Pachulí, mirra, rosa damascena

Levantarse, coger el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Pero un día surge el “por qué” y todo comienza con esa lasitud teñida de asombro. “Comienza”: esto es importante.

El mito de Sísifo. Albert Camus. 

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Por fin llegó septiembre y el frescor que tanto se agradece en los atardeceres mediterráneos. Vivo en un pueblo verde y los paseos huelen a esa mezcla de aceites, bacterias y ozono a la que llamamos “tierra mojada”.

Me encanta ese olor, pero para mí septiembre son también otras asuntos. Los libros nuevos, las libretas y los bolígrafos de cuatro colores, los amigos de siempre, la rebeca mil veces olvidada en el patio, el Tibidabo y su algodón de azúcar… Recuerdos infantiles, sí, pero ¿en qué otro mes empezaba el año cuándo éramos niños?

Septiembre no necesita adornos, ni ceremonias para que sepamos que algo está a punto de cambiar. No es el mes de los buenos propósitos, sino el de los compromisos con uno mismo, el de las segundas -o terceras, o cuartas- oportunidades. Empezar libreta ha sido siempre más importante para mí que inaugurar calendario. Y sigue siéndolo. Y esta vez prometo no hacer ni un borrón.

Imagen: A.I.(2021)