[…] Quizá Dios no tiene tiempo. Dirá que nos vayamos
y volvamos más tarde. Nosotros nos iremos de paseo,
nos sentaremos sobre un banco a contar trenes que pasan,
las hormigas, los pájaros, las naves. De aquella alta ventana
Dios se asomará a mirar las calles y la noche.[…]No podemos saberlo. Natalia Gitzburg.
Hace tanto tiempo que no escribo en domingo y han pasado tantas cosas que no sé por dónde empezar. El año comenzó de una forma extraña, como si hubiese corrido a esconderse tan pronto nos vio esperándolo -las copas vacías, los platos con migajas de comida- y ahora nos contemplase mudo, a la espera de darnos una sorpresa tras otra.
2017 llegó entre un viento de invierno, embravecido, provocando toses en toda la familia y obligándome al silencio que tanto me cuesta. No podrías ser monja aunque quisieras, no ves que hacen voto de silencio…, me decía una tía mía ya olvidada, cuando me portaba mal; ella pensaba que todas las niñas en aquellos días ansiaban ser monja, tal vez porque ella misma lo deseó, pero yo nunca quise, aunque no por el voto que creía mi tía, sino por el de obediencia; por quebrantar ese yo sabía que me echarían del convento a las primeras de cambio. El caso es que la primera sorpresa del año fue una afonía intermitente.
La segunda vino de la mano de la primera y fue el retorno del placer de la lectura. Creeréis que no lo había perdido, pero empezar libros no significa acabarlos y yo solo hacía eso desde que murió mi padre; ninguno -salvo gloriosas excepciones- era capaz de despertar mi perdida ansia por leer y eso me torturaba. Sin lectura solo vivimos una vida y a los que hemos conocido la algarabía de vivir otras muchas vidas paralelas, ya sean aventureras o misántropas, felices o desgraciadas, vivir solo la nuestra nos sume en un tedio, del que ni siquiera las cosas hermosas son capaces de sacarnos. El regreso de la pasión perdida fue una fiesta y llegó de la mano de una novela magnífica, que al parecer se ha vendido mucho, pero que estoy convencida de que mucha gente ha dejado a medias, porque «Departamento de especulaciones» de Jenny Offill está tan despojada de todo lo accesorio que resulta difícil de interiorizar.
Pero sigamos con la tercera sorpresa. Una compañera me habló de que tenía una amiga que hacía unos pasteles maravillosos. Mira, este es el que nos comeremos esta tarde, me dijo mientras me enseñaba la foto en la pantalla de su móvil. Junto a la tarta de chocolate se veía el nombre de la remitente. No podía ser verdad, pero lo era… ¡me he reencontrado con una amiga de mi primer colegio! O mejor dicho: con mi amiga; esa que te acompaña a casa a la salida del colegio y al llegar a tu portal decidís que os faltan cosas por hablar y la acompañas tú a la suya, y luego ella va y te vuelve a acompañar, en un bucle que se vuelve incontrolable para vuestras voluntades infantiles y que solo se acaba cuando una de vuestras madres os ve y decide que ya está bien de tanto paseo.
La cuarta sorpresa sucedió hace unos días, cuando nos sentamos frente a frente y milagrosamente descubrimos que era sencillo retomar las conversaciones que quedaron aparcadas un día, cuando yo me fui del colegio y del barrio, porque todavía éramos demasiado jóvenes para saber que el valor de la amistad viene determinado en gran medida por la dificultad de encontrarla ¡teníamos tanta vida por delante!
Acaba de empezar febrero ¿Traerá más sorpresas? Chi lo sa!
¡Feliz domingo, socios!
La foto es un regalo de E.A.
me gustaría estar en este grupo compartiendo ! el domingo es un dia tan especial !!! es como » para sentarse lánguida la mirada , contar hormigas «
Hola Susana, gracias por acercarte por aquí. Yo también pienso que los domingos tienen un encanto que no tienen otros días, son más tranquilos, más lentos, más dulces…
Bienvenida ¡un abrazo!
Soy yo, soy la de los pasteles maravillosos, soy TU amiga del colegio, soy la que te acompañó en tu-nuestra preadolescencia. Juntas hicimos castillos en el aire, juntas soñamos con príncipes azules y juntas empezamos nuestras reivindicaciones y `protestas escolares y juntas después… sufrimos los castigos.Nuestros caminos se separaron, sin ningún enfado, sin ninguna pelea…y por separado descubrimos, sufrimos y disfrutamos de nuestras vidas. Un pastel nos ha unido, deseo y espero que sea un buen pronóstico. .Tenemos muuuuucho que contarnos y ahora…por hablar…nadie nos castigará al pasillo. Bienvenida otra vez a mi vida
¡Qué alegría verte también por aquí, Isabel, amiga! Sí, tenemos mucho por revivir… pero también por vivir, juntas esta vez. Aunque no haya torreones, ni señores de colorines ¡habrá sueños, de eso puedes estar segura!
Un abrazo muy, muy fuerte. Y recuerda que ahora estamos unidas por un hilo de azúcar 😉
La vida inesperada, Francesca…
Una lectora asidua
Muchas gracias, lectora asidua, por dejarme oír tu voz ¡es tan agradable saber que una no está sola!
Un abrazo.