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Waiting for Charles. FC (2012) Time after time. Chet Baker |
Hay en el Sur un fuerte donde, hace pocos años, se cometió un asesinato. Los participantes en esta tragedia fueron: dos oficiales, un soldado, dos mujeres, un filipino y un caballo.
Reflejos en un ojo dorado, Carson McCullers
Siempre que quiero animar a alguien a preguntar algo sobre lo que tiene dudas, le insisto en que, en mi opinión, las personas casi nunca somos originales, tampoco en lo que no entendemos, nos sorprende, nos da miedo o nos ofrece pequeñas gratificaciones. Pero supongo que en el fondo, como todo el mundo, creo tener algunos caprichos en exclusiva. Por ejemplo escribir historias con la intención de leerlas solo yo. No escritos que no enseño porque me ruborice el mostrarme demasiado en ellos, no. Solo textos que me apetece escribir y que no buscan la empatía del lector. Relatos solo para mis ojos. Suelen ser cuentos que me proporcionan el placer inesperado de bromear con mis fantasmas.
Bueno pues ayer descubrí que lo que yo creía una excentricidad mía, la comparto nada menos que con Carson McCullers. Parece ser que “Reflejos en un ojo dorado” nunca debía ver la luz, la leyó casi por casualidad el editor literario de Harper’s Bazaar y, nada más hacerlo, quiso publicar la novela. McCullers no lo podía creer, era “un cuento de hadas para consumo privado”, algo escrito “por diversión, tan rápida y fácilmente como si comiera caramelos”.
Acababa de terminar “El corazón es un cazador solitario” y, para paliar el aburrimiento, escribió, en dos meses, una pieza breve y rompedora, que sin duda desconcierta, porque en nada se parece a lo que ya llevo leído de ella (que empieza a ser bastante, veo acercarse peligrosamente el final de “El aliento del cielo”, esas casi-obras completas, tan bien prologadas y comentadas por Rodrigo Fresán -y eso lo dice alguien que no lee la cubierta de los libros para no perderse ni un ápice de la sorpresa que encierra toda buena historia).
Lo cierto es que se trata de reflejos terribles, descarnados, exagerados, sarcásticos, tristes, hilarantes… de un auténtico alarde de buena literatura. Sin embargo tuvo y tiene muchos detractores. Es extraño, porque a mí me ha parecido que estaba leyendo en todo momento una novela sin mordazas que, como la vida, unas veces parece relatar una pesadilla, mientras que otras se asemeja a una ópera bufa… en todo caso, algo que pocos, poquísimos escritores, serían capaces siquiera de imitar.
También aparece un cazador. Y muchos corazones solitarios.
…….
Pantalones cómodos, jersey, camiseta o mejor, camisa, viejos, unas zapatillas deportivas que compré en Liberty y merecen lo que pagué por ellas, mis gafas de falso carey que corrigen una incipiente presbicia y el pelo recogido en una coleta con una de esas gomas con ganchos en los extremos. Así estaba yo ayer, con lo que empieza a ser ya mi uniforme de trabajo, cuando pasada media mañana, me enteré de que no era viernes.
Me había despertado con un ligero dolor de cabeza y, para prevenir una futura migraña que me imposibilitara hacer lo que tenía previsto el fin de semana, tras desayunar, me tomé un calmante y me acurruqué en el sillón blanco del despacho, tapada con la manta que tengo siempre en el reposapiés, con la esperanza de encontrarme mejor al poco rato.
Con el atontamiento de las pastillas, me quedé dormida y cuando desperté del sueño y empezaba ya a pensar que estaba desperdiciando un día de trabajo, me di cuenta de que era sábado. Todo cuadraba ahora. El pudor con el que me habían rogado que hiciese algo “para antes del fin de semana” el día anterior tenía sentido, porque era solo una forma eufemística de decirme que era urgente.
Sucede que el mes pasado regresé a casa, cuando ya estaba casi a medio camino hacia una reunión que tendría lugar al día siguiente. Podría pensarse que es producto de una vida ajetreada, pero yo creo que es consecuencia de la libertad de la que gozo ahora para adaptar mi trabajo a mi estilo de vida y no al revés.
Me gusta ir a Barcelona para comer, pasear y ver una buena película entre semana, cuando la ciudad está más viva: los dependientes en sus puestos tras los mostradores de las tiendas, los bares bulliciosos, las calles y los autobuses llenos de gente parlanchina, que me deja oír retazos de sus conversaciones e imaginar las historias que hay detrás de ellas. Sucede también que me he acostumbrado a esquivar lo que antes eran tediosas tardes de domingo y ahora son como cualquier otra.
Confieso que a mí me gusta más así. Semanas desordenadas, como la vida misma.
¡Feliz domingo, socios!
Buenos días, Francesca.
Bienvenido el desorden de la vida, porque son sus emociones las que nos mantienen despiertos.
La espontaneidad de algo escrito sin propósito externo, es el mejor diario y, con frecuencia, el mejor escrito. Sacar los monstruos, los reales que uno tiene adentro, no a todo el mundo gusta, por su crudeza; y ahí estriba justamente su encanto(será que hay tantos escritores excéntricos como lectores):-).
En poesía yo lo llamo «chorreados», porque son como torrentes de sílabas interiores que van cayendo sobre el papel dictadas por una fuerza que mueve el bolígrafo a su antojo, sin reglas.
En parte, creo que todos esos fantasmas los tenemos todos en mayor o menor grado; la diferencia es que hay quien las escribe y las muestra, y hay quien no.
Un abrazo!.
Sí Begoña, completamente de acuerdo, pero es que además, no solo hay quien muestra sus fantasmas y quien no, hay quien no da ese paso previo y tan decisivo en la vida que representa reconocerlos, asumirlos y aceptarlos como lo que son: una opción, que en nuestra mano está elegir o descartar.
Siempre digo que hay que dejarle espacio a la vida para fluir, no puede controlarse todo, pero tampoco dejar que el azar nos gobierne y, para poder tomar decisiones, hay que conocer las opciones que uno tiene… sus fantasmas…
Si no la has leído te recomiendo esa novela corta de McCullers, me atrevo a aventurar que te encantará.
Un abrazo.
¡Sin lugar a dudas! Se piensa y se siente mejor respirando la ciudad en todo su bullicio para dejar que las sensaciones, los (no)pensamientos y las ideas fluyan creativos y risueños. Yo también lo hago 🙂
¿Y las tardes de domingo? Pues depende… ¡Feliz domingo!
¡Hola Isabel! ser tu propio jefe (con todos entrecomillados que sea preciso en «propio» y en «jefe») tiene algunos inconvenientes: uno que te atreves a pedirte a ti mismo alargar la jornada ad infinitum 🙂 … pero también posee algunas ventajas y para mí una de las mejores es pasearme una mañana laborable de primavera por Paseo de Gracia, por ejemplo. Tomarme algo en una terraza y mirar como pasa la gente. Ir a comprar libros no porque es el único momento en el que puedo, sino porque ese día me apetece pasearme entre las estanterías, o porque me entra la urgencia de empezar ya un libro que me acaban de recomendar… Las ciudades el domingo están como aletargadas y a mí me encantan en su plenitud (pocas veces el adjetivo «plenitud» será tan adecuado para describir algo…).
Las tardes de domingo, como bien dices depende, pero en todo caso la opción «aburrirse» la he descartado, ante ofertas aburridas, aprovecho para trabajar…
Un abrazo y feliz día, Isabel.
Creo que siempre he tenido un trabajo poco convencional, sería largo de explicar …. el caso es que con cierta frecuencia deambulo por calles y plazas en días de diario y, me produce esa sensación de libertad que describes ….
Nunca escribo para mi misma, lo que si que hago es inventarme historias, algunas llevo años recreándolas detalladamente jajajajaja
¡que curiosos somos los seres humanos!
¡Hola Juana! Inventarse historias es lo principal, escribirlas o no es secundario… hmmm… recrearlas con detalle durante años, sí, eso también me pasa… somos curiosos, pero no originales por lo que parece 🙂
Pero es cierto que cuando las escribes, es como si de alguna forma fuesen más reales. Esta novela se nota que está escrita sin cortapisas, seguramente se hubiesen omitido cosas si se hubiese escrito pensando en que las leerían otros ojos además de los de la autora. A mí me gusta tal y como está, pero si no sabes eso, lo cierto es que sorprende el tono y algunas situaciones…
Un abrazo, Juana.
M'encanta el concepte «setmana desendreçada», Francesca. A més, llegir aquest post teu precisament avui… Tinc un dilema, que potser ho sigui de debò si aquesta setmana em confirmen que, de voler-lo, un interessant lloc de feina en una agència de notícies, aquí a Berlín, és meu.
Recuperar la seguretat de la nòmina a final de mes a canvi de perdre les meves «setmanes desendreçades»? Tornar a tenir un cap, després de 12 mesos de ser-ne el meu? Oblidar el meu projecte, pel qual he treballat tant aquests últims mesos, a canvi d'un CV potencialment interessant?
Des de fa uns dies, la meva estabilitat inestable trontolla una micona…
Enhorabona! aquests tipus de dilemes sempre són bons… jo és que estic fent el camí molt ben acompanyada i el camí de retorn em resulta molt poc atractiu, la veritat… però entenc que en el teu cas és diferent. Una agència de notícies a Berlín és força interessant.
Bé, segur que escolliràs el millor.
Però les setmanes desendreçades són molt atractives, jo avui dimarts he anat a dinar i al cinema… nodigomás… 😉