trampantojo.
(De trampa ante ojo).
1. m. coloq. Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es.
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Cada día estoy más convencida de que la que para mí fue ansiada madurez -yo creía que implicaría una calma emocional que ahora ya ni siquiera me apetecería haber alcanzado-, no es, como siempre había creído, aceptar que ya no puede uno quedarse con las ganas de hacer nada, porque el mismo tren nunca pasa dos veces, sino entender que lo importante es, casi siempre, todo lo contrario: quedarse con las ganas y dejar pasar aquellos trenes, casi todos, que representan oportunidades que tal vez sirvan para otros, pero que a nosotros no nos llevarán a buen puerto.
Pero lo que no hay que hacer nunca es renunciar a algo basándonos en criterios que no sean los propios. La sociedad es un ente tozudo, que intenta imponer sus normas a costa de lo que sea y actúa como si tuviese la razón por designio divino y «lo que hay que hacer» fuese algo más que un pacto entre las mayorías que dominan en cada época. Es normal y puede que incluso sea bueno que existan unas pautas, pero no debemos tomarnos las costumbres como algo sacrosanto y dejar arder en su hoguera deseos y sueños que nos ayudarían a ser felices.
Sé de personas que en su día renunciaron al amor porque no cumplía unos requisitos que ahora suenan ridículos. Luego -¡cómo no!- obtuvieron el ansiado premio de una pareja que parecía de cuento y que, efectivamente, lo fue, en el sentido más tristemente literal de la frase; nunca entendieron el por qué lo que se abrió ante ellos como un camino de rosas, acabó siendo un zarzal. No les faltó astucia, les sobró resignación.
También conozco gente empecinada que construye su hogar en el antiguo cauce de un río. Algunos les avisan de los riesgos que corren, pero a ellos les parece una buena elección, es tierra fértil y la naturaleza florece sin esfuerzo, hasta ese aciago día en el que llueve y todo cuanto creían tener sucumbe, arrastrado por un torrente enfurecido que lucha por recuperar su espacio. No les fallaron los cálculos, les pudo la soberbia.
Pero ¿quién está a salvo de cometer ese tipo de errores? nadie en absoluto. Por eso es mejor que nuestras decisiones no dependan solo de nosotros. Dejar que el azar haga su trabajo. No echar a correr tras un tren que pasó antes de la hora, porque tal vez lo mejor sea perderlo.
Ni resignación, ni soberbia, esperanza de que tal vez la vida sepa escoger mejor que nosotros ¿por qué no?
Acabo de lanzar al aire una moneda, no sé de qué lado caerá y, mucho menos, de qué lado me conviene que caiga -a pesar de que muchos fingen saberlo, la fortuna es inaprensible.
En la sabiduría del destino deposito mi esperanza, porque, incluso la realidad más evidente podría no serlo, pero ¿importaría eso algo si nos allanara, aunque solo fuese un poco, el camino hacia la felicidad?
Lo dicho…
¡Feliz domingo, socios!
Es que pasan tantos trenes que casi ni da tiempo a mirar. Yo soy más fan del “sucede” y procuro concentrarme en ese punto de partida. Reflexión hacia atrás tan sólo la justa para entender cómo despejar el camino y, siempre, la ilusión como motor para continuar. Y es que progresar no necesariamente es avanzar.
Un abrazo Francesca. Feliz domingo! 🙂
Los hechos tienen sus propias razones, que unas veces tardamos en entender y otras no llegamos a comprender nunca… ni falta que hace, total ¡jamás sabremos qué habría sucedido a la larga de ser otro el resultado!
Me encanta eso que dices, Isabel, y creo que es absolutamente cierto: progresar no necesariamente es avanzar.
Un abrazo.
Conformarse. Prescindir. Resignarse a los vaivenes del destino. Unas asignaturas con pocos matriculados hoy en día. Porque nos enseñan un mundo inmenso e inaprensible como si estuviera a nuestro alcance.
Buenos días.
Es exactamente eso, pero la gran fantasía de que todo es posible no es lo peor que nos inculcan, lo peor es hacernos creer que satisfacer nuestros deseos es lo más importante… porque deseamos siempre lo que nos conviene. Conozco a más de una persona que sufre por no haber conseguido algo que le hubiese estropeado la vida.
Mira que somos raros…
Un saludo.
«En la sabiduría del destino deposito mi esperanza … »
La Vida nos da pistas sobre los trenes, los ríos … lo complejo es entenderlas …
¡Feliz semana!
«En la sabiduría del destino deposito mi esperanza» ¿quién ha dicho eso? ¿yo? 🙂 ¡es el lema de mi vida!
Un abrazo, Juana.
«Tal vez la vida sepa escoger mejor que nosotros ¿por qué no?»
Qué idea más bella. Creo que es cierta. Aunque signifique que controlamos muy poco nuestras vidas.
No, no, si controlarla la podemos controlar, más o menos,… pero ¿para qué? ¿de verdad sabemos lo que va a hacernos más felices? te digo más ¿no es bonita esa sensación de entregarse a la vida y dejar que ella nos conduzca al destino que nos tiene preparados?… a nuestro lugar seguro…
Hola Francesca, qué bueno volver a leerte. Yo opino que hay que correr hacia nuestros sueños SIEMPRE, pues la mejor forma de alcanzar lo que deseas, es luchando por ello. Si luego te equivocas, pues mala suerte. Pero al menos, lo habrás intentado a muerte y habrás disfrutado al máximo de tu proyecto en el camino. Un fuerte abrazo.
¡Hola Elena! ¡qué suerte tengo! mi cocinera preferida por aquí 🙂
Creo que en realidad pensamos parecido, yo también creo que hay que luchar por los sueños, pero no empecinarse, porque quizás no sean lo mejor para nosotros. Hay que hacer todo lo posible por estar en la estación, para poder decidir si subirse o no al tren, pero no es obligatorio hacerlo. No a todos.
Y es que nada es bueno o malo del todo, a veces situaciones que nos causan dolor acaban plantando la semilla de algo que nos hace felices. Tú lo sabes y yo, ahora, también.
Un abrazo fuerte.