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Llegada la madurez y si te pilla, como me pilló a mí, con el trabajo casi hecho (hijos casi criados, hipoteca casi liquidada y empleo casi seguro), la cuestión no es tanto ser o no ser, como dejar de ser lo que no queremos ser y hacer lo necesario para llegar a ser, por fin, lo que siempre hemos querido. Sé que parece lo mismo, pero no.

Como muchos ya sabéis a mí eso me pasó hace ya unos años y me regalé un tiempo para mí, regresé (otra vez) a la Universidad y me puse como loca a probar cosas que sospechaba me gustarían, con la intención de incorporar las mejores a mi vida. Uno de los sitios a los que me asomé en esa búsqueda fue Internet y algo queda como este blog y el otro, menos festivo, que no renuncio a continuar algún día. También una vida oculta tras las bambalinas, con la que disfruto y gracias a la cual me doy algún que otro capricho.

Uno de esos caprichos ha sido el curso de caligrafía que está haciendo que encuentre mis propias letras -no es broma, yo también dudé de Laura cuando me lo dijo, pero a base de practicar acabas descubriendo formas nuevas con las que te identificas. Ahora, buena parte de mi tiempo libre lo paso buscando frases y escribiéndolas una y otra vez: bocetando, pensando en lo que hay que resaltar, calculando proporciones, ensayando letras distintas y emborronando montañas de papel Canson. Eso, encontrar frases que me gusten, era lo más difícil -Coelho estuvo siempre descartado-, hasta que volví mis ojos a la poesía.

Ha llegado este tiempo
cuando ya no hace daño la vida que se pierde,
cuando ya la lujuria es tan sólo
una lámpara inútil, y la envidia se olvida.
Es un tiempo de pérdidas prudentes, necesarias,
y no es un tiempo de llegar
sino de irse. El amor, ahora,
por fin coincide con la inteligencia.
No estaba lejos,
no era difícil. Es un tiempo
que no me deja más que el horizonte
como medida de la soledad.
Un tiempo de tristeza protectora.

No estaba lejos, no era difícil. Joan Margarit

Precioso ¿verdad? Me he acordado de él esta mañana. Mi colegio electoral está en el Centro Cívico del pueblo que comparto con el poeta.

Aquello de lo que solo nos separa el tiempo no está lejos, ni es difícil si nos está destinado. No hay prisa, pero reconforta pensar que llegará un día en el que no haga daño ya pensar en la vida que se pierde.

Mientras tanto hay que vivirla con intensidad, para que luego los recuerdos que acompañen el ocaso sean muchos y sean dulces.

¡Feliz domingo, socios!