Si tuviera los mantos bordados del cielo,
tejidos del oro y la plata de la luz,
los mantos azules, oscuros y negros del cielo,
de la noche, de la luz y la media luz,
desplegaría los mantos bajo tus pies:
pero siendo pobre no tengo más que mis sueños,
he desplegado mis sueños bajo tus pies,
pisa suavemente….. porque pisas mis sueños.

Mantos del cielo, W.B. Yeats

Estos días ha transitado por mi vida mucha gente. Ha sido como si todo el mundo se desperezase de pronto y saliera de su rincón para comentar, recordar o reclamar algo. Yo me fijo siempre en las personas con las que me cruzo y saco conclusiones. A saber: que existe gente que enciende en nuestras vidas la luz del conocimiento o el amor, volviéndonos mejores; otros sin embargo nos producen un malestar casi físico, son esos de los que suele decirse (alegremente, sin pensar que es pura clarividencia) que nos ponen enfermos.

No me gusta, por ejemplo, la gente pagada de sí misma, pero tampoco los que muestran intolerancia al halago. A veces los otros necesitan que sepamos que una palabra nuestra ha sido dicha en el momento justo en el que debía ser oída y aceptar su agradecimiento es un regalo que debemos hacerles, aunque nos cueste. Tampoco me gusta la gente escurridiza. Esos que nunca están si alguien llama al compromiso y agachan la cabeza cuando se piden voluntarios. No me gustan ni me han gustado nunca los holgazanes de la letra, los que escogen la prosa breve, la frase escueta y sin matices. Porque no temen dañar y claro ¡dañan!

Me gustan sin embargo los que tienen esa voz melosa que nos envuelve lentamente y parece venir de muy lejos, dispuesta a alejar de nosotros el miedo. También la gente que disfruta jugando y ha aprendido a aceptar triunfos y derrotas con templanza. Pero me gustan, sobre todo, los que son capaces de despertar mi curiosidad hasta desear conocerlos siempre un poco más. A veces perdemos de vista que la intriga es el aliento del deseo y el deseo mueve el mundo. Luego están algunas personas que no sé si quiero que estén a mi lado, por ejemplo los seductores que hacen un laberinto con las palabras y nos empujan dentro y a los que, tal vez injustamente, confundo con esos otros cazadores de fortuna, que solo desean cobrar la pieza, sin importarles el cómo. El cómo es importante.

No tengo mucho más que decir, tras una semana tranquila, en la que he retomado el pulso de la tarea continua y reposada. Una semana que ha transcurrido entre gente llena de talento que me ha proporcionado momentos gloriosos. Una semana distinta, como todas las que en el mundo han sido. Con personas que me conocen mejor que yo a ellos y que se han alejado de pronto y no sé si volverán, también con otras que debiendo conocerme, no lo hacen y me hablan como a alguien que ni soy, ni he sido (ni espero ser) nunca. También con gente que regresa lentamente, de un largo viaje y, aunque ya nada es igual, algo de nuestros corazones sigue vivo y nos acerca. Gente luminosa que no debe, no puede, no quiero, que deje de estar en mi vida nunca. Amigos.

……..

Sigo buscando poemas para A. y releo a los románticos ingleses ¡cómo odio a esos poetas! nadie extiende sus sueños a tus pies, como si fuesen un manto que cubriese la tierra… ¡y cuánto mejor sería ni siquiera imaginarlo!

Y en el horizonte veo como, lentamente, se levanta la niebla.

 

¡Feliz domingo, socios!