On reading. André Kertész
My way. Patti Austin
Pues, aunque el esplendor, tan encendido antaño,
se quite para siempre de mi vista,
aunque nada pudiera devolverme las horas
de luces en la hierba y de gloria en la flor,
no habré de entristecerme, y hallaré
fuerzas en lo que aun queda:
en aquella primera simpatía,
que, habiendo sido, durará ya siempre…

Indicios de inmortalidad, William Wordsworth
Escribo esto el sábado por la noche. Acabo de dejar la maleta junto a la puerta y me he preparado un té. El domingo, cuando esta entrada se publique de forma automática, espero estar aterrizando en el aeropuerto de Heathrow.
Mientras preparaba el poco equipaje que llevaré, he sentido una especie de aliento de juventud, a pesar de que sé que los años pasan y la inocencia (y con ella la belleza) hace tiempo que desapareció. Tal vez sea porque conservo la ingenuidad casi intacta y restos de mi capacidad de asombro, que alimento a base de vivir cada momento como si fuese único (eso es fácil, todos lo son).
Me llevo para el viaje el ebook con una buena novela, que espero ponga el punto de dulzura a esos momentos que preceden al sueño. He andado perdida estos días en una lectura imposible, un libro que parece que encierra, en vez de una historia, una venganza, pero al que mucha gente alaba. Libertad de Franzen ha conseguido que me sienta rara entre la multitud. «Pasará a los anales de la literatura», dicen los críticos… Supongo que entonces aparecerá listado en la F, junto a títulos de Flaubert, Faulkner y  Fitzgerald. Sinceramente, no lo entiendo. Estoy ansiosa de que comentemos el libro en la Sociedad Literaria, a ver si alguien me explica qué tiene de especial.
….
Un ramo de iris. Una tableta de turrón de yema. Muchos abrazos. Un juego de ordenador. Un cuadro. Comidas familiares. Un libro. Un dibujo. Un viaje. Cuatro fotos. Un poema. Un beso. Una vela. Unos mojitos. Un bolso. Un sueño. Esos han sido algunos de mis regalos estos días.
Acaban otras Navidades y se extiende ante nosotros un año por vivir. Ahora nos parece que podemos hacer lo que queramos con él… y es cierto, la vida marca el camino, pero las ganas y la forma de recorrerlo las ponemos nosotros y eso determinará no solo cuán lejos lleguemos, sino también en qué estado y, lo más importante, en qué compañía. Habrá que recordar eso todos los días.
Yo soy de esas personas a las que les toca empezar el año cerrando los ojos, soplando y pidiendo un deseo. Siempre sé lo que voy a pedir antes de que se apaguen las luces, pero este año, no sé cómo, me he sorprendido cambiando de idea en el último momento y anhelando algo distinto. Una tontería. Una pequeña locura. Algo absurdo. Un indicio de inmortalidad.

¡Feliz domingo, socios!

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