba) más bonitos de la literatura universal… pero el resto del libro se me atragantó un poco en su día. Lo que pasa es que yo, entonces, leía con un exceso de avidez, sin paladear los adjetivos y, posiblemente, muchos buenos textos sufrieron por ello.
Gracias por venir hoy, te echaba de menos ya… ¡feliz domingo para ti también!
Ernesto Sábato murió hace más de 25 años. Lo de ayer fue un accidente en la agenda de su ángel de la guarda. Que se despistó en las fechas: parece que algunos lectores lo leyeron para ser felices. Y el ángel, bobalicón, se lío con el papeleo: funeraria y felicidad se enjuagan, pero no conjugan.
Viva la clase obrera((((por lo bajini y entre nosotros , y cómo diría Sábato: «…y una mierda.»
Besos que van y vienen como las olas del mar. Besos que yo te dejo, ¿para qué, para qué?
La biblioteca de mi pueblo me salvó de algún modo cuando yo era una pre-adolescente con tendencias oscuras, varias años antes de llegar a Sábato.
Ahora no tengo pueblo, pero la biblioteca de mi barrio me sigue salvando…
Precioso post Francesca, lo tuyo va in crecendo.
@tomas rivero. Pues ya ves, yo creo todo lo contrario, que sus escritos lo harán inmortal. En realidad, aquello por lo que lo conozco no murió ayer ni morirá nunca… para sus amigos es diferente, para los que nunca lo leerán también, pero para mí… va a revivir cuando relea «Sobre héroes…». Pero al final todo es lo mismo… la muerte siempre es triste… como todas las despedidas… más que las otras. Un abrazo.
@arati. ¡Hola! Las bibliotecas siempre salvan ¿verdad?… y además tienen recursos para todos y en todo momento. Yo siempre he trabajado en recintos universitarios, así que me nutría de esas bibliotecas… y compraba mucho… que es como un vicio que tengo, veo una librería y allá que me voy a dejarme los dineros… Pero me da a mí que he encontrado un buen refugio para años venideros.
¡Qué gusto que saques tiempo para visitarme!… te añoraba ya… lo sabes… 😉
Yo también creo que es inmortal. Sólo que cada uno necesitamos del otro una inmortalidad distinta.
Creo que no supe explicarme. O mi ángel que también tiene lo suyo..
Beso.
@tomas rivero. ¡Pues entonces pensamos parecido! ¡Feliz semana!