Audrey Helpburn y Grace Kelly. Hto2008
Alta Sociedad «True Love». The New Last Orchestra (Spotify)
A mi madre
____________________
Son las 6 de la tarde de un día laborable. Vamos a imaginar que es invierno y el día empieza a enfriarse ya a esa hora, aunque sólo lo intuimos por contraste con el cálido interior. Entramos en una cocina cuadrangular, a la izquierda la pared del fondo está cubierta de todo aquello que la dota de la utilidad para la que ha sido concebida. También a ese lado vemos una mesa rectangular, de madera clara. Una niña que aún no ha cumplido los 7 años está sentada en el borde de una silla de enea, las piernas colgantes, la cabeza inclinada sobre la libreta de ejercicios. Las trenzas oscuras, le caen hacia delante, una cinta de punto, ancha, azul marino como el uniforme del colegio (escondido ahora bajo una bata de cuadritos rosas y blancos), marca el límite del flequillo que cubre completamente su frente para morir en el límite de sus cejas. Concentrada en lo que hace, aprieta con fuerza el bolígrafo («BIC naranja escribe fino, BIC cristal escribe normal»… le gusta el naranja, de mayor preferirá el cristal… es sólo una de las muchas cosas que van a cambiar) y escribe lo que parece una redacción en el cuaderno de espiral.
Seguimos paseando la mirada hasta encontrar a su madre, que le da la espalda a la pared situada frente a la puerta por la que hemos entrado. Es una mujer guapa, menuda, con falda y jersey oscuros, sobre los que el delantal impoluto, de rayas azules y blancas, parece un adorno. Lleva tacones para estar por casa y también unos pendientes preciosos. Siempre. El pelo rubio, recogido en uno de esos moños que Grace y Audrey han puesto de moda le da un cierto aire altivo. Pero ella es más guapa y tiene más clase que las dos actrices juntas, la niña lo sabe (“qué guapa es tu madre” dicen sus compañeras las pocas ocasiones en las que la viene a buscar a la salida del colegio, “nunca tendrás tanta clase como ella” se le escapa a veces a algún adulto insensible… pero no le importa, porque la niña ya ha decidido que se va a parecer a Jo March y va a ser escritora, y para eso sólo necesitará unas botas viejas y algunas batas anchas con muchas manchas de tinta, cuantas más mejor).
La radio suena flojita, para no distraer a la niña de sus deberes y para que la música acompañe a la madre mientras plancha (nunca le gustó esa tarea y, en cambio, la hace con mimo, ella capitanea esa casa y allí todo es como debe ser, tanto si hacerlo es agradable como si no). No se oye nada más.
Las dos están pendientes de sus obligaciones y sumidas en sus propios pensamientos, hasta que de repente, la madre deja la plancha, sube el volumen de la radio y se dirige al centro de la estancia “Deja eso, corre, ven”.
La mira y a la niña se le ilumina el rostro, se levanta como impulsada por un resorte invisible y corre hacia su madre, esa diosa a la que nunca se parecerá, que baja de su trono para sonreírle… ¡a ella!
Entonces se abrazan y bailan.
Y en la cocina empiezan a llover estrellitas de colores, que hacen que todo brille mientras giran y el corazón de la niña casi, casi, estalla de felicidad.
¡Feliz domingo!
……………………

El próximo viernes empezará la “serie” de la autoentrevista que os prometí hace ya más de 3 meses y con la que celebraremos los 4 años de este Club. Espero que no os aburra mucho, a mí escribirla me ha dado tantas cosas, que le he cogido cariño y ya no puedo decir si me gusta o no cómo ha quedado… ¡sólo sé que me encanta cómo ha fluido la vida mientras la escribía!. El día 5 publicaré una especie de introducción y luego seguiré, todo el mes, contestando a vuestras preguntas tal y como mi profesor me ha enseñado: pregunta corta, respuesta extensa; pregunta larga, historia breve.
Este Club se inauguró un 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, esa patrona que tienen los músicos y los poetas, gracias a un traductor descuidado que leyó canentibus organis (instrumentos musicales) donde decía candentibus organis (instrumentos de tortura) y trasformó una escena de martirio en el momento cumbre de una boda… error que nunca se subsanó, en parte supongo, por el poco prestigio social de sus protegidos. No creo en los santos, pero una mujer joven llamada Cecilia existió y alguien que confundió su muerte con su boda, ha hecho vivir su historia en el tiempo. Me alegro de que así sea, una patrona por accidente para un blog que se inició también de forma accidental, con un nombre al que vosotros, mucho después de bautizarlo yo, dotasteis de significado.
A partir de hoy, compartiremos patrona con músicos y poetas… ¡hay que ver, lo que me gustan a mí las malas compañías!
www.elclubdelosdomingos.com