A Karmele
¡Madre, escúchame!Lo dijo en voz más alta que antes y le tiró de la manga.Por el modo en que la mano de ella se cerró sobre la suya, supo que le había oído. Desde el primer momento. Y que, tarde o temprano, le haría caso a él y a nadie más que él. Pero ahora tenía que estarse quieto. No debía interrumpir hasta que terminaran de decir lo que estaban diciendo.Vinieron como golondrinas, William Maxwell
Ayer acabé la novela de Peter Stamm y lo primero que hice (no me preguntéis porqué, pero sentí la necesidad urgente de saber cómo era) fue buscar una foto suya en Google. No puedo recomendar “Siete años” porque sé que no va a gustarle a la mayoría de las personas que la lean. Ni siquiera sé si a mí me gusta, únicamente puedo decir que en un momento en el que me cuesta interesarme por lo que escriben mis contemporáneos, esos escritores a los que obsesiona tanto ceñirse a la verdad que dejan de ser reales, Stamm ha logrado que me involucre en una historia que es sublime si se juzga no pensando en lo que sucede, sino en lo que sentimos cuando eso sucede.
«Siete años» se lee como si anduvieses rítmica y pausadamente un camino sin retorno, sin saber siquiera hacia dónde te conduce. Esta mañana he vuelto a pensar en Alex y Sonja y he recordado lo simples y lejanos que me parecieron los personajes de Libertad y lo complejos y cercanos que me han parecido estos. Creo ahora que la culpa no la tuvo entonces la trama, sino esos hombres y mujeres que no se asemejan a nadie que yo conozca, aunque hagan cosas que ellos harían. Uno puede entender lo que Stamm nos dice y el marco en el que nos lo dice. Las crisis, (la económica de la que habla todo el mundo y la moral, la que más duele, la que lo hace todo más difícil) dejan caer su sombra sobre esta novela, que no es alegre y aturde un poco, como cuando se bebe sin nada en el estómago y tienes la sensación de que, sin interés ni motivo aparente, has alterado el orden de las cosas.
Y es que elegir libremente, nunca ha sido garantía de elegir bien.
Si creo, como Maxwell, que con una ligera presión, nuestra madre nos decía cosas complejas que nosotros entendíamos a la perfección (“a mí tampoco me interesa lo que está diciendo y tengo ganas de que me cuentes tus cosas, pero espera a que acabe de hablar este señor”), ¿por qué no creer en una especie de metalenguaje sensitivo que hace que podamos comunicarnos en la distancia con absolutos desconocidos?
Venir aquí a escribir y saber (porque lo sé) que vendréis también vosotros, con ganas de escuchar o conversar, según os vaya la vida, también me hace pensar que hay caminos no tangibles que unen a las personas. Caminos por los que sobrevuelan golondrinas.
Francesca, literariamente hablando te has quedado en el siglo XX, pero al principio principio;-). En parte te entiendo, porque a mí también me pasa que hay muchos autores, incluso famosísimos, que no me dicen nada literariamente, no sé, me parecen obras que podría escribir cualquier persona dispuesta a meter horas, a tener constancia y disciplina, más que de pura literatura.
Nos vemos en la Sociedad Literaria hablando de Dorothy. Feliz semana:-)
Creo que soy más de XIX, mira lo que te digo… 🙂 Por eso me ha sorprendido Stamm, mira que me costó comprar esa novela, dudé, porque cuando se tiene poco tiempo para leer no se puede andar haciendo experimentos, pero me ha gustado mucho. Y lo cierto es que la recomiendo encarecidamente, aunque la lectura que a mí más me gusta es una muy simbólica, hay un personaje que ancla a los demás en la tierra. Una mujer que vive volcada hacia dentro, que solo por estar ahí altera el mundo de los otros…
Sí, hablamos de Dorothy, pero poneos las pilas y leedla ya, que yo la estoy olvidando… 😉
Feliz semana!
Buenos días, Francesca.
Las vías de comunicación que tenemos los humanos y los animales en general son inagotables. Comparto tu idea, con algunas personas conectamos tan sólo con aquello que percibimos entre sus líneas, pronunciadas o escritas, establecemos un modo de comunicación, «Caminos por los que sobrevuelan golondrinas». Nuestro cerebro es un poderoso gran desconocido. Qué bonito tu título, Francesca, es muy poético!.
un abrazo.
Inagotables y extrañas… o como poco, difíciles de explicar. Esa es una de las grandes barreras que en principio tiene este medio: la mayoría de los sentidos están inhabilitados. No vale la presión de una mano, ni la calidez de una mirada, esto son construcciones a base de letras únicamente y cuesta imaginar que aún así, se abran caminos por los que la amistad transite… pero ahí están.
Me alegro de que te guste el título. Si tú dices que es poético, lo es 🙂
¡Un abrazo fuerte!
Y es que elegir libremente, nunca ha sido garantía de elegir bien.
Me ha llamado la atención esta frase, porque muchas veces, muchas …. me ha parecido que he elegido lo que «tenía» que elegir, pero eso no quiere decir que me «gustase» …. recuerdo que subí al «Monte Pérdido» con bastante esfuerzo, tenía unas rozaduras terribles, era lo que tocaba, pero …. terminé exahusta …. a veces me he metido en lios de narices, algo en mi sabía que esa era la experiencia, pero …. ¡que dolor! ….
Hola Juana, elegir no es sencillo, sobre todo por dos cosas: la primera es que al quedarnos con algo rechazamos un montón de opciones, algunas de las cuales seguramente también eran válidas y la segunda, que no hay forma de saber si realmente lo que hemos elegido era lo adecuado, porque es imposible conocer los lugares a los que nos hubiesen conducido otras decisiones…
Un lío de narices, sí…
En la novela se suceden situaciones debido a una elección que, a pesar de haberse hecho libremente y tener toda la apariencia de ser correcta, resulta que no lo es tanto… es interesante. Aunque ya aviso de que no es una novela que vaya a gustarle a todo el mundo. Pero a mí sí. 🙂
hay caminos no tangibles que unen a las personas.
Y con esta frase me he acordado de algo que decía en sus libros un Lama budista (no recuerdo su nombre) «guarda a los Maestros en el fondo del corazón para poder reconocerlos en los eones de vidas que te quedan por vivir» …. creo que no solo a los Maestros, creo que guardo a mucha gente en algún rinconcito de no se donde, luego es como si los resordase …. en el fondo creo que siempre están …. porque siempre estuvieron ….
Da un poco de miedo ¿no?… yo cada vez detecto a esos compañeros de viaje más rápido… y cada vez me equivoco menos. Puede que tengas razón y lo que hagamos sea (re)conocernos, que siempre hayamos estado el uno en el imaginario del otro… no sé… es complicado, pero algo hace que de la mucha gente que conocemos, solo en algunos veamos ese camino de doble sentido… aunque está ahí, no me preguntes por qué, pero estar, está 🙂
Un abrazo… y gracias por volver…
Hola Francesca!
No me acabo de levantar, ni mucho menos. He empezado el domingo leyéndote, como todos y cada uno. A veces me acerco a los comentarios y otras, me quedo mirando por la ventana, café en mano, disfrutando de tu cita o de tu reflexión…
Hoy, ni una cosa ni la otra, me han hecho tanta ilusión tus palabras, que necesitaba un agradecimiento a la altura de las circunstancias. Y, ya ves, casi a la hora del té, las letras siguen revoloteando dispersas en mi cabeza, y por mucho que les digo que se estén quietas y se ordenen de una vez, no atienden a razones.
Así que he decidido sintonizar esa frecuencia de golondrinas, a ver si logro transmitir, hoy especialmente agradecimiento, y siempre en general, una profunda admiración.
Es una suerte saber que esos caminos existen…
Es curioso, algunos somos muy distintos por fuera, porque hemos elegido diferentes capas protectoras para enfrentarnos al mundo, o porque la edad hace que unos carguemos ya con más capas que otros… pero cuando leemos juntos, algo en nosotros queda expuesto y al final, leyendo a los grandes, nos igualamos todos.
Lo que digo es cierto, me ha alegrado mucho tu premio y lo he sentido también un poco mío.
Porque el camino está ahí, no albergo ninguna duda… y hay que andarlo.
Gracias Karmele, por los ratos que pasamos juntas -me voy corriendo a la Literaria, a ver qué estáis diciendo… 😉
Hola, Francesca:
Me he pasado por el club, ahora que poco a poco voy aterrizando. Tengo ganas de retomar nuestras tertulias, a ver si nos animamos. He leído con atención este post. Sabes que no soy un lector ni siquiera aceptable, más bien un ignorante literario, si lo juzgamos por la variedad de cosas que leo. Así que será por eso que me gustan tanto los escritores que se esfuerzan por ceñirse a la verdad. Pero en fin, soy más de ensayo que de ficción, y es una pena, porque me pierdo mucha fantasía nutriente. Igual que Juana, me he fijado en esa idea de “elegir libremente, nunca ha sido garantía de elegir bien”, y también estoy de acuerdo con su comentario. Ella explica bien lo ambiguo que puede ser el adverbio “libremente”. No es tan fácil saber si lo estamos haciendo con libertad, o no. Seguiré dándole vueltas al temita, porque se las trae 🙂 Ah, y lo del “metalenguaje” es muy bueno también. Yo creo en eso, nos comunicamos así a tutiplen. Tendríamos que cultivar más la lectura de ese lenguaje químico-gestual, porque nos haría más sabios. Besos, Francesca… me alegra leerte de nuevo…
¿Qué es elegir libremente? ¿no tener condicionante ninguno? eso es imposible, las personas decidimos con toda la vida que llevamos a cuestas. Cuando yo hablo de libertad cuento con eso, que «solo» pese eso, sin presiones añadidas… pensar en una libertad aséptica, sin límites, es inútil, ni existe ni sería buena… no, no. Pero la otra sí, que sea el respeto que nos debemos y debemos, la experiencia que hemos ganado a base de librar pequeñas batallas, los que intervengan esa decisión ¡pero solo ellos!… Y aún así nadie tiene seguro el acierto.
Lo del metalenguaje existe, pero lo realmente interesante es que ni siquiera es ya químico-gestual … ahora el gesto lo cambiamos muchas veces por la interpretación lectora, en el mundo digital la lecto-escritura cobra una importancia capital, en estos barrios se lee mucho y hay que reaprender a descodificar los mensajes entre líneas que tiene todo escrito… me interesa mucho ese tema, ya sabes.
Bienvenido, Amalio, sé que has estado aprendiendo y disfrutando mucho por esos mundos, ya nos contarás…