Shopping

[…] En cierta manera se trataba de una aventura clandestina bastante convencional en un lugar como San Bernardino, donde prácticamente no hay nada luminoso ni elegante, y donde perder el futuro y ponerse a buscarlo en la cama se convierte en una rutina […]

Los que sueñan el sueño dorado. Joan Didion.

Me interesa mucho el sentido del humor, tanto que a veces me digo a mí misma que es la mayor tabla de salvación de la que dispongo. Las personas somos ridículas en muchas ocasiones, por inconsciencia o por valentía, quién sabe, el caso es que a veces nos ponemos en situaciones de riesgo de manera voluntaria. Pintarse los labios de rojo o llevar sombrero son casi actos de rebeldía, porque al menos yo, nunca he vivido en una sociedad tan crítica con los demás, tan celosa de los límites aleatorios que marcan unos pocos ni tan estrecha de miras, como la actual.

El panorama es oscuro y no por los que censuran abiertamente, sino por los otros, por los que se apropian cada día de las grandes palabras. Justicia, razón, sensatez, igualdad. Tengo un conocido que no para de decirme lo listo que es él -que ve conspiraciones por todas partes- y aunque no me lo diga abiertamente no puedo evitar pensar que lo que intenta que entienda es lo tonta que soy yo, que lo único que veo -claramente, es decir, sin ninguna de las premisas necesarias para considerarlo un acto conspiratorio- es el afán desmedido que la gente como él tiene por imponer un pensamiento único. El suyo, por supuesto. Me da pena y rabia, o rabia y pena, no tengo muy claro el orden, pero me molesta mucho.

En realidad, su problema es creer que sus ideales son perfectos e ir tras ellos como si escondieran una felicidad rotunda, eterna y excluyente. Saberse en la cima y vernos a los demás ahí abajo, pequeñitos.

Cuánto miedo me han dado siempre los que sueñan el sueño dorado…

¡Feliz domingo, socios!