Es la regla de oro Homer. Tienes que arrancar la manzana con el rabo. ¿Ves eso de ahí?,¿el chupón justo encima del rabo? Ese es el brote de la manzana del próximo año. Se le llama chupón. Si lo arrancas destruyes la siguiente cosecha, ya que la próxima manzana no podrá crecer.
Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra. John Irving.
Cada cierto tiempo, especialmente en invierno, siento que las calles de la ciudad se empiezan a cerrar a mi alrededor. Entonces sé que debo empezar a planear un viaje, porque, en mi caso, lo mejor está en la preparación y en el recuerdo, seamos sinceros, viajar es cansado y si te da miedo el avión (¿qué lógica tiene que un artefacto enorme y pesado vuele? un jilguero sí, pero… ¡un avión!), además de cansado es aterrador.
Bueno pues yo, ahora que todo el mundo se va, empiezo a pensar en donde iré dentro de unos meses. Londres es un destino anual, pero ayer surgió una nueva tentación.
Aunque no queramos reconocerlo, la gente que nos rodea influye en nuestra forma de ver las cosas. No solo lo que nos dicen -con algunos ni siquiera cruzamos palabra- sino su forma de moverse o de colocar los objetos, su gesto más pequeño, puede incitarnos a pensar en una u otra dirección. Por eso hay gente con la que siempre nos reímos y gente con la que indefectiblemente acabamos quejándonos por todo.
Ni siquiera yo, que soy bastante individualista, puedo sustraerme a formar una opinión sobre cosas que solo han visto otros y desarrollar prejuicios que me impiden sopesar los pros y los contras, ver más allá de lo que espero encontrar y decidir libremente sobre si debo acercarme o alejarme de personas susceptibles de aportar positividad a mi vida.
Sin embargo, uno de los prejuicios que no tengo -por voluntad propia y porque pocas cosas hay que empobrezcan tanto a nivel emocional como ponernos esa barrera- es el de hacer amigos solo entre personas de mi edad. Tengo, por ejemplo, dos amigas que son madre e hija, y si por generación propia entendemos a la de la gente con las que compartimos recuerdos juveniles, ninguna de las dos pertenece a la mía, porque el parque donde la madre supo que se había enamorado por primera vez ya no existía cuando yo quise enamorarme y el bar donde di -o me dieron- el primer beso, fue demolido antes de que la hija pidiese cortarse las trenzas.
«No te lo vas a creer, pero ahora llevo una libreta y un lápiz conmigo a todos sitios, ¡hasta cuando estoy cocinando!, porque nunca sabes cuándo se te ocurrirá la frase adecuada. Las palabras pueden colocarse de muchas maneras, pero solo una combinación es armoniosa, solo una es perfecta ¿y si se me ocurre mientras estoy removiendo la sopa? Eso pasa con la música también, por eso lo sé…».
Ella, la hija, es una compositora de las que no solo tienen diplomas en las paredes, sino también premios en las estanterías y para la que la literatura ha sido uno de esos descubrimientos que se hacen a una edad en la que ya se distinguen las cosas importantes. La lectura le ha llegado como un fogonazo de luz deslumbrante y en la escritura ha encontrado un bálsamo capaz de curar cualquier herida.
Ayer mantuve una larga conversación con ella -y cuando digo larga, quiero decir larguísima; casi dos horas nos tiramos de cháchara- y sé que la sorprendió lo mucho que la conozco, a ella y a sus circunstancias. Vive rodeada de nieve, en una tierra de príncipes y escritores y, a pesar del miedo que me da subirme a un avión para cruzar medio mundo, me entraron unas ganas locas de ir a verla y pisar la arena que antes pisaron Poe, Dickinson, Kerouac, King o Irving. Pero sobre todo, me quedé con ganas de más. Hablar más, conocerla más, ayudarla más y dejar que ella me hable, me conozca y me ayude a mí.
No importa compartir o no recuerdos, cuando se pueden compartir emociones y futuro.
Y de repente, sin darme casi cuenta, me he sorprendido a mí misma planeando un viaje.
Esta semana me he matriculado en un curso de corrección de estilo aquí, en otro de estilismo culinario aquí y he comprado un kit de caligrafía aquí. También ando como loca con la idea de hacerme con una cámara reflex y leo sobre megapíxeles, resolución y puntos de enfoque, como si no hubiese un mañana.
Debe haber algo especial en el aire, porque siento como si, a través del frío, la primavera me susurrase al oído, quedamente, «no te preocupes, ya falta menos».
¡Feliz domingo, socios!
Després de fer pancakes amb maple syrup pels nens, skypear amb una amiga francesa que viu a Maldives i m’informava de la nova caòtica situació política allà, i descubrir que les nenes havien deixat el passadís de dalt ple d’aigua després de jugar a bebès, necessitava un moment serè, i sabia el què volia fer, llegir el club de los domingos, de la meva estimadíssima amiga, que apart de saber molt i de tot, també li atribueixo qualitats de ¨bruixa¨! M’ha encantat el teu escrit, estigues segura que ara ja tinc un nou i únic racó per a escapar, el què amb tant treball i amor has creat tu.
Maine t’espera, hi seràs rebuda amb els braços ben oberts!
Què dir-te Montse, excepte que espero amb moltes ganes els teus escrits i que t’estimo, però això ja ho saps fa temps.
Un petonàs i molts ànims, el camí és llarg, però maco quan es fa en bona companyia… i, a més a més, és el més important; la meta ajuda, però creu-me, l’important és el camí.
Qualsevol dia em presento, no ho dubtis pas!
Me he hecho “adicta” a “Instagram” ahora hago fotos con mi movil a edificios, comidas, rincones, flores … a todo lo que veo y me gusta …
Estoy pensando en comprarme una cámara …
¡Feliz semana!
Pues entonces no dejes de mirar los enlaces que he dejado al final del post, yo ya estoy casi decidida… ahora a esperar el próximo día del socio en FNAC 🙂
La fotografía es una asignatura pendiente que no quiero dejar así, colgada como una paraguaya…
¡A más ver! (nunca mejor dicho)