A Francisca
Y a todos los que, al mirarme, me convierten en mejor persona
“Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad.”
Mario Vargas Llosa
Este mes no he participado en la lectura conjunta que hacemos en la Sociedad Literaria por una razón fundamental: hace mucho tiempo intenté leer un libro de Vila-Matas y no me conmovió. No he vuelto a abrir un libro suyo… ¡hay tanto por leer!
Pero
esta entrada de David, es para mí mucho más atractiva que el texto que la inspira y he sentido que deseaba hablar de eso en este espacio, para no invadir ese otro, en el que es justo que sean protagonistas los amantes del escritor (que son muchos y armados de razones poderosas, no tengo la menor duda); pero ya veis, soy persona de gustos extraños. Quizás no haya que hacerme mucho caso…
Reflexiona David sobre los motivos que nos llevan a escribir y en los que se fundamenta el germen de todo escrito. Y habla de nuestra hipotética y futura obra literaria. Creo, como él, que hay cierto tipo de lector que está destinado a escribir sus propias historias. No me refiero a que un buen lector sea necesariamente un buen escritor, si no a que la mayoría de las veces, ese es el mejor medio que conocemos para expresarnos y necesitamos poner, negro sobre blanco, lo que sentimos, para exorcizar nuestros fantasmas personales.
¿Escribir ficción? Personalmente no creo que pase nunca del cuento corto. Conozco lo limitado de mi capacidad para crear argumentos. También, como lectora, exijo del autor una buena excusa para todo lo que supere las 300 páginas. En la búsqueda del adjetivo o el verbo adecuado, se economizan palabras: generalmente con uno basta para describir cualquier cosa, pero hay que pasar una tarde, un día entero, revolviendo en el lenguaje hasta dar con él y probablemente esa manía mía de anclar con palabras precisas la incertidumbre vital, a muchos les parezca una pérdida de tiempo.
Durante algunos años, dediqué a la cerámica buena parte de mi tiempo libre. Iba al taller, religiosamente, cada semana, pero jamás me acerqué a un torno. Necesitaba moldear sin saber en lo que acabaría convirtiéndose aquel trozo de barro, postergando esa decisión al máximo, soñando con que las manos me guiasen. Me gustaba crear pequeñas esculturas y, al principio, recuerdo que evitaba lijarlas… hasta que comprendí que sólo así obtenía lo que deseaba y que era la única manera de conseguir un objeto límpido, sin imperfecciones al tacto y sin fisuras que lo quebrasen al someterlo a las altas temperaturas del horno. Lijar me ayudaba a encontrar lo que buscaba, a la vez que protegía el resultado. Escribo igual. El detonante siempre es una emoción y dejo que se desparrame por el texto a sus anchas, no me esfuerzo en controlarla, me siento a salvo escribiendo y me retuerzo de dolor o doy solitarios saltos de alegría, sin el menor pudor. Esa primera versión es, sin duda, la más física. Después corrijo y escojo los vocablos que me parecen más ajustados, y que no son necesariamente los que mejor reflejan aquella pasión, lejana ya, casi olvidada, que lo inició todo… a veces, el único criterio de selección es la sonoridad (extraño motivo en alguien que, de odiar algo, sería la frivolidad); también me pasa que de repente me enamoro de una palabra y necesito utilizarla… y noto que me alejo de la emoción según me acerco al sentimiento. Las palabras me conducen.
Escribir es recordar lo que viviste, sentiste, pensaste… o te contaron que otro vivió, pensó o sintió, y someter un hecho al filtro protector de la memoria es despojarlo de lo burdo, lo absurdo y lo mundano.
Pero escribir, para mí, también es mentir… y miento para poder acercarme a esa verdad, que desconocía antes de hurgar en mi interior, intentando describirla. Lo aquí escrito no siempre es rigurosamente cierto, ni siento que deba serlo, esto no es un diario adolescente. Pero la emoción que me provoca la lectura de mi propio texto, que me parece de otro cuando lo veo publicado, sí que es genuina y se ajusta al temblor que me impulsó a escribirlo.
De forma que, siguiendo algún extraño proceso, por los motivos más vanos y superficiales, buscando mejorar el ritmo del relato o entusiasmada por encadenar frases delicadamente sonoras, consigo a mi manera el propósito por el cual me acerco aquí cada domingo: compartir con vosotros una experiencia que creo valiosa. Y en mi lucha por disfrazar la verdad, acabo destapándola. De manera que a la pregunta que plantea David ¿de dónde viene la inspiración? yo contesto: de la necesidad de mejorar la vida desde fuera, aunque luego las palabras nos empujen hacia el fondo de nuestra alma, que es el centro en el que nace la escritura y en el que reside todo lo importante.
……
Y a todo esto, sigo con Chandler, disfrutando de su prosa lentamente y aprendiendo sobre ética, con esas reflexiones deliciosamente irónicas que hacía. Y cuando digo ética, me refiero a la de la escritura: «Estoy teniendo problemas para terminar el libro. Tengo suficiente papel escrito como para completarlo, pero debo hacerlo todo otra vez. Simplemente, no sabía hacia dónde iba»… y la de la vida: «Por intelectual e idealista que sea un hombre, siempre puede racionalizar su derecho a ganar dinero. Después de todo, el público tiene derecho a recibir lo que quiere. Los romanos lo sabían, y hasta ellos duraron cuatrocientos años antes de empezar a descomponerse» (1).
¡Feliz domingo, socios!
(1) Chandler, R. El simple arte de escribir. Cartas y ensayos escogidos. Ed. Planeta. Barcelona, 2004. ISBN 84-95908-82-4
www.elclubdelosdomingos.com
Por un momento me has hecho recordar a Wilde [creo que también es uno de los tuyos] cuando decía que describir lo que ya existe es contribuir a una vida redundante, lo que se debe hacer es alimentar la fantasía y crear aquello que todavía no existe para que cobre vida y añadir, de ese modo, valor…
Feliz domingo Francesca [y compañía] …parece que se ha levantado bien…
Hoy tenía una razón más para acudir al club, me aguardaba una sorpresa que me mencionaste en un correo. Pues, lo has logrado, sorprenderme y emocionarme, claro!!!
Puede que no llegues a escribir una novela, es cierto que son palabras mayores, hacen falta varios ingredientes para escribir algo que pase de las 150 páginas…, pero escribir bien ya lo haces, y además das tus razones tanto para la escritura como para la inspiración.
Pero sobre todo, y creo que todos tus amig@s del club lo suelen comentar, nos emocionas con tus textos, incluso cuando mientes;-)
Feliz domingo!
Hace tiempo lei, en alguno de esos sitios esotéricos que tanto me gustan, que cuando escribes generas un mundo paralelo que vive a su aire …. es una curiosa afirmación.
Hace poco vi la película de «Código fuente» se basa en algo parecido.
La literatura es una forma de crear, como todas las demás artes, tal vez eso es lo que somos «grandes creadores» …. por ahí decian que somos un «reflejo de dios» ….
¡Buen domingo guapa! buen domingo a todos
@cumClavis. Recuerdas bien, Wilde es uno de los míos y Chandler me lo recuerda mucho. Sostenía entre otras cosas que el escritor debía escoger entre explicar el hecho o explicar el sentimiento, pero las dos cosas jamás, porque había que dejar que el lector intuyese una de ellas. Me gusta ese concepto de «vida redundante», a veces la vivimos así ¿no?, repitiendo una y otra vez lo mismo, sin intentar cosas nuevas…
Feliz domingo… sí, parece que escampa…
@fvernalte. Confieso que cuando empecé Humanidades, pensé que me dedicaría al análisis literario (en eso la Universidad me decepcionó). Siempre me ha apasionado la manera como los grandes escritores construyen sus textos y, quizás por eso, soy excesivamente severa con la gente que escribe sin pensar en que está haciendo algo grande y debe proceder con delicadeza, asentando bien las bases del argumento, de la trama, del estilo y desarrollando después el texto con un profundo respeto a la inteligencia del lector… Hay mucha gente que escribe de una manera banal; no es malo, yo también leo a esos y me distraigo, pero me cuidaría muy mucho de llamarlos escritores, porque les falta oficio y la pasión sola no basta.
Francisca, si alguien ha sacado rédito del Club soy yo, jamás pensé que este espacio me acercaría a gente con la que tengo tantas afinidades. La emoción circula en las dos direcciones y cada comentario es para mí un regalo.
Tenía muchas ganas de escribirte este post, que en su origen fue una carta de respuesta. Gracias por estar aquí y allí, por la confianza, por la Literaria y por todo lo que nos queda por vivir.
Un abrazo.
@Juana. Estoy completamente de acuerdo contigo, escribir ficción es reinventar la vida, moldearla a nuestro antojo, a veces pienso que, si vivo muchos años, quizás acabaré mezclando los recuerdos auténticos con lo que los grandes autores han grabado en mi memoria… y creeré, no sin cierta razón, que conocí a Marlowe y me tomé con él alguna copa clandestina en un bar solitario… y eso, viejecita y con mi mantita sobre las piernas, me hará sonreír. Y además será verdad, porque conozco mucho mejor a Marlowe que a mi frutero, un suponer…
¡Buen domingo, Juana! Gracias por venir.
Hay personas que “crean argumentos” y hay personas que los viven. Quien inventa y escribe muchos a lo largo de su vida y quien vive su vida dentro de maravillosos argumentos. Puede que todos tus relatos cortos formen parte de un maravilloso argumento y puede, incluso, que algún día lijes las palabras para proteger el resultado y lo compartas… ¡Quien sabe!
Lo de enamorarse de una palabra es cierto. Y lo de “mentir para acercarse a la verdad desconocida”. Me ha gustado muchísimo este post, no sé que frase destacaría, son muchas. Quizá esta: “Y en mi lucha por disfrazar la verdad, acabo destapándola”
Feliz domingo Francesca!
Francesca, aquí estoy de nuevo. Por fin un domingo que dispongo de más tiempo.
Ja, mentirosilla… que bueno el post. Me ha gustado tu conversación en torno a la escritura, y a la necesidad de escribir.
Me identifico con ese tipo de lector que está destinado a escribir sus propias historias, lo haga bien o mal, que es lo de menos. Y curiosamente voy descubriendo que ese deseo o necesidad crece en mí = Mientras más escribo, más fácil me resulta canalizar mis sentimientos por esa vía.
Lo de “anclar con palabras precisas la incertidumbre vital” es un reclamo perfecto. Antes sentía stress cuando tenía que encontrar esas “palabras precisas”, pero ahora lo disfruto. Se ha vuelto un juego que ya no asocio como antes al mal del perfeccionista, sino que es placentero en sí mismo. Y eso es así porque escribo por gusto, sin un plan, ni presión.
Las emociones se transforman en palabras de un modo bastante raro. A veces me dictan vocablos insufribles, que los leo después de escritos (incluso antes) y me ruborizan: ¿cómo puedo “sentir” con palabras tan insípidas? Hay algo ahí, muy profundo, que ayuda (o no) a sacar lo mejor de cada uno según el día.
En cuanto a mentir, no sé qué decirte. Entiendo la metáfora, pero yo tengo un no-talento para la ficción. Voy bastante escasito de fantasía. Se me da mejor describir la realidad, tal cual, intentando ser fiel a ella, buscando la verdad en todos los rincones donde se esconda. Ese es mi reto, y la fuente de mi disfrute.
Por eso el verbo “mentir”, en mi caso, me es incómodo. Quizás por eso no me provoca emoción leer mi propio texto, porque me parece demasiado mío al verlo publicado. Siento emoción mientras escribo, mientras veo aflorar MIS verdades en forma de palabras (quizás ahí sí que me miento al creer que soy objetivo), pero una vez que el texto sale de la factoría convenientemente lijado, no suelo leerlo de nuevo porque no me da juego para ensoñaciones. Y es una lástima.
Un abrazo fuerte 🙂
Estoy de acuerdo con lo que dices.
Como lectora me gusta «sentir las diferentes emociones que me provoca un relato».
Qué bonito es cuando te sorprendes riéndote con un texto, compartiendo un sentimiento, pensando (como te entiendo) o mirando hacia atrás porque se te ha metido el miedo en el cuerpo a través de un relato.
No necesito saber que parte es realidad y que es ficción, me basta con la seguridad de que una parte del que escribe está en ese texto.
He escrito textos completamente inventados y me he sorprendido al ver que las personas que los leen piensan que son verídicos, otros los he vomitado partiendo de un sentimiento y me han preguntado como puedo inventarme esas cosas.
Me gusta que sea así, me siento menos vulnerable cuando desnudo de verdad mis sentimientos a través de pequeñas historias y limpio mis heridas o comparto mis pequeñas y a veces ridículas alegrías.
Leo para sentir con y a través de vosotros.
Escribo para enriquecer mi vida interior y si sirve para que alguien se sienta conmigo genial.
UN BESITO.
@Isabel. ¡Pues te quedas con quizás las dos frases con las que más me identifico! Sí, ¿quién sabe? a lo mejor algún día, escribo algo. Haré como dice Chandler: me plantearé escribir o aburrirme, sin otra alternativa que valga, y al final decidiré sentarme y escribir… Pero el problema es que lo que haces valga la pena y yo ya tengo demasiado educado el gusto 🙂
Gracias por pasarte por aquí, Isabel. Es todo un lujo compartir en domingo con vosotros.
@Amalio A. Rey. ¡Qué alegría verte por aquí!
Fíjate que yo creo que la diferencia entre nosotros está más en el proceso que en el resultado. Porque al final la emoción real de un texto, la que cuenta, no es la que anima al escritor, si no la que provoca en el lector… y esa siempre es de verdad. La manera como se alcanza el corazón de otra persona depende de tantas cosas, “sentir con palabras insípidas”… hmm… el pensamiento es sofisticado, pero el sentimiento anida en la parte más animal de las personas y tal vez no entienda de figuras literarias, ni de frases subordinadas… ¿quién sabe eso? Hay escritores a los que leemos y se nos ponen los pelos como escarpias y otros que apenas nos hacen arquear una ceja… ¡y para cada persona esos autores son distintos! Uno lee con toda la carga de vida que lleva a cuestas, a otra persona que a su vez tampoco sale de la nada… En fin, que tenemos que hablar más, que me lo paso bien debatiendo contigo.
Además, no sé si has leído a Chandler, pero si no lo has hecho te tengo que convencer para que lo hagas con urgencia (lo bueno de trabajar sin contrato es que no te pueden despedir, y te recuerdo que soy tu coach literaria ;-D). Escucha esto «Una ironía devastadora pierde gran parte de su fuerza cuando no provoca ninguna respuesta, cuando el otro se va en silencio. Entonces, el mismo que habló debe responderse, o rendirse»… hablaba de la actitud que debía tener Marlowe en sus textos y en el cine, dejando que otros se llevasen los aplausos, para que su victoria no hubiese ningún efecto de regodeo. Toda una lección de literatura y de vida… ¡Todo un maestro!
Un abrazo fuerte, Amalio. Y hasta pronto.
@alondra. Dices «me basta con saber que una parte del que escribe está en ese texto», y yo suscribo eso al 100%. En eso me baso cuando me refiero a encontrar la verdad a través de la mentira… en realidad, aunque deformemos los hechos, para hacerlos caber en las palabras, la verdad de esa pulsión que nos arrastró hasta el teclado y nos hizo escribir un relato, permanece y se acaba transmitiendo, de manera que al acabar, relees lo escrito y piensas que el vestido no era azul, ni el sol no brillaba ese día, que él era tan rubio ni tenía los ojos tan azules… pero tu lágrima o su sonrisa (lo importante) las ves ahí y esas sí que estuvieron presentes aquella tarde, que has transformado en mañana, sin saber siquiera porqué…
Un beso y gracias por haberte sumado a nuestros domingos compartidos. Es un placer leerte por aquí.
Pero eso que haces (tan bien) no es mentir. Que algo no sea rigurosamente cierto no lo convierte en mentira. ¡Hay más mentiras en la vida que en la buena literatura! (Y cuántas historias se escriben precisamente para defenderse de las mentiras del mundo).
“Cuando suceda algo, cuente lo sucedido exactamente, pero escriba usted lo que crea que debería haber sucedido. Diga la verdad y escriba el cuento”
Un árbol crece en Brooklyn, de Betty Smith
@Enrique. Hmmm… no sé, no sé… cuando preparamos un texto, nos tomamos nuestro tiempo, no es algo precipitado, lo alteramos y sabemos que podrá interpretarse de otra forma; a veces, somos conscientes incluso del mensaje que se leerá entrelíneas y que hemos puesto ahí, para llenar de emoción una acción que quizás carecía de ella de manera natural… Es una mentira por omisión, eso lo admito, nadie puede condenarnos por algo que no hemos dicho, pero justo es avisar de que esto es ficción… y más si sospecho que los textos que dejo aquí os inducen a pensar que soy mejor persona de lo que soy 🙂
Ese fragmento de Betty Smith es quizás lo mejor del libro… me ha vencido ese clásico… dejé hace 15 días al padre bolerista y borrachín, creo que en alguna taberna de mala muerte, cantando a Machín (bueno, a otro seguramente) y ahí lo tengo, esperando mejores tiempos… a lo mejor vuelvo a buscarlo, pero será porque me fío de tus gustos, que la Smith no está haciendo muchos méritos…
¡Qué pases buena semana, Enrique, nos leemos!
Quines ganes tenia de llegir el teu post després de l'anunci de divendres. He reflexionat tantes vegades sobre el procés d'escriptura, tants cops que no t'ho pots ni imaginar. Sempre, però, s'ha quedat en un tros de paper a casa o en un document al meu ordinador… mai ha transcendit més enllà. I, com deia la Francisca, potser no escrius mai una novel·la, però bé, ja escrius bé: no et cal esperar res.
Bona setmana, Francesca, i gràcies pel post 🙂
@nur. Però tú sí que escrius! tens un bloc!… a vegades identifiquem escriure amb «escriure ficció», suposo que perquè quan escrius sempre ficciones una mica… i també penso que potser una novel·la sempre comença per un desencadenant real (viscut o escoltat, fet o sentiment) que un deforma fins que va agafant vida pròpia… No hi ha gaire diferència… igual per aquí sí que trobem una porta per on entrar i escriure totes dues… Bona setmana, Nur, gràcies a tu, per tots els divendres i per tantes altres coses bones que compartim!