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Due amici, un abbraccio, un capello… F.C. y A.I. (2011) Chopin: Nocturne No. 2 in E flat major Op.9 No.2. E. Leonskaja |
Me olvidó sin querer y Chopin me la ha devuelto.
¿Qué diferencia la muerte del olvido?
«¿Por qué será que te amo más que a la mayoría, incluso más que a viejos compañeros bien conocidos? […]. En la edad del crecimiento y de la personalidad, uno tantea la amistad como tantea el terreno, desde el punto de vista de la reciprocidad. Uno se siente sólido, y sólido quiere encontrar a quien le guíe o le conduzca. Pero cuando se siente huir la intensidad del yo, amamos a las personas y a las cosas por lo que son ellas mismas, por lo que representan a los ojos de nuestra alma, y ya no por lo que aportarán a nuestro destino.»
George Sand a Gustave Flaubert. Nohant, 15 de enero de 1867
El viernes acabé Correspondencia (1866-1876), 10 años de conversaciones escritas, entre dos personas que superando las diferencias de carácter, sexo, edad, estilo literario y vete tú a saber cuántas cosas más, consiguieron ser amigos íntimos, de esos que pueden decirse las cosas con claridad porque su afecto es tan grande que los dos saben que nada de lo dicho será malinterpretado, que el que uno de los dos desee jamás ofender al otro es impensable.
El libro es una preciosa selección de correos tan frecuentes que sorprende (422 de los que la edición de Marbot recoge aproximadamente la mitad), con cartas que a veces se cruzan en el tiempo, porque ambos sienten, en la distancia, la necesidad urgente de saber del amigo que es ya una parte importante de ellos mismos.
De ellos quería escribir hoy aquí. De ellos, pero también del maravilloso prólogo que escribió André Comte-Sponville y en el que dice cosas como “Es un libro para los happy few, que uno sólo recomienda a quien lo merece. ¿Literatura? Sin duda, pero también mucho más. Es la historia de un encuentro, de una amistad, entre un hombre y una mujer a quienes todo separa, como un diálogo improbable y fecundo, donde cada uno de los dos protagonistas encuentra, sólo gracias al otro, su verdad más alta, la más necesaria, la más íntima, la más universal.”
Y juro que ayer me senté al teclado con esa intención, pero la literatura tiene la extraña habilidad, habitando como habita un territorio sin tiempo ni espacio propios, de abrirle paso al presente, haciendo aparecer ante nosotros un camino de luz, un sendero único y exquisito que nos conduce hacia donde no nos atrevemos ni a imaginar siquiera. A mí, ayer, cuando ya había oscurecido, Flaubert, Sand y mi filósofo preferido me tomaron de la mano y me arrastraron hacia una amistad del presente.
Alguien muy querido me regaló un sombrero, un capricho innecesario, una de esas cosas inútiles (como todo lo importante), un “te quiero” de colores, un “hermana del alma” de cheviot… Y noté lo importante que era para ella hacerme aquel obsequio. Los mejores regalos siempre significan más para el que los hace que para el que los recibe… ese es su mayor valor, el que les hace transcender y los impregna del sentido de lo eterno. Y esa sensación, ese notar que alguien necesita que tu sepas que te quiere mucho ¡es cómo si te acariciaran el alma! Sí, eso debería darme (y me dará, te lo prometo) felicidad para mucho tiempo.
Mi hermana, con esos ojos verdes que últimamente parecen lagunas de alegría, le ganó la batalla al mismísimo Flaubert. Con un abrazo en forma de sombrero florentino, “100% lana vergine”.
…..
Hoy, mientras el día amanecía como desperezándose y apartando a la luna con un dulce bostezo, he vuelto a la biblioteca. Últimamente charlábamos en la playa a la que se accede desde el jardín trasero, porque ha sido este un verano cuajado de noches estrelladas. Pero ha empezado a refrescar y he añorado las alfombras y el quinqué (¿te lo he dicho? he puesto un quinqué de esos antiguos sobre el secreter del rincón, tiene una pantalla de un tono suave, que endulza la luz; fatal para leer, lo sé, pero ¿qué quieres? fue verlo y caer rendida ante esa belleza tierna que esconden las cosas -y las personas- abandonadas).
Parece que ha pasado un siglo desde que estuve aquí por última vez y solo ha sido un estío, pero es que últimamente mis años se cuentan por veranos: el verano de 2009, el de 2010, el de 2011…
Así que, mientras el mundo se acerca a la estación en la que todo parece morir para renacer en primavera, yo me ilusiono, un año más, con un comienzo otoñal. Como cuando era pequeña y otra amiga, que el antiguo amor de Sand ha traído de repente a mi memoria, llegaba a casa cargada de discos de Chopin y Schubert, de libros de Tagore y de un montón de historias románticas que otras niñas, más pícaras que nosotras, le contaban en aquellos largos veranos escolares, en otros sitios, con otro mar… ¡y pensar que todo se perdió en la niebla de su olvido!
Pero yo puedo recordar… y lo hago, mientras le pido a esta luz que empieza a inundar el cielo, que nunca me acostumbre a nada: ni a saber, ni a tener, ni a querer…
¡Feliz domingo, socios!
www.elclubdelosdomingos.com
Me encanta esa foto Francesca…
Los cambios de calor a frío, de frío a calor… el otoño, la primavera, siempre me han hecho renacer…
Y tus entradas de cada domingo hacen que empiece el día con algo en que pensar…
Gracias
Buenos días!
Tu percepción enriquece mi recuerdo sobre esta correspondencia. Delicioso el fragmento que traes aquí y la música de fondo (y que coqueta se te ve con tu sombrero)
Cuando todo te separa es quizá cuando la amistad puede coger una profundidad insospechada habitando, como la literatura “un tiempo y un especio propios”. Eso es lo que me suele pasar a mí con tus post, que me llevan a senderos propios. Deliciosos paréntesis que me hacen recordar y sentir lo que se escurre entre las prisas.
Yo también pido lo mismo, “que nunca me acostumbre a nada: ni a saber, ni a tener, ni a querer…”
Un abrazo Francesca. Feliz domingo” 🙂
También es como si regalar estimulara una deliciosa esencia en la persona regalada que es ávidamente absorbida por quien hace el obsequio…de ahí los beneficios que se le suponen al regalar… Personalmente lo que me encanta de obsequiar es detenerme atentamente en las diferentes expresiones que se dibujan en el rostro de la persona obsequiada… este es el regalo más preciado que recibo a cambio…
Bonito sombrero Francesca y precioso post. Buen día!
Grandísimo.
No he leído esa correspondencia, y acabo de darme cuenta de que la necesito. Muchas gracias Francesca!
@Maria Jose Alonso. Un día, hablando sobre las estaciones con amigos, llegamos a la conclusión que lo que más nos gustaba eran los periodos en los que empezaba alguna, con independencia de cual de ellas fuese.
La vida tiene tantos nuevos comienzos esperando… pero hay que tener valor para emprender nuevos caminos, claro… ¡y eso no es tan fácil!
Gracias a ti María José, por estar ahí siempre, callada a veces, pero ahí…
@Isabel. Últimamente pienso que la costumbre es de las peores cosas de este mundo, porque anestesia nuestras ganas de disfrutar de la vida. La costumbre nos induce al conformismo, pero también al aburrimiento, es como un arma de doble filo, que nos puede alejar de lo bonito y a la vez, nos ayuda a adaptarnos a lo feo… ¡mal asunto!
Es curioso, lo que me incitó a hacerme la fotografía fue presumir… ¡de amiga!
Gracias por pasarte por aquí Isabel… (soy presumida, de vosotros también presumo… y mucho) 😉
@cumClavis. ¡Exactamente! yo no hubiese sabido decirlo mejor, es como si el ambiente se impregnara de una emoción hermosa, que el “regalador” aspira.
En este caso fue al revés ¡significaba tanto ese regalo para ella! ¡quería decirme con él tantas cosas! Me recordó a los que nos hacen los hijos de pequeños, esos dibujos en los que tanto esfuerzo han puesto y que nos entregan buscando que se encienda una luz de alegría en nuestros ojos…
Un instante precioso que deberé preservar en la memoria, por su belleza y por su escasez.
Y sí, el sombrero es sencillamente maravilloso.
Un abrazo, Manel.
@arati. Pues sí, Judith, la necesitas, la necesitamos todos… porque contiene la riqueza de la amistad entre diferentes: tanto amor y tanto respeto destilan las palabras de ambos. ¡Tan poco reparo en decirse que se quieren! ¡tanta confianza! ¡tanta seguridad en la amistad del otro!
Algunas de las cartas tienen la belleza de lo sencillo: solo dime cómo estás, no detengas tu felicidad escribiéndome, pero dime que todo va bien en tu vida, necesito saberlo…
No te arrepentirás de leerlas, ya verás. Un abrazo.
La amistad entre dos personas a las que todo separa …. unidos por el placer de escribir desde lo más profundo …. creo que la literatura atraviesa el espacio, el tiempo, a nosotros mismos …. cuando era jovencita fuí a ver «El tío Vania» de Antón Chéjov, me enamoré perdidamente del personaje, es lo que tiene la literatura ….
Cuando he leido la última parte: «que nunca me acostumbre a nada» …. creo que si miras «de verdad» cada cosa, cada persona, jamás te parece la misma, se transforman a cada instante ….
@Juana. Sí, yo también creo que en este caso la pasión por la literatura les unió, pero ¿por qué especialmente a ellos? me parece, después de leer el libro, que porque tenían otra cosa en común: la capacidad de admirar a otro, de querer aprender de él… y esa admiración mútua los acercó.
Tienes razón, Juana, cambiamos, todo cambia… tal vez «acostumbrarse» sea la consecuencia de resistirse al cambio y empeñarse en verlo todo siempre como en el primer momento… y aunque ese momento fuese magnífico, ya no existe, es mentira… ufff… podemos hablar de eso con calma otro día, sin duda lo haremos, hay tiempo…
¡Qué bien te sienta la felicidad!
Ahora es a ti a quien no habrá que interrumpir. Este post desprende felicidad y da gusto. Eso es. Y además es muy oportuno: cuando llega este tiempo de regalos. Ese que describes es el mejor regalo. Puede que no haya una prueba de amor mejor. Creo que si nos diéramos cuenta de lo transparentes que nos volvemos al regalar no nos atreveríamos a hacer esos regalos por compromiso. ¿Y cuando alguien te regala un vale de 50 euros, por ejemplo? ¡Qué triste confesión de fracaso1 Te están diciendo: no te conozco, no te he prestado atención, no me he fijado en ti.
Por todo eso hoy deberías sentirte muy afortunada. Y como se nota, gracias por compartir con nosotros tu fortuna.
@Enrique. Vuestros comentarios no interrumpen, vuestros comentarios suman…
Yo soy más tolerante que tú con eso de los vales, los prefiero al fingimiento; es mejor un «no te conozco, pero quiero que tengas algo que te guste», que regalar algo comprado sin ton ni son y que equivale a un «ni te conozco, ni te quiero conocer: es que este año le regalo cactus a todo el mundo»… Son matices, lo sé, en el fondo (creo, más que nada por variar), pensamos parecido: los regalos contienen el esfuerzo de elegirlos, el tiempo de comprarlos, la emoción de ese último momento de duda «¿y si ya lo tiene? ¿y si no le gusta?» y, algunas veces, un «¿le habrá quedado claro que le quiero mucho?». Eso es lo que contenía este. Por eso lo he querido compartir… ¡era mucho para mí sola!.
Gracias a ti por venir.