El espíritu de la novela es el espíritu de la complejidad. Cada novela dice al lector: ‘Las cosas son más complicadas de lo que tú crees’. Esa es la verdad eterna de la novela que cada vez se deja oír menos en el barullo de las respuestas simples y rápidas que preceden a la pregunta y la excluyen.
Milan Kundera, El arte de la novela
Ayer acabé “El hombre que amaba a los perros”, yo creo que debería titularse “Los hombres que amaban a los perros” o, mejor aún, “Los hombres que solo amaban a los perros”. Son tres. Dos de ellos conocen bien ambos lados de la muerte, el otro los devuelve a la vida contándonos su historia y en un intento infructuoso de recuperar la suya al escribir la de esos otros, tan dispuestos a morir por imponer sus ideas.
Padura escribió una novela con el corazón frío y la piel ardiente: en el corazón están los datos de una historia aterradora, la mires por donde la mires; en la piel habitan los sentimientos de las personas que rodearon a esos hombres y, a veces, los amaron. Me gusta ese niño que corre por el bosque tras un galgo y nos hace creer que la salvación siempre es posible y esa mujer menuda, fea, rotundamente miope, apasionada y sobre todo, culpable del pecado más humillante: haberse creído digna de un afecto, destinado casi a cualquiera que no fuese ella. Esa mujer, gracias a su error de amor, acaba siendo la única víctima. El resto son verdugos, aunque una lea y comprenda, aunque se apiade. Es una novela emocionalmente triste y técnicamente, en mi opinión, demasiado presa de la historia y del espanto. Tampoco podía ser de otra manera.
Me ha gustado mucho, aunque me haya sobrado el (imprescindible) corazón helado.
Sé que peco al ver virtudes en los otros, que muchas veces no existen. Lo hago a conciencia, porque creo que si sabemos que otro espera de nosotros lo mejor, nos volvemos mejores sin remedio. No es cierto que la crítica sea la espoleta que nos ayuda a buscar la excelencia, solo el amor puede hacer eso. Es el deseo de estar a la altura de lo que alguien que nos quiere bien cree que somos, el que nos impele a desear ser esa otra persona, idealizada tal vez, pero posible. Los amigos se caracterizan porque nos obligan a ser mejores en algo, cada uno en una cosa distinta y cada cual a su manera.
Yo tengo un amigo que me ayuda a escribir mejor. Últimamente ha estado perdido entre la espuma de las olas, pero regresó el viernes, a contarme una historia de teatro, amor y confidencias. Por eso hoy, tras estos días con la mente llena de los pretéritos indefinidos de la tesis, me he despertado con la cabeza llena de adjetivos. Noto como se ordenan hasta llegar al teclado, los veo aparecer sobre el fondo blanco de la pantalla, y sé que es gracias a que él ha vuelto, me lee y siempre espera lo mejor de mí. Tal vez esta madrugada no consiga dárselo, esta no va a ser la mejor entrada mía que ha leído, pero hay palabras donde antes solo había vacío y eso me hace feliz.
Estas líneas son mucho más de lo que hubiese yo escrito en tu ausencia, que lo sepas. ¡Bienvenido!
¡Feliz domingo, socios!
Fotografía: Amanda Irigoyen
Buenos días, Francesca.
Es maravilloso compartir y saber que, aunque no seamos una estrella, todos somos únicos y tenemos una parte de nosotros que alguien aprecia y valora, y que su afecto provoca que salga de nosotros cuando menos brilla.
Un abrazo.
Hola Begoña, releyendo lo que he escrito esta mañana veo que quizás pueda llevar a equívoco: yo creo en la crítica, sin ella estaríamos perdidos, pero en la que se ejerce desde el amor al otro. Un amor que incluya alguna forma de respeto, valoración, admiración, fe… En mi caso lo tengo claro: no invierto ni cinco minutos en criticar a alguien por quien no siento ningún afecto, por mínimo que sea; hacerlo sería sin duda una pérdida de tiempo para los dos.
Pero sí, saber que alguien espera mucho de nosotros es un acicate. Y un motivo de satisfacción enorme.
Un abrazo.
por supuesto, creer en ti nunca significa darte la razón en todo, pero sí no ignorarte. Es como educar a un niño, lo peor que le puede pasar es dejar que crea que todo lo que hace está bien. El cariño cuesta dedicación , tiempo dedicado, y todos sabemos que el tiempo es escaso para todos.
Un abrazo.
Sí a todo 🙂 . Abrazo.
Si bien el narrador no perdona a Trotsky por su complicidad con los crÃmenes que comenzaron entre otros ejemplos con la ejecución de los marinos que ayudaron a la Revolución por el simple hecho de pedir un sindicato y mejoras. Aun asÃ, puede decirse que el único de los protagonistas que no renuncia a su necesidad de descubrir la verdad, a salvar la utopÃa recibe una especial descripción en la novela. El que fue caracterizado como traidor, el que tratara de fundar una organización paralela a la Internacional Comunista, consciente de sus errores, mantiene hasta el dÃa de su muerte el sueño de la redención de los humildes.
Un libro serio, estudiado, con las palabras exactas que narra historias que confluyen hasta el punto de hacernos participes. En mi opinion la mejor novela que se ha escrito en Cuba y desde Cuba en mucho tiempo.
Pero debe quedar muy claro si este intento mío de exponer la técnica narrativa utilizada por Leonardo Padura invita a pensar que se trata de una novela confusa, farragosa o, lo que sería peor, difícil de leer, la responsabilidad es sólo mía. Padura es un narrador de largo aliento y sabe situar al lector en el tiempo, el espacio y la perspectiva de quien habla en cada momento, y la historia que narra es de por sí lo bastante apasionante como para que no decaiga el interés. Y eso que son quinientas y pico páginas de prosa apretada y sin apenas diálogos.